VOCES DEL DIRECTOR
MOURIS SALLOUM GEORGE
“Sabandijas parlamentarias”
“SABANDIJAS PARLAMENTARIAS”, solía llamar Adolfo Hitler al conjunto de la representación popular de Alemania y, ni tardo ni perezoso mandó quemar el recinto del Reichstag, fuego que en mala hora se extendió por todo el Viejo Continente y enlutó a la Humanidad toda. Son los siniestros resultados de la militarización de la política y de la sociedad.
La democracia -aun como simple quimera- se ve mal retratada en uniforme militar. Las fuerzas armadas y la mayoría de las iglesias no son buena compañía para los demócratas. No lo son, por una sencilla razón: Su régimen estatutario, vertical y sujeto a una acerada disciplina no admite disidencia ni insubordinaciones. Ambas instituciones se guían por una pretendida infalibilidad de sus conductores a prueba de réplicas.
Parafraseando alguna cita bíblica, Hitler aplicaba a su modo la selección de las especies: Pocos pero escogidos. Esos pocos debieran ser capaces de arrastrar muchedumbres por las buenas o a la mala. Hitler se convirtió en la peor pesadilla para el parlamentarismo, cuya reconstrucción en Europa -y para nuestro caso, en algunos países de América Latina tomados por asalto por juntas militares- costó a los ciudadanos sangre, sudor y lágrimas.
El fragante amanecer de la tunecina Revolución del jazmín sembró fabulosas y fabuladas expectativas para los movimientos contestatarios en países del Cercano Oriente que fueron bautizados con el poético nombre de Primavera árabe.
En Egipto, con el derrocamiento del tirano de larga data Mubarak, se emprendió el ensayo de elecciones que se esperaban libres. En días recientes, las esperanzas se fueron derrumbando piedra por piedra.
El primer signo de que no existiría para los egipcios tal libertad de elegir, lo fue la sumisión de la Comisión para Elecciones Presidenciales, plegada a los designios del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA). No hay borracho que coma lumbre, dice nuestro refranero popular que agrega: El miedo no anda en burro. El siguiente paso hitleriano fue la disolución del Parlamento egipcio.
Por la densa complejidad cultural y política de aquellas sociedades casi míticas, pero sobre todo por el injerencismo externo, desde las primeras semanas en que irrumpieron los movimientos comentados con una alta dosis de energía juvenil, dijimos que no era deseable cultivar falsas expectativas. Que sería mejor observar con sumo cuidado la evolución de los acontecimientos.
Aun cuando finalmente pudiera reconocerse en Egipto el triunfo electoral de los Hermanos Musulmanes, nada garantiza la liberación y modernización de los procesos electivos como detonadores de la democracia en la vida pública en general.
En tiempos como los que en este momento vive un México militarizado en cuyo centro de gravedad está la formación de nuestros poderes públicos, resulta recomendable para nuestras sociedades política y civil en México aprender en cabeza ajena.
Saludamos con respeto y esperanza, por ejemplo, la insurgencia de fuerzas juveniles que se mueven en y desde los centros de educación superior del área metropolitana del Valle de México, pero como reacción cautelar no podemos dejar de prevenir que el entorno político está sumamente corrompido y todo lo que toca lo pudre.
Los movimientos juveniles no son inmunes a la inmundicia institucionalizada que corre como río en época electoral y es difícil que un movimiento sin estructura orgánica y una fuerte vocación de insobornabilidad pase ileso la prueba. Desearíamos de buena fe que esto no ocurriera. Pero no bastan los buenos deseos.
Vemos como las superestructuras del poder se defienden como gatos boca arriba para no perderlo. El Maquío Clouthier hacia de esa estampa una alegoría populachera: ¿Cuándo se ha visto que una marrana suelte la mazorca que trae en el hocico? Así es. Para el saqueo de los dineros públicos no siempre hay una segunda oportunidad.
El espectáculo que ofrecen los dirigentes de los partidos y los candidatos en campaña, sonsacados por los poderes fácticos, se puede calificar (entre corchetes) como legitimo. Parece que el supuesto de que en la guerra y el amor todo se vale, todo lo autoriza también en la política. A fin de cuentas, andan en campaña electoral.
Pero, si subimos la mira, a ese deleznable espectáculo se agrega otro peor: La crisis de institucionalidad en las relaciones entre los tres poderes constitucionales; el falso terciopelo en el trato entre los dos órganos competentes de organización, vigilancia y sanción del proceso electoral. Y lo más grave: El evidente desencuentro entre los altos mandos de nuestras Fuerzas Armadas.
No todo -en ese complejo de anomalías- desemboca fatalmente en desenlaces fatídicos y de una vez y para siempre. Como no jugamos al Búho de Minerva, preferimos asistir a las urnas con actitud alerta desde la misma noche del 1 de julio. Siempre se puede llegar a la edad de la razón. Son nuestros votos.
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