Narcotráfico:
¿Quién es el enemigo?
CARLOS RAMÍREZ HERNÁNDEZ
Como era de esperarse, el tema del narcotráfico y la violencia criminal entró en una fase de peligrosa politización. El problema radica en la confusión entre causas y efectos: Los hechos de sangre son consecuencia de la decisión de combatir a las bandas del crimen organizado que nacieron y se desarrollaron al amparo de las complicidades del poder en el viejo régimen priísta.
La campaña iniciada por intelectuales de la oposición política se orienta contra el gobierno federal y su estrategia de lucha contra la inseguridad y no existe en esa ofensiva política ningún reclamo a los jefes de los cárteles de la droga. Sin embargo, ocurre que la violencia es producto de la respuesta criminal a la decisión gubernamental de combatir a las bandas de delincuentes.
El momento actual es decisivo: La ofensiva gubernamental, aún con errores y deficiencias, ha logrado recuperar el control de zonas que habían caído bajo el dominio de las mafias. Abandonar la plaza significaría la derrota no sólo del gobierno federal en turno sino del Estado y la cesión territorial de soberanía del Estado. Así de simple.
De ser congruentes, los promotores intelectuales de la campaña se podrían convertir en el brazo político de los cárteles de la droga al atar de manos al gobierno. Lo grave del momento radica en el hecho de que se han logrado eliminar a buena parte de los padrinos del narcotráfico y se cierra el cerco sobre Joaquín El Chapo Guzmán. Y justo en esa coyuntura se inicia la campaña para obligar al gobierno a un repliegue de la ofensiva. De hacerle caso a la iniciativa de intelectuales de oposición, El Chapo podrá respirar tranquilo y expandi r su imperio criminal.
Y no sólo eso: Los cárteles de la droga podrán regresar a la impunidad en el tráfico de drogas. Si hasta ahora se ha denunciado una complicidad política y de poder por parte de policías, políticos y funcionarios, ahora los cárteles podrán agregarle una muesca más a sus pistolas: La complicidad de la sociedad intelectual.
La lucha contra el crimen organizado se localiza en un terreno que carece de espacios de movilidad: o se avanza o se retrocede. No hay más. Se trata de una competencia de suma cero: lo que ganan los < a delincuentes lo pierde el gobierno y lo que gana el gobierno lo pierden los delincuentes.
De detenerse la ofensiva del gobierno contra los cárteles, buena parte del territorio sería cedido al narcotráfico: Sinaloa, Chihuahua, Tamaulipas, Nuevo León, Michoacán y Guerrero, parte de Durango, Zacatecas y Jalisco. El problema radica en que en estos momentos la lucha es de violencia: La ofensiva del gobierno ha sacado a los narcos de sus guaridas y los ha obligado a retirarse de zonas territoriales de dominio absoluto.
La preocupación por la violencia debe enfocarse contra los cárteles de la droga. Los intelectuales de oposición que le piden al gobierno bajar la guardia deberían exigirle a El Chapo, a El Azul Esparragoza, a Vicente Carrillo y a Ismael El Mayo Zambada que se rindan. Pero hasta ahora no ha habido ningún pronunciamiento de esos intelectuales contra los jefes de los cárteles.
La iniciativa de intelectuales de oposición para detener la lucha contra las bandas del crimen organizado, por tanto, beneficia objetivamente a los cárteles y no a la sociedad mexicana. Sería un suicidio del Estado hacerle caso.
carlosybetancurt
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