PAPELES AL VIENTO ABRAHAM GARCÍA IBARRA (Exclusivo para Voces del Periodista)
¡Cosas veredes, Sancho¡
EN LA AGONIA DE LA premodernidad priista, a algunos jilgueros del régimen les dio por ofrecer a los ingenuos impulsores de la política social, el pleno empleo. (“Máximo” empleo, corregían los menos acelerado, para poner sus cosas en términos realistas). Entonces, a economistas asesores del sindicalismo obrero se les ocurrió proponer elevar a rango constitucional la semana inglesa. Esto es, jornada diaria de ocho horas con descanso viernes y sábado.
Quasimodo, representación del sistema electoral mexicano.
El único segmento laboral que ha logrado la semana inglesa, es el de los lectores de noticia en los medios electrónicos. Ya en el cuarto día, con cierta pachorra, anuncian que es viernes chiquito y al día siguiente exclaman entusiasmados al abrir sus “barras”: Gracias a Dios que es viernes. Ese modo de ver la tarea “noticiosa” es dictado por la semana burocrática: Las oficinas del gobierno le bajan sábado, domingo y días festivos, casi a cero, la emisión de boletines, insumo casi total de esos programas “informativos”. Por eso hay canales de televisión privados de provincia que incluso esos días quedan fuera del aire.
De ello sigue, verbigracia, que temas de suyo trascendente como es la declaración de Presidente electo de México, o la inauguración de la LXII Legislatura federal en Sesión de Congreso General, se den como refritos tres y dos días después, cuando la competencia ya están cubriendo su agenda informativa con las nuevas matanzas provocadas por la guerra narca, “tópico” tiempo ha censurado por el comisario oficioso de medios del calderonato.
Por supuesto, las presencias en vivo también se suspenden: Los únicos con derecho de admisión a cabinas de radio y sets televisivos desaparecen de la escena, por la sencilla razón de que ya no existen políticos de tiempo completo. Es más: La de los “políticos de altura”, parece una especie en extinción, como lo son también los procesos de comunicación verdadera.
Al empezar a operar Sky en México, aquellos vacíos -nunca se quedan tal- fueron llenados, para satisfacción de la gente deseosa de ser y estar informada, por CNN en español (canal 627); Televisión Española (271) y últimamente por NTN sudamericana (635), con cobertura de 24 horas.
Pero apareció Milenio Tv
¡Hete ahí! que, para beneplácito de los adictos a las verdaderas noticias, a la auténtica información y a la libre opinión, se presentó en el menú una fresca y jugosa propuesta de 24 horas… y 365 días del año: Milenio Tv, con una juvenil, elegante, ágil y fonéticamente discreta, novel generación de conductores, que hasta la manera de dar el reporte del tiempo nos aclimató. Desde luego, nota sobresaliente del proyecto fue lo que en esa actividad se tipifica como noticiarios de autor; aquél que se diferencia del simple lector de boletines.
No pasó mucho tiempo para que -crecientemente aceptada por el público la nueva opción-, con la arrogancia propia de los poderes fácticos, desde una de las pinzas del duopolio, Leopoldo Gómez, conocido en los espacios de Tercer Grado para desvelados (“analizamos” puros chismes, dijo un sobrino) como Tío Polito, convocara a conferencia de prensa para amenazar expresamente a dicha competencia con una alternativa bautizada, si mal no recordamos, como Foro Tv.
El platillo fuerte: un dizque payaso, lépero, y algunos circulares “líderes de opinión”, de esos que Carlos Salinas de Gortari denosta como intelectuales mutantes, siempre en espera del nuevo señor presidente. Fue tal la precariedad de la iniciativa -fallida-, que a las pocas semanas se le buscó reacomodo cercano a los canales telenoveleros, sin mejorar nómina ni esfuerzo de producción. Ésta cuesta.
Pues bien: Con independencia de los alcances en el rating, la última semana de agosto Milenio Tv se voló la barda: Nos asombró y atrapó con la trasmisión de un espeluznante espectáculo de impudicia y terror -mezcla de La Corte de los Milagros, Nuestra señora de París y Blanca Nieve y los siete enanos-, en el que la alucinación nos hizo imaginar la representación protagónica de Quasimodo o El satánico Doctor No, etcétera, con un cierre magistral -final feliz, obligado- en el que nos sedujeron el legendario Príncipe por todos tan amado y su encantadora Blanca Nieve. El editor tuvo el atrevimiento de echar un velo plomizo sobre ciertos declamadores a closop.
