VOCES DEL DIRECTOR MOURISS SOLLOUM GEORGE
Peña Nieto en el
filo de la navaja
CON VISITAS DEL TERCER MILENIO, entre un grupo de intelectuales y líderes políticos, el escritor futurista Heidi Toffler sostuvo que la historia, tanto de las sociedades agrícolas, o de la Primera Ola; como industriales, o de la Segunda Ola, está marcada por sangrientos levantamientos de esclavos, siervos y obrero, “Pero las sociedades de la Tercera Ola, descentralizadas y basadas en el conocimiento, están acompañadas de una tendencia nueva y sorprendente: Un riesgo cada vez mayor de revoluciones por parte de los ricos”.
LA DEPIADADA GLOBALIZACIÓN entraba a galope. En el periodo de extrema turbulencia y peligro que se avecina, advierte Toffler, nuestra supervivencia dependerá de que llevemos al cabo algo que nadie ha hecho durante cuando menos dos siglos. Así como hemos inventado una nueva forma de guerra, “tendremos que inventar una nueva forma de paz que utilice la descentralización del poder y el conocimiento para combatir las formas de violencia de la Tercera Ola.
En el actual momento de destino mexicano, que sobrecoge a la comunidad nacional, atrapada entre la guerra y la incertidumbre, Enrique Peña Nieto se ha propuesto como el Presidente de la paz y la seguridad.
Son palabras mayores, en un marco de alienación del poder político constitucional, que ya vadea el Valle de México para cerrar el cerco militar en torno al Distrito Federal, sede de los poderes de la Unión.
Estamos en el centro de gravedad de una guerra intestina, dictada por la insensatez. Lo han dicho compatriotas de mentes lúcidas, pero recientemente la ha tipificado con ese calificativo el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, tomado aquí a título de fe cuando codificó al sistema político mexicano como la dictadura perfecta, ocurrencia que casi le cuesta la deportación.
Con independencia de la calidad del proceso que ha culminado con su designación como Presidente electo, Peña Nieto enfrenta una erizada situación sólo comparable con la que tuvo como protagonista principal a Ernesto Zedillo Ponce de León en 1994. La diferencia fundamental entre los dos momentos es que, no obstante el estallido de la crisis económica entre 1994 y 1995, la amenaza de guerra estaba bajo control de unas Fuerzas Armadas que actuaban con acerado espíritu de cuerpo y contaban con la confianza de los más amplios segmentos de la sociedad.
Zedillo Ponce de León, en efecto, asumió el poder cuando la unidad de mando del Ejército y la Armada de México no exhibía las graves fisuras que hoy son visibles, sobre todo en estas semanas en que están por definirse las titularidades de esos cuerpos castrenses bajo la comandancia suprema del nuevo jefe del Poder Ejecutivo federal.
El sucesor de Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, tuvo una asunción sin sobresaltos y, aun con la perversa presión desde alguna troneras mediáticas, se resistió a echar mano del Ejército para reprimir las perturbaciones que enmarcaron la transición en el poder presidencial en 2006.
Por insensatez o por deliberada maquinación -que semejan un pleonasmo macabro-, el escenario en el que transita Peña Nieto hacia Los Pinos dista de ser el más propicio para una entrega-recepción civilizada y democrática.
Opera una doble moral -las dos caras de Jano- en el ámbito de los poderes constitucionales y los fácticos con miras al 1 de diciembre próximo. Se finge públicamente solidaridad hacia el nuevo ungido como moneda de cambio para cuando esté en condiciones de dispensar favores, pero desde la sombra se urden tácticas de chantaje, típicas en las horas de transición política, en las que los que ven amenazados sus privilegios fabrican conflictos para vender las soluciones.
Con perverso instinto y simplificación mimética, los aduladores pretenden aparecer como los buenos de la película, para revestirse de autoridad acusadora contra los malos; los “otros”. Los causantes de la polarización socioeconómica y política, pues, denunciando a presuntos polarizadores de enfrente.
En esa calculada acción compulsiva, no se da respiro a Peña Nieto para reflexionar por si mismo, hacer su elección y explorar formas de reconciliación y unidad, a las que convoca de manera recurrente y necesaria para pacificar el país.
De cuanta claridad y madurez requiere el Presidente electo para evitar la peligrosa celada en la que se le pretende tomar en rehén por los intereses creados… y por crearse. Si, como presumen los órganos de competencia electoral, la investidura de Peña Nieto se dio conforme a derecho, es hora de recordar al clásico: No hay derecho contra el Derecho.
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