Muchas veces se atribuye el éxito de las guerras a los grandes generales o a los políticos en turno cuando el mérito es, en realidad, de otros cuyos nombres no quedan en las doradas letras de la historia.
 En 1941 en plena Segunda Guerra Mundial quiso enrolarse en el ejército un famoso mago llamado Jasper Maskelyne (1902-1973). Fue rechazado por ser muy ‘viejo’ ya que tenía 37 años y no había recibido instrucción militar ¿y qué podía hacer un mago en el ejército inglés aparte de entretener a los hombres?, pero un año después convenció al mando de que podía usar sus habilidades en el frente. Y maravilló a los oficiales con una simulación perfecta: la aparición de un acorazado alemán subiendo por el Támesis.
Llevaba la magia (y la inteligencia) en las venas. Su abuelo John Nevil Maskelyne (1839-1917) había introducido en 1873 la ilusión de la levitación. En Gran Bretaña el apellido Maskelyne era sinónimo de magia.
El desierto del norte de África era uno de los escenarios más importantes de la Segunda Guerra Mundial. El control aliado de esa zona podría ser trampolín para invadir Sicilia y luego Italia. Los alemanes querían bombardear el puerto de Alejandría pues era de gran valor estratégico por el petróleo y los suministros para los ingleses. Allí fue enviado Maskelyne al que se le permitió formar una unidad de camuflaje experimental. Reclutó dibujantes, químicos, vidrieros, ceramistas, etc. Había nacido la “Banda Mágica”.
 Le preguntaron qué podría hacer para proteger el puerto de Alejandría, ¿hacerlo desaparecer? No lo hizo exactamente así, descubrió a unos pocos kilómetros que la Bahía Maryut tenía un contorno similar a dicho puerto. Como los ataques eran por la noche hizo una réplica de las luces de Alejandría en ese lugar y puso edificios de cartón. Al llegar la noche hizo que se apagaran las luces de Alejandría y se encendieran las del engaño. Los alemanes, mordieron el anzuelo, descargaron sus bombas sobre la maqueta. Con un éxito como este le encargaron proteger el Canal de Suez pues era otro punto clave y uno de los objetivos de Erwin Rommel (el único militar del