Un poco astrosa, la justicia electoral
Aunque en el reparto de ese reprise pasaron el casting -y difícilmente por el ojo de la aguja tejedora de abigarradas y abrigadoras colchas declamatorias- la Madre Constitución y sus doncellas leyes que “de ella emanan”, la prodigiosa combinación de fascinantes cuadros tuvo mucho de grotesco en la encarnación viva y estropajosa retórica de la debutante Justicia Electoral, que se quedó atrapada en los harapos de Cenicienta.
Logística y escenografía, rigurosamente concebidas, conspiraron para que, en lo alto, iluminara la escena el ungido, y a sus plantas los hieráticos súbditos -custodios de la democracia- nunca de espaldas al altar, como lo dispone el culto católico. Cumplido el sacro ritual de la consagración, el coronado escapó por una salida trasera del foro, seguido mansamente por el séquito de quienes dejaron la toga para otra ocasión.
Emocionado, pero ceñido al libreto, el selecto público se reprimió: No pudo expectorar el Muerto el rey, ¡Viva el rey! Vaya, ni siquiera con sordina, un tímido ¡Bravo! Vimos y escuchamos, sí, el enardecido contraespectáculo en el exterior, sin que se le asestara en la trasmisión ni el anatema ni la lapidaria excomunión. El editor de la trasmisión tuvo el atrevimiento de echar un baño plomizo sobre la imagen a closop de algunos declamadores en el acto central.
Qué audacia y qué éxito el de Milenio Tv -cuya rúbrica noticiosa imprescindible es México bajo fuego- que tuvo la pertinencia, como signo de respeto a la inteligencia del espectador, no poner ni a cuadro ni en off a atrevidos narradores, de esos que luego exhiben su ignorancia en la Noche del Grito o en el desfile del 16 de Septiembre, eventos en los que suelen aparecer quienes confunden a doña Josefa Ortiz de Domínguez con María Candelaria o lo bizarro con lo esbirro. ¡Enhorabuena! Nos vemos en la reproducción de 2018.
Monreal y Peña Nieto
La no menos grotesca contraoferta la tuvimos casi en la madrugada del jueves 6 de septiembre, en “el Canal”: Los traviesos sobrinos del Tío Polito, que hablaron de estertores y crisis de “nuestra” democracia, montaron sin embargo el cadalso contra los réprobos “perdedores de siempre”, carentes de pulcritud y profesionalismo, rijosos contra los limpios y probos. A contrapelo de la paciencia del mentor-inductor, un pequeño hombrecito, réplica de afamado alemán, vomitó una reacción colérica que forzó el “corte” final de la emisión que ya rebasaba el tiempo reglamentario.
En ese arrebato para defender a los impecables consejeros y magistrados electorales federales intervino un “líder de opinión” que el 20 de mayo de 2005 nos contó una edificante historia sobre un aquelarre del Consejo Electoral del Estado de México (IEEM), cuyo núcleo informativo nos reporta el desenlace: “No se ha probado que los consejeros electorales cometieron un delito. Vaya, ni siquiera se les ha comenzado a investigar. Pero como las imágenes (televisivas) cumplieron de inmediato la función de huella, indicio, vestigio y evidencia, quedaron aniquilados.
“De nada sirvieron los argumentos de descargo que esgrimieron, en forma muy torpe, por cierto. La imagen los mató. Y frente al tribunal visual, no hay defensa posible. Lo visible derrotó una vez más lo inteligible. No fue necesario comprender. Bastó con ver. Ya no hubo tiempo para la reflexión…”.
Ese explosivo regocijo del redactor lo provocó entonces el fulminante cese de todo el Consejo General del IEEM, implicado en actos de corrupción en la organización de la elección de gobernador mexiquense. El personaje que le puso el cascabel al gato se llama todavía Ricardo Monreal Ávila. De aquel proceso electoral resultó gobernador Enrique Peña Nieto. ¿Quién sabe que milagros éticos han acontecido a lo largo de siete años, que ahora los acusados por Monreal Ávila merecen ser elevado a los altares de la Patria por su impoluta conducta basada en los principios de objetividad, certeza, legalidad y, sobre todo, de independencia e imparcialidad. ¡Cosas veredes, Sancho!
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