DEFINICIONES
MANUEL MAGAÑA CONTRERAS
El baño de sangre y muerte de periodistas dañan nuestras libertades fundamentales
LA MUERTE DEL PERIODISTA, sobre todo si es producto del asesinato, no constituye un drama que se circunscribe a lo familiar, porque su repercusión daña a la democracia, si se toma en cuenta que el periodismo es servicio a la sociedad a través de la información, el análisis y la conclusión.
CADA PERIODISTA que cae en el cumplimiento de su labor informativa, es una tribuna silenciada y por tanto, es una pérdida que se extiende a todos los estratos sociales, porque una voz acallada le resta oxígeno a las libertades propias de todo país, sea democrático o no.
México, en estos momentos, de acuerdo con la calificación de organismos internacionales como la ONU y domésticos como la Comisión Nacional de Derechos Humanos; con base en el criterio de organismos gremiales, como la Federación de Periodistas Latinoamericanos, está considerado como uno de los países más peligrosos para ejercer el oficio periodístico.
Y no cabe ninguna otra calificación, porque del año 2000 a la fecha, según informes de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, han caído bajo las balas asesinas anónimas e impunes hasta ahora, 82 compañeros periodistas cuya pérdida ha enlutado el mundo de la información hecha oficio periodístico, así como el resto de los sectores activos en nuestro país.
¿Quién o quiénes están matando a los periodistas impunemente? Esta es la pregunta para la cual no se tiene respuesta de las autoridades encargadas de la seguridad pública en México. El problema es de grandes dimensiones porque con base en las cifras de la revista Contralínea, el número de periodistas asesinados asciende a 93, del año 2000 a la fecha. El número de desaparecidos, según estas fuente, es de 16 colegas periodistas, en cuyos hogares viven los tormentos de la angustia por no saber el paradero de las víctimas.
Impunidad alienta crímenes
Del año 2000 a la fecha, los crímenes contra periodistas en el ejercicio de sus funciones informativas se han visto rodeados de la impunidad. El hecho de que no reciban castigo los autores de la privación de la vida a personas indefensas, tal parece que es factor de la multiplicación de los asesinatos, cuyos autores intelectuales y materiales permanecen en el anonimato, en medio de promesas que no cumplen los encargados de velar por la preservación de la vida de los mexicanos dentro de nuestro territorio.
En el estado de Veracruz, los crímenes se han sucedido unos a otros durante las últimas semanas y, tal como es costumbre en esta clase de asesinatos, los culpables no han sido localizado y desde luego, no se encuentran tras las rejas.
El presidente Felipe Calderón acaba de firmar una Ley de Protección a Periodistas, pero esta disposición, este decreto o como se le llame en la jerga oficial, según lo reconoce el propio jefe del Ejecutivo federal, sólo podrá ser realidad, cuando se realicen algunas adecuaciones en las leyes secundarias para que el decreto pueda tener plena vigencia”.
Urge contar realmente con protección para el ejercicio periodístico, porque los crímenes “están a la orden del día. “Veracruz -comenta La Jornada del domingo 17 de junio-, se ha vuelto uno de los estados donde los comunicadores tienen más motivos para temer por sus vidas, ya que en los últimos 18 meses han sido asesinados nueve reporteros o fotógrafos: Noel López Olguín, Miguel Ángel López, Velasco, Mizael López Solana, Yolanda Ordaz de la Cruz, Regina Martínez, Gabriel Huge, Esteban Rodríguez , Guillermo Luna y Víctor Manuel Báez Chino.
Con el transcurrir de los años -12 hasta ahora que es el período que corresponde al incremento de los asesinatos de periodistas durante los últimos tiempos- un ambiente de inseguridad e impotencia parece apoderarse del gremio periodístico, sobre todo en los estados donde con mayor intensidad se sufre el asesinato de los colegas de la información. Un clima de desesperanza prevalece en muchas redacciones, especialmente en las áreas de a provincia donde actúan preferentemente los asesinos de los colegas.
Libertad de expresión para todos
El periodismo en México vive uno de sus momentos más difíciles. El gravísimo problema de los constantes asesinatos de periodistas en el ejercicio de su tarea informativa no es lo único que ensombrece la Libertad de Expresión, sobre todo de la palabra impresa. Existen diversos factores que se oponen a quienes pese a poseer la vocación de informar con veracidad a la sociedad, ven cerradas sus puertas para cumplir con esta tarea, tan indispensable en toda sociedad que aspire a las libertades básicas.
En México, del año 2000 a la fecha, los monopolios y oligopolios tienen en sus manos lo que se llama “la gran prensa”, a cambio de que a la denominada “prensa chica” haya sido hundida en los sótanos de la marginación.
El próximo presidente de México deberá realizar un verdadero estudio para que, hechos los cambios que se necesitan para dar garantías a la vida de los reporteros en su misión informativa, en verdad se brinden garantías a quienes ejercemos la tarea de informar, analizar y concluir sobre la realidad existente en nuestro país.
De hecho, la llamada “prensa chica” ha desaparecido en México como lo demuestra el hecho de que haya dejado de publicarse la revista Siempre, uno de los medios de mayor credibilidad y tradición desde mediados del siglo pasado.
La Libertad de Expresión debe ser una realidad tanto para “la prensa grande”, como para la “chica”. De lo contrario estamos bordando sobre el vacío en relación a los proyectos para hacer realidad en nuestro país un estilo de vida democrático. En el ámbito de los periodistas asesinados en el cumplimiento de sus tareas informativas están los periodistas de mayor vocación informativa.
Por este motivo y el fundamental de que nadie tiene derecho a quitarle la vida al semejante. La próxima administración debe esforzarse en garantizar tanto la vida del reportero, como la posibilidad de que el periodista que ha recorrido el oficio de la información, en su condición de reportero, tenga la posibilidad de llegar a tener su propia publicación. El periodista lo es por vocación y esto hay que respetarlo tanto en su vida, como en su derecho a progresar en su especialidad.
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