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Edición 251
Escrito por MOURIS SALLOUM GEORGE   
Viernes, 28 de Enero de 2011 13:41

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El síndrome de pánico

En una profunda y excitante reflexión (Crisis neoliberal y sufrimiento humano), divulgada el día último de diciembre pasado, el teólogo, filósofo y escritor brasileño, Leonardo Boff enfatiza sobre la desestructuración subjetiva, especialmente de los asalariados, debido a la reorganización económico-financiera mundial.

Hace mucho, escribe, se operó la “gran transformación” (Polanyi), colocando la economía como el eje articulador de toda la vida social, subordinando la política y anulando la ética. Cuando la economía entra en crisis, como sucede actualmente, se sacrifica todo para salvarla. Se penaliza a toda la sociedad, como en Grecia, Irlanda, Portugal, España e incluso en Estados Unidos, en nombre del saneamiento de la economía. Lo que debería ser medio, se transforma en un fin en sí mismo.

Colocado en situación de crisis, el sistema neoliberal tiende a radicalizar su lógica y a explotar más aún la fuerza de trabajo. En vez de cambiar de rumbo, se hace más de lo mismo, cargando una pesada cruz sobre las espaldas de los trabajadores.

No se trata, afirma Boff, de aquello relativamente estudiado del asedio moral; es decir, de las humillaciones persistentes y prolongadas de los trabajadores y trabajadoras para subordinarlos, atemorizarlos, y llevarlos a dejar el trabajo. “Se trata de una especie de ‘malestar de la globalización’ en proceso de erosión humanística. Se expresa por una especie de depresión colectiva, destrucción del horizonte de esperanza, pérdida de la alegría de vivir, deseo de desaparecer del mapa y, en muchos, por el deseo de quitarse la vida”.

Por causa de la crisis, señala Boff, las empresas y sus gestores llevan la competitividad hasta límites extremos, estipulan metas casi inalcanzables, infundiendo en los trabajadores angustias, miedo, y a veces síndrome de pánico. Se les exige todo: entrega incondicional y plena disponibilidad, dañando su subjetividad y destruyendo las relaciones familiares.

El autor que, dicho de paso, estuvo en México a finales del año pasado, pone en el centro de su humanista preocupación los 15 millones de brasileños que pasan por ese proceso de depresión.

 

 

CARTEL

¿Qué sucede en el México neoliberal? Partamos de este precepto. El artículo 123 de la Constitución -a la que el 5 de febrero se le rinde un ritual vacío de miga- establece que los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural y para proveer a la educación obligatoria de sus hijos.

Situémonos en el periodo de 10 años de PAN-Gobierno. Es menester hacerlo, por la sencilla razón de que el partido de la alternancia postulaba el humanismo político como imperativo de buen gobierno. No obstante, para 2011, la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos dispuso un incremento diario de esa remuneración de dos pesos 30 centavos. Los análisis más conservadores señalan que, desde 1987, el poder adquisitivo del salario ha acumulado una pérdida de 80 por ciento. Otros estudios, que utilizan como medición la figura de Canasta Básica Indispensable, elevan esa pérdida en la década pasada, en algunos casos por encima de 170 por ciento.

Ahora bien, en el periodo de gestión presidencial panista, según el experto David Márquez Ayala, el Índice Nacional de Precios al Consumidor general aumentó 55.1 por ciento. Sin embargo, al desagregar su estadística, Márquez Ayala encuentra que el incremento en bienes y servicios se dio en estos términos: Tortilla de maíz, 124.6 por ciento; pan de caja, 110.7; pan dulce, 112.7; frutas frescas, 113.1 por ciento; azúcar, 147.8; electricidad 122.3 y educación privada, 107.1 por ciento.

Para el quinquenio 2006-2010 -de Felipe Calderón-, Márquez Ayala presenta el siguiente cuadro: Inflación acumulada, 24.4 por ciento. Incremento promedio en el precio de alimentos, 53.3 por ciento: Arroz, 61.5 por ciento; pollo, 52.9; huevo, 56.1; aceites vegetales, 52.7, frutas frescas, 53.6, azúcar, 36.1 y pan de caja 83.3 por ciento.

Sobre esos cuadros, de suyo indignantes, es pertinente hacer dos observaciones: 1) durante el periodo neoliberal, particularmente el Banco de México ha venido privilegiando mañosamente el concepto inflación -que se toma tramposamente como referencia para la revisión del salario mínimo-, sobre el que antes se identificaba simplemente como carestía, y 2) en el listado trascrito, obsérvese que se pone el acento en los alimentos pero, para efectos del desarrollo humano, conviene recordar el imperativo nutrición.

¿Se requiere agregar algo más a la estadística? Sí: Las atroces consecuencias sobre la sicología de las familias trabajadores que el humanista Boff apunta: angustias, miedo, y, a veces, el síndrome de pánico. Súmese a ello el horror de la guerra narca con su carga de desolación y postración.

 

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