ENCICLOPEDIAS, diccionarios, periódicos, revistas, epístolas… también la riegan con todo el continente incontinente del manguerear; en la televisiva editorial Clío del señor Krauze, uno de sus pomadosos vigilantes “literarios” garabateó con entintada seriedá que José Emilio Pacheco odiaba a su mamá (la jefecita del autor, no la del prologuista), introducción que condujo al polígrafo a protestar salpicando de hiel su queja, pues el “literato” comentador, confundió a un personaje de creación con el creador creando en el páncreas del escritor un iracundo remolino.
Vagabundo errar en vericuetos de equivocación
Enrique Krauze tuvo que dar la cara desenmascarada de historia a lo telenovelón, por aquel casi filicidio deducido por un chafísima “interpretador” de vuelos en pluma ajena que en picada y en azotón bien azotado… reducía en “análisis” sin frasquito de volada sin volado en etérea lactancia extemporánea.
En el libro En voz de Borges, de Waldermar Verdugo-fuentes, el cuestionado polígrafo argentino respondió a su entrevistador chileno -en otros términos pero mismita agachadera- , que le parecía incomprensible que Arthur Schopenhahuer haya sido tan agachón frente a Hitler; el filósofo nacido en Alemania falleció casi un siglo antes de que el nazi se trepara al Tercer Reich con su arsenal de crematorios, ¿ironía nada explícita del escritor?, ¿lapsus de don Jorge Luis?; el reportero mal se comportó nada reportó y nada le importó.
En un diccionario, destinado a estudiantes, Editorial Herrero, “ilustró” al alumnado que el líder argelino Ben Bella, que combatiera al colonialismo francés, murió poco después de la independencia de Argelia, tras ser derrocado por Houari Boumedienne, cuando en realidad exenta de dicción en diccionario… el revolucionario árabe (a su lado azulado de fraternidad estuvo Franz Fanon, el afamado psiquiatra y ensayista, oriundo de la bellísima Martinica) pereció en linderos de calendárica centuria en Argel, cincuentaytantos abriles posteriores a la liberación de su país.
Más que yerros abundan lapsus que suelen cobrarse con réditos tundidores, como la conocidísima equivocación en la “de ocho” del Diario de la tarde, en que se cambiaron pies de foto por metida de pata, respecto a dos gráficas involuntariamente al margen redactadas: la de un gorila que desde Oriente obsequiaron al zoológico de Chapultepec, y la imagen de Gustavo Díaz Ordaz, quien desde Los Pinos enojadísimo ordenó la clausura del rotativo en todo lo que duró su mandato, cuando en realidad el que debió protestar fue el simpático changote; otro lapsus güeyus aconteció en Unomásuno que al informar sobre el secuestro sufrido por el líder del Partido Comunista Mexicano, Arnoldo Martínez Verdugo, cometió metátesis (errónea colocación de letras) en un enroque de consonantes en el apellido materno, trastocándolo en una rigurosidad pornográfica.
Y acerca de erradas (que no de perradas) más de un ojito de visionaria lectura dirá retinado Errare humanum est, cuyo deslatinizado salpicar significa Regarla no es exclusividad de los hidrópicos; cualquier terrícola más de una vez desacierta en un nombre, una fecha, un color… pero hay de peros a perones sin perdones, cuando se trata no de lapsus súbitos sino de laxas ignaras que asumen y presumen la monumentalidad falsaria; no hay pues para tales fallas “académicas” expiación ni explicación.
De memoria este tecleador (que por cierto ya quiere chapotear en Leteo, a Margarito Montes Parra le taló Montes por “Sánchez) pone usarcé algunos ejemplitos en absoluto ejemplares: Consejería alargada en conserjería; divanes anudados en hilvanes; Agua Prieta por a una aprieta…
Un “asesor” que hace sor en milagrito
En una obra de consulta para estudiantes, publicada por Porrúa en los 60’s (¿o 70’s?) del siglo fenecido; la ensayista María Edmée Álvarez, “instruye” a escolapios de sexto y “secu” que Diego Hurtado de Mendoza, “Autor de El Lazarillo de Tormes” -la también profesora no lo sitúa como uno más de los hipotéticos hacedores del histórico y anónimo librito-, fue, aparte de novelador, asesor al unísono de la reina Isabel de Castilla y del rey Carlos V, cuando décadas separan al nacimiento del nieto y la defunción de la abuelita. Hubo un Diego Hurtado de Mendoza, homonimia que se repite a lo largo del transcurrir español, la maestra Álvarez puso de “Lazarillo” a quien no escribió novela alguna, pero sí laboró de consejero de doña Isabel, antes del reinado de la seño Chavelita, trabajó con el ½ hermano de ella, el rey Enrique IV, contra quien puso de monarca chocolatero a otro medio carnal de éste: Alfonso, en lo que se reseña como “La farsa de Ávila”.
