VOCES DEL DIRECTOR
MOURIS SALLOUM GEORGE
Celoso de la honra y
desobligado del gasto
EL VIEJO REFRAN POPULAR, es un saco a la medida del Presidente saliente Felipe Calderón Hinojosa. No es, sin embargo, cosa de tomarse a broma, como suele ocurrir con el refranero mexicano. El panista deja a su sucesor Enrique Peña Nieto un México naufragante en un verdadero hoyo negro.
LA METAFORA QUE DA TITULO a esta entrega, la inspira un tema que está lejos de ser mero tópico, al que ni siquiera con esta categoría le da tratamiento la mayoría de los medios de comunicación mexicanos. Se trata de la apelación al principio de inmunidad para jefes de Estado, invocado por el gobierno de Calderón Hinojosa para arropar al ex presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, expuesto a demanda civil en una corte federal de los Estados Unidos, por presunta responsabilidad en la matanza de Acteal en diciembre de 1997.
La sospechosa denuncia fue interpuesta, en septiembre de 2011, por un despacho de abogados residente en Miami, Florida, a nombre de diez supuestas víctimas de aquel sangriento suceso. El recurso de inmunidad fue promovido por el propio Zedillo Ponce de León ante el Departamento de Estado, y respaldado en noviembre por el jefe del Ejecutivo. En su nombre, el embajador en Washington, Arturo Sarukhán firmó el texto respectivo, en cuyo contenido se pretende esgrimir la defensa la soberanía del Estado mexicano.
Ese es el punto: Durante lo que va del sexenio calderoniano, por todos los costados y en asuntos de la más trascendente gravedad, la soberanía nacional ha sido agraviada sistemáticamente por la Casa Blanca, al grado de que el Presidente mexicano fue humillado recientemente por el embajador norteamericano Anthony Wayne, a quien Calderón Hinojosa le tuvo que ofrecer disculpas después de que la Embajada denunció una emboscada, atribuida a policías federales, contra un vehículo amparado en el estatus diplomático de esa legación, en la que viajaban dos ciudadanos estadunidenses, guiados por un oficial de la Armada de México.
Con independencia de lo que de la investigación del caso resulte, está el hecho de que aquellos ciudadanos estadunidenses, según las versiones oficiales preliminares, se dirigían a supervisar un campo de entrenamiento militar, con presencia de instructores del vecino país, instalado en un paraje del estado de Morelos. La revelación dio pie a que legisladores mexicanos emplazaran al Ejecutivo a informar con base en qué acuerdos bilaterales y cuántos de esos centros operan en México, cuestión que no ha sido respondida.
El ominoso episodio se inserta en el cúmulo de registros relacionados con la guerra narca, que van desde la denuncia de la libertad con la que se mueve en México personal de la DEA, el FBI, Aduanas y otras agencias de los Estados Unidos; el pedido de vuelos en cielos mexicanos de los asesinos drones (aviones no tripulados de uso permanente por EU en el Medio Oriente), hasta escandalosas operaciones, como Rápido y furioso, de introducción de armas a territorio nacional por las propias agencias del gobierno norteamericano. ¿Y el principio de soberanía nacional?
En el asunto que nos ocupa, la versión convencional de que los agredidos en el estado de Morelos -con intenciones homicidas, según conclusiones de la reconstrucción de hechos- son agentes de la Agencia de Inteligencia (CIA), del gobierno norteamericano, ya es de suyo un dato alarmante. Peor aún: A horas de registrado el suceso comentado, en Washington se dio por buena la especie de que aquellos supuestos agentes eran en realidad contratistas -mercenarios, pues-, a los que echa mano El Pentágono para operaciones de terroristas contra gobiernos de países del Medio Oriente, desafectos de la Casa Blanca. ¿Y el principio de soberanía nacional?
Ahora resulta que hasta presuntos terroristas fugitivos, vinculados con los atentados del 9/11, son arrestados en territorio de Yucatán, cuando se supone que la cacería emprendida por los Estados Unidos ha dado cuenta incluso de Osama Bin Laden y cuadros sucesores, supuesto que habla de la eficacia antiterrorista que, no obstante, no daba con un activo quién sabe si de menor monta, y por fin México lo atrapó, ¿haciendo qué?
Desde que el proceso de sucesión presidencial se puso en marcha, y aun antes, Calderón Hinojosa insistió machaconamente en que su “estrategia” de combate al crimen organizado debería ser ineludible prioridad del próximo Presidente; de lo que se colige que podría haber venido fabricando un asfixiante corsé al próximo Comandante de las Fuerzas Armadas mexicanas, con la vieja consigna a la mexicana: El que venga atrás que arree. Grave asunto.
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