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Edición 268

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Carta abierta, abiertísima

 

 

“Como ciudadano que soy; como hombre poseedor del derecho de pensar y hablar alto… No hablo al Presidente de la República, a quien no reconozco, ni al político de quien desconfío; hablo al mexicano, al hombre de sentimiento y de razón, a quien creo imposible no conmuevan alguna vez (aunque sea un instante) las angustias de las madres, los sufrimientos de los huérfanos, las inquietudes y las congojas de la Patria.

“Voy a decir verdades amargas; pero nada expresaré a usted que no sea cierto, justo y honradamente dicho ( …) pensó usted primero que nada en encumbrarse (…) disfrutar el botín alcanzado: Es decir, riquezas, honores, negocios, banquetes, fiestas suntuosas (…) de ambición de poder y de sangre…

“Usted gobierna saliéndose de los límites fijados al Ejecutivo por la Constitución (…) ha instaurado (...) una mezcla híbrida de gobierno militar y de gobierno civil (…) No puede darse, en efecto, nada más anticonstitucional que el gobierno de usted: En su origen, en su fondo, en sus detalles, en sus tendencias.

 

“ (...) Excesos y desmanes de jefes sin honor y carentes de todo escrúpulo (…) olvidando su carácter de guardianes del orden, son los primeros en trastornarlo con sus crímenes y sus actos de vandalismo.

“La paz no se ha hecho ni se hará nunca con los procedimientos que emplea, y con el desprestigio que sobre usted pesa.

“Usted ha orillado a nuestro país a la ruina en lo económico, en lo financiero y en el orden internacional. La política de usted ha fracasado ruidosamente (…) Usted, con sus desaciertos y tortuosidades, con sus pasos en falso (…) Nadie cree ya en usted, ni en sus dotes de pacificador; ni aun en sus tamaños como político y como gobernante.

“Es tiempo de retirarse, es tiempo de dejar el puesto a hombres más hábiles y más honrados. Sería un crimen prolongar esta situación de innegable bancarrota moral, económica y política.

“(…) Por saber y por honradez, por humanidad y por patriotismo, renuncie usted al alto puesto que hoy ocupa y desde el cual ha producido la ruina de la República (…)

“(…) Cumpla con su deber de patriota y de hombre, retirándose (…) ha sido usted tan nocivo, tan perjudicial, tan funesto…”

 

En tales destinatarios zozobra el destino ajeno

1

Zapata, el caudillo del Sur.

¡Qué vigencia epistolar! Más de una mirada que haya transitado por las seleccionadas líneas arribeñas, ya seguramente prefiguró el rostro a quien le han sido dirigidas, y ya midió también la estatura pequeñita, no la corporal que en los meros tamaños del cuerpo no caben méritos ni deméritos, sino la dimensión que ninguna cinta métrica podría averiguar.

Pese a que la fecha de la epístola de marras casi tiene un siglo de emitida, resulta tan actual por la visión del signatario: Emiliano Zapata, quien el 17 de marzo de 1919 le mandó Venustiano Carranza su visionaria caligrafía. Ya rondaba en Chinameca el tintineo de los 50 mil pesos con que el carrancismo pagó a Jesús Guajardo su desempeño de actor y de sicario. Pago y cifra que embelesa a corruptos y asesinos; el italiano Picaluga cobró la mismita cantidad por traicionar a Vicente Guerrero. O los 50 mil pesotes anuales (miles que pesaban millones en la decimonónica centuria) con que el porfiriato “subsidiaba” a El Imparcial. Por eso quizá el general Obregón se refería a la seducción de 50 mil cañonazos constantes y sonantes, en los que el polaquísimo don Álvaro estereotipaba dígitos que hacen perder la virginidad a todas las virtudes.

En esa misiva que podría aplicarse sin grandes variaciones a quien -en cualquier temporal- haga de la sangre ajena y caudalosa táctica para ser sostenido en las alturas de tétrico chapoteadero… el gran Zapata redactó la anatomía charril, antes de que así se denominara el jaripeo laboral.

“En materia obrera -escribe el inolvidable Miliano-, con intrigas, con sobornos, con maniobras disolventes, y apelando a la corrupción de los líderes, se han logrado la desorganización y la muerte efectiva de los sindicatos…”.

Resulta imposible no acudir al epifenómeno corporativo personificado en Joaquín Gamboa Pascoe, a quien si Napoleón hubiera descubierto en sus invasoras giras por Egipto… a sus huestes hubiese dicho en parafraseo renovado: “Chorrocientos años os contemplan”, impresionado ante la inmarcesible charrificación de la esfinge.

Y es que don Joaquín no sólo heredó de su suegro Fidel Velázquez el amorciano de la primogénita, asimismo obtuvo la longevidad tan perpetuamente extemporánea, y la adecuación-ecuación de caber en cada número-numerito ya sea con su filia-afiliación de PRI o su gula-apetito de PAN con el que ahora negocia redituables torceduras.