El Diego de la docente fue suegro de Beltrán de la Cueva, al que las lenguas de alfiler endilgan la paternidad de la “Beltraneja”, hija de María de Avis y de Enrique IV, a quien los mismos lengüetazos afilados motejaron “El Impotente”, endilgándole impresionantes sienes de miura y de perchero.
Entre los hacedores del proemio colmado de alabanzas, está Julio Jiménez Rueda, que no aclaró ni de revoloteadora plumada, más que el lapsus, desconocimiento a fondo de la materia en ese texto escolar (de segurito don Enriquito lo hubiera reimpreso pa’su Reforma “Educativa”).
El Che y su semántica “clientela” desahogan el ego
Hay un ensayo de una riqueza bibliográfica extraliteraria: La isla profética, del estadounidense Waldo Frank, publicada en 1961 bajo encargo del gobierno revolucionario cubano poco después que Batista huyera en su propio batidero, pero aún no se pronunciaba el estado socialista; los errores suelen devenir rarezas muy bien pagadas por bibliófilos, verbigracia, sin verbo ni gracejo, la introducción de Elena Poniatowska en antología de hartas plumas, plumines y plumones acerca de Borges, donde la dama referida apuntó que don Jorge Luis era autor de Instantes, un dizque poema motivacional, cuya autoría de origen estadounidense había salido en Readers’Digest, la tan proimperial Selecciones, yerro que generó crítica y demanda de la viuda del escritor argentino, María Kodama, por lo cual el libro fue sacado de circulación y destruido, pero quien se haya hecho de un tomito mientras a la venta estuvo… sin errar tiene una fortunita impresa por tal errada; en una versión holandesa de una obra de Camilo José Cela hubo una regata intercambiada en los dos nombres del novelista, por lo que igualmente fue exiliada del mercado con todo y el canasto del mandado; en la primera versión del Sound and fury de Faulkner, el editor buriló por sus puras garlopas una cita shakesperiana de Macbeth, “The life is a walking shadow”, o La vida es una sombra que deambula, devastación desbastada que provocó la furia del novelador más allá de la encorajinada portada, tan mal reportada por el “garlopante” rebanador.
En La isla profética, don Waldo escribió que Ernesto Guevara era psiquiatra, con oficio aunado de psicoanálisis incluido el diván y la libre asociación de ideas; no es sólo este equívoco de obelisco lo que da riqueza al poseedor de alguna debutante edición del ensayo, sino que la revolución por vía de su ministro de Educación, Armando Hart, sin imposición alguna de contenido lo encomendó a míster Frank, en edición de miles y miles de decenas a la gaucha editorial Lozada, de Gonzalo Lozada, quien en la víspera era distribuidor sudamericano de la española Espasa-Calpe … hasta que los madrileños libreros se hicieron más franquistas que su facho Franco.
Waldo Frank tenía una postura progresista, aunque rehusaba el socialismo como en el texto de marras y de amarras caribeñas lo dejó entrever entre los oleajes; se nota a las primeritas ojeadas que lo anotado estuvo sujeto a las premuras, no sólo por cambiar de especialidad al comandante Guevara, en realidad alergólogo que en México se desempeñó una temporadita con el doctor Mario Salazar Mallén, hermano de Rubén, escritor éste de extrema diestra; se percibe en La isla profética que la invasión gringa a Bahía de Cochinos con ídem socios-sucios y cía. y CIA… ocurrió cuando el libro estaba por concluir en el entorno de la más exitosa campaña de alfabetización en la historia del mundo que hasta los más enconados anticastristas han tenido que reconocer; y ya que de alfa y beta es la veta, Armando Hart fue cónyuge de Haydée Santamaría, misma que formara parte del Pelotón Mariana Grajales, primerísima agrupación de solamente guerrilleras, puras mujeres en el resistente historial de la humanidad (en el entonces Vietnam del Sur, la cuñada del ujier gringo Ngo Dien Diem -Madame Nu- procreó sin entrañas la también primerísima agrupación de puras impuras mujeres, solamente sicarias, alquiladas para matar todo lo que a antimperialismo sonara a su patrona); y ya que de Santamaría sin sacrilegio de hiperdulía (adoración a la Virgen María) es la temática, Haydée estuvo presa por la dictadura tras el asalto al Cuartel Moncada, lo mismo que en otra mazmorra su hermano Abel, a quien los asesinos extrajeron los ojos para llevárselos en un platón a la fraterna, en tanto al igualmente encarcelado Luis Coloma, compañero sentimental de Haydée en aquella época, le desprendieron los testículos, envasijados después en la celda de la novia; así era la esencia batistiana: la crueldad sin medida abarcadora.
