Ayer los estudiantes,
hoy los maestros
EDUARDO LÓPEZ
BETANCOURT
RECUERDO MUY BIEN CUANDO, en 1968, un
sujeto en su programa noticioso “se rasgaba las vestiduras” y hablaba pestes de
los estudiantes que realizaban el conocido movimiento de ese año; inclusive, sin
piedad, “el rey de la información” incitaba a la violencia, invitaba a la ciudadanía
a que repudiaran y de ningún modo permitieran manifestarse al alumnado. Asimismo,
aseveraba que éstos formaban parte de un grupo que sólo deseaba desestabilizar
al país.
Las tanquetas en el Zócalo, 1968.
Por supuesto, tan innoble individuo, que
usaba enormes audífonos, no era el único. Todos los medios
de comunicación lanzaban sus filípicas contra los jóvenes, quienes debían ocultarse
para evitar el linchamiento.
Hoy, el famoso informador se pasea con
políticos de izquierda, quienes por cierto, no pierden oportunidad en rendirle homenaje;
incluso la propia UNAM le reconoce. Empero, tengamos presente que fue uno de esos
alumnos denominados fósiles; o sea, hizo
su carrera en decenas de años y de una manera nada idónea y menos honesta. Sin
embargo, eso es lo de menos. Lo importante es tener suerte y ser influyente, no
la preparación ni el talento.
Volviendo al tema de los estudiantes
del 68, cabe apuntar que hasta fueron considerados terroristas; ahora, con similar
temática, los principales medios de comunicación tachan a los maestros de
delincuentes, además de holgazanes que se niegan a dar clase a sus alumnos.
Lo que menos piden los periodistas de televisión,
radio y medios escritos, es que los mentores sean despedidos y socialmente denostados.
En el caso concreto, la auténtica problemática,
es que el titular de la SEP,
carece de oficio para el cargo; en primer lugar, no es preceptor de origen; no
olvidemos, fracasó como secretario de Gobernación, en buena medida por su impericia
para el dialogo. Está acostumbrado a aplicar “la ley del garrote“. La palabra es
la llave más eficaz para resolver conflictos, y en ello, escuchar la opinión ajena
es factor esencial.
Abandono pacífico
Desde mi punto de vista, los profesores
tienen razón, simplemente por dos motivos: La evaluación no puede ser agente
esencial en materia educativa; como bien dijo Cuauhtémoc Cárdenas, a los
primeros que se debe evaluar es a los funcionarios de la SEP.
Por ejemplo, ¿sabrán qué es el “hecho
educativo”? ¿tendrán suficientes conocimientos de psicotécnicas, en el sentido
de saber elaborar un examen? Resulta evidente, al ser sólo políticos, seguramente
no conocen de evaluación, mucho menos de motivación y eros pedagógico.
Evaluar no sólo es aplicar una prueba;
implica una serie de factores, diversas variantes, que debidamente concatenadas
producirán un resultado.
Es imprescindible que el gobierno busque
mejores interlocutores para tratar con los docentes, y ponga “un alto” a los “perros
rabiosos” de la comunicación, quienes se han abalanzado con todo para ofender a
diestra y siniestra a los maestros, mismos que están en una legítima lucha
laboral, pasando momentos sumamente difíciles.
Mantenerse en plantón con las inclemencias del tiempo,
en una plancha de cemento, como lo es el Zócalo capitalino, no es nada
agradable. Resulta un duro sacrificio, extremo al que han llegado los mentores.
Todo por no haber sido debidamente escuchados ni atendidos en sus demandas,
justas y debidamente legitimadas.
Maestros al Zócalo.
Los maestros son base de sustentación en
una sociedad. El progreso sólo se puede lograr a través de la enseñanza, la
cual en México se encuentra en paupérrimo nivel, circunstancia que no es culpa
del profesorado: Es resultado del abandono que sufrió la enseñanza por parte
del gobierno desde 1970.
Los preceptores, al igual que los
alumnos, han sido víctimas de pésimas políticas educativas, falta de
presupuesto. Empero, esencialmente, de un afán perverso por hundir en la peor
de las ignorancias al pueblo de México, manipulándole con subnormales
telenovelas, amañados partidos de futbol o infames musicales, en tele y radio, con
la finalidad de mantener a la gente turbada, mientras aviesos mandatarios hacen
de las suyas.
No cometamos el mismo error de 1968. Si
los maestros no están en sus aulas es por culpa de los gobernantes; la opción
para que nuestra Patria salga adelante son los docentes, no politiquillos
malandrines y demagogos.
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