 

2

Venustiano Carranza

 

Gramatical telepatía

 

Del gran Zapata sus detractores (y uno que otro admirador extraviado en la otra orilla) elucubran que ni la gordura de la O podría garabatear, quesque poseía amanuenses a tutiplén que le hacían planes, cartas y manifiestos que el revolucionario nada más rubricaba con su huella digital. Quesque el Plan de Ayala lo redactó Otilio Montaño, quesque Dolores Jiménez Muro, quesque Antonio Díaz Soto y Gama, quesque…

Aseveran los dizqueros (cuyos “análisis” de puros dizque en cualquier grabación caben) que el manifiesto de 1914 a los obreros de la Ciudad de México, en que los campesinos de El Ejército Libertador del Sur los invitan a conjuntarse en la batalla por la liberación proletaria (con fortísimas resonancias a Marx)… dizque fue hecho por un resucitado anónimo de la Primera Internacional, dizque Manuel Palafox vació anagrámico todo el plumón y el pulmón en el cartel, dizque un telépata ofrendó la plenitud de la sintaxis, dizque…

Emiliano Zapata Salazar hizo diversos textos con frecuencia, desde un mensaje que su enviado en La Habana, Genaro Amezcua, leyó y distribuyó convocando a los trabajadores del mundo a conjuntarse contra la explotación en todas partes (otra vez Marx en los similares registros de una tesitura), hasta circulares para que en caliente, en quemante repetición de luego-luego, los latifundios fueran confiscados y repartidos entre los trabajadores del campo.

Al presidente estadounidense Woodrow Wilson, el caudillo suriano remitió una carta no en solicitud de respaldo alguno, advirtiéndole que en México los revolucionarios limpiecitos de comillas rechazaban intromisiones del exterior, a la par de explicarle la integridad a nivel nacional de los preceptos de El Ejército Libertador del Sur; epístola que ejemplifica todavía más, propósitos y proyectos de nación del zapatismo, no la focalización ingenua, ni la restitución de tierras al estilo Carlos V con todo y chocolate, con que algunos ensayistas intentan encajonar lo que Emiliano Zapata Salazar aún significa. La mejor definición acerca del ser revolucionario, de la esencia revolucionaria, de Miliano… la dio, paradójicamente, uno de sus enemigos de clase: José María Lozano, integrante del Cuadrilátero, póquer parlamentario de la extrema diestra: “Zapata es un símbolo”, dijo el legislador aquél, un “Espartaco”, añadió con la involuntaria sapiencia que transforma en elogio y verdad al vituperio.

En el correo que destinó al señor Carranza, el gran Zapata hace mención de la banda del automóvil gris “cuyas feroces hazañas permanecen impunes hasta la fecha, por ser directores y principales cómplices, personas allegadas de usted o de prominente posición en el Ejército…”.

3

Álvaro Obregón

Ese es el fondo semántico de Emiliano, con sus mayúsculas en un sentido que rebasa manuales primarios de ortografía (a menos que duendes de imprenta disfrazados de “correctores” de estilo metan mano desmoronando letras capitales o borren negritas, entre otras espectrales gracejadas, como han hecho en perjuicio de Retobos Emplumados y los lectores). Zapata no da concesiones a su crítica, su denuncia es profunda y estentórea por lo veraz de su tintero en marejada.

En cuanto a la banda del automóvil gris, Miliano responsabilizó a don Venustiano por algo más que negligencia; los murmullos colectivos de antaño caían y recaían en Pablo González Garza, como dueño y hacedor del delincuencial membrete. Ese mismo don Pablo que urdió que los hermanos Granda, españoles y titulares operativos de la banda, ¡eran zapatistas! Ese mismo don Pablo que diseñó el asesinato contra Zapata. Ese mismo don Pablo que con los ahorritos de sus atracos erigiera un banco en Texas y no precisamente para sentarse. Ese mismo don Pablo, primo de Antonio Villarreal que insultara al gran Ricardo Flores Magón. Ese mismo don Pablo que con el erotismo de su cartera embelesó a las suculentas vedetes de la época: Mimí Derba (bellísima actriz que hasta en los años copiosos mantuvo su hermosura, como en el rol de mamá de Jorge Negrete en Dos tipos de cuidado); María Conesa, (la Gatita Blanca hispana que, a expensas del can-can, entre aullidos mostraba lo torneadito de sus blanquísimos pilares); María Teresa Montoya a quien don Pablo le “prestó” tres mil pesos a cambio de horizontales devoluciones, según susurraban lenguazas de alfiler (doña María Teresa tendría un papel estelar en la película El automóvil gris, filmada en ¡1919! unos cuantos meses después del crimen contra Zapata y unos cuantos meses antes del crimen contra Carranza).

Las cartas abiertas del gran Zapata desnudan el alma destinataria hasta los pipianescos encueramientos de un naufragio en el adobo.

 

 

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