Ángeles de santoral equivocado
Magdalena Saldaña pergeñó con todo y velorios su Panteón mexicano, compendio de decesos -que no de “des ésos”- con fenomenales regatas que harían vacacionar sobre oleajes tupiditos de borrascas a los bienquerientes del surf; en un acápite de su semántico cementerio, dice que el general Felipe Ángeles volvió a México… convocado y con bocado por el Plan de Agua Prieta, pero este manifiesto contra Carranza se firmó en 1920, el divisionario aludido falleció un año antes, por órdenes precisamente de don Venustiano que todavía tenía de venusinos partidarios a los sonorenses que se levantaron bien tempranito para planear coordinadamente redundantes el levantamiento.
Otra regata sin regateo de doña Magdalena se halla en su “epitafio” a Francisco R. Serrano, a quien hace candidato del Partido Nacional “Revolucionario” (las comillas con todo y comidillas es obra que sobra de este maquinador de máquina Olivetti), pero el también general fue fusilado un año antes de que el PNR se fundara y se fundiera (y nos refundiera) en PRM y PRI.
Otra errada sin trébol ni herradura de Panteón mexicano ocurre en el “responso” dedicado a Evaristo Madero, a quien la autora pone de progenitor de Francisco I. Madero y para que no haya panchos de este don Pancho, doña Magdalena retoma el título de “mártir de la democracia de la Revolución 1910” para el presidente victimado; don Evaristo, empero, era el abuelo, el padre, también Francisco, fue quien convenció a su vástago para los Tratados de Ciudad Juárez, único convenio en el mundo en que un victorioso movimiento armado casi-casi signa en consigna su triunfal derrota con los vencidos convencidos en ganones.
Lo liminar, la introducción pues’n, correspondió a Joaquín Ortega Arenas, quien nada teclea referente a los yerros fierros y herrumbrosos; don Joaquín es hermano de don Juan para nada zorrillesco- polémico dirigente de la Unidad Obrera Independiente, la UOI de siglas y trayectoria más controvertidas todavía; don Joaquín ya que de Ortega arenados continuamos, fue uno de los abogados defensores de Pablo Molinet, un adolescente ejecutor de buena poesía que décadas atrás fue apresado por el gobierno panista de Carlos Medina Plascencia por el asesinato de una trabajadora doméstica, acusación que la fiscalía fincó en la biblioteca del sentenciado, por tener ¡a Rimbaud y su Temporada en el infierno!, entre otros textos “diablescos” incluidos uno de Paco Ignacio Taibo II; el bardo juvenil pronto salió libre, los torquemadianos señalamientos se consumieron de PAN en su propia hoguera; lo que nunca informó la defensa legal y la solidaria… fue qué aconteció con los dos hijos pequeñitos de la inmolada, quién fue el criminal, ni el nombre de la fenecida decían, ah qué don Joaquín de panteón tan reiterado. Antes de irse en su propio reguero, este tecleador añade la primera estrofa del poema dedicado a Guadalupe Díaz Zavala (apelativos de la difunta tan innombrada) en una plaqueta -publicada por Ediciones Canapé- con el título Desde la luz al quíntuple replicará la flor.
En tu nombre el estandarte multiplica un ramillete
Guadalupe Díaz Zavala
te quisieron evaporar
en sombra desarraigada de lo anónimo
partir sin nadie en rastro de oscuridad y de ceguera
pero aquí estás con nombre y ramillete
en manojo inmarchitable de violetas…
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