VOCES DEL DIRECTOR MOURIS SALLOUM GEORGE
La banca canalla
UN TRIBUNAL JUDICIAL DE MILLÁN condenó hace unos días al ex primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi, a una pena de cuatro años de prisión por fraude fiscal en combinación con el presidente de Miediaset -empresa del corporativo de medios de Il cavalieri-, Felipe Confalonieri. Como hombre de negocios y hombre público Berlusconi es prototipo de corrupción. En esta asignatura, Italia da mucho de que hablar en Europa. Pero la justicia de Milán es otra cosa.
Hace unos días, el fiscal general del Nueva York, Eric Schneider presentó una demanda ante el Tribunal Supremo contra el banco JP Morgan Chase, por actos fraudulentos y engañosos con la invención y venta de valores respaldados por hipotecas (se les denomina RMSB), antes de la crisis financiera de los Estados Unidos de 2006-2007. Morgan se agandalló la bonita suma de 22 mil 500 millones de dólares. Los Estados Unidos son tipificados como paraíso de corrupción. Pero la fiscalía de Nueva York se cuece aparte. Desde ahí, en los noventa del siglo pasado, se le echó el guante a miembros de la banda del Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI por sus siglas en español), que consumó una estafa a escala planetaria.
Estados Unidos vs. Bank of America-Countrywide es el juicio abierto por pérdidas de unos mil millones de dólares en agravio del Estado entre 2007 y 2009. El proceso se inició a mediados de octubre. Tocó esta demanda al fiscal Preet Bharara. También el caso está basado en hipotecas fraudulentas. Apenas el 9 de octubre se había abierto causa al Wells Fargo por falsear certificados de hipotecas con cargo a la Agencia Federal de Vivienda.
En esa ofensiva judicial, cayó antes un ex administrador de Goldman Sachs, Rajat Grupta, condenado a dos años de prisión y multa de cinco millones de dólares por el juez Jed Rakoff, por uso ilegal de información confidencial para operaciones ventajistas.
¿Por qué?, es la pregunta, si los tecnoburócratas neoliberales de México son tan adictos a importar todo tipo de marranadas del extranjero, ¿no importan también las acciones correctivas para, si no acabar con la corrupción, al menos atemperarla? Porque están bien engrasados por los corruptos.
Díganlo si no, los casos de Wal*Mart y HSBC. La primera ha sido pillada en los Estados Unidos con los dedos en la puerta sobornando a lo lindo a funcionarios mexicanos. El segundo, dándole vuelo a la lavadora por sumas que no baja de 20 mil millones de dólares del crimen organizado. Y no pasa nada. El presidente de la República no instruye ni a la Secretaría de Hacienda ni a la Procuraduría General de la República para que actúen en consecuencia. La Comisión Nacional Bancaria y de Valores tiene su propio lavatorio, pero de agua bendita.
Pero hay un crimen mayor: El PAN-Gobierno permite que seis bancos, entre ellos los extranjeros Santander, Comercio y, oootra vez, HSBC, que exportan sus fabulosas ganancias a sus matrices en el exterior, se hinchen con un renglón que se supone prohibido por los reguladores bancarios: El ahorro de los más pobres, entre ellos millones de pensionados.
Se trata de un mercado bancario en México que opera 26 millones de llamadas cuentas básicas. Son las cuentas de ahorro de personas que, por el corto alcance individual (que en la suma total llega a miles de millones de pesos), no tienen opción de contratar inversiones en papeles especulativos de alto rendimiento. No basta que esas cuentas devenguen los intereses pasivos más miserables. Esos seis bancos aplican comisiones al manejo de esas cuentas básicas que, según la Comisión Nacional de Defensa y Protección a Usuarios de Servicios Financieros y Bancarios (Condusef), deben estar exentas de comisiones.
Y todavía el gobierno de Felipe Calderón blasona que su lucha contra la corrupción es reconocida hasta por la Organización de las Naciones Unidas.
Son conductas, aquellas, que provocan, que, cuando se va un gobernante de cualquier signo partidista, la gente clame: ¡Regresa! ¡Regresa!, pero lo que te robaste. Pero el gobierno que llega le cuida las espaldas al que sale, en espera que el que arribe en el siguiente periodo también le cuide las espaldas. Son ciclos que nunca terminan, mientras se sigue hablando de democracia. Sí, de la democratización de la corrupción.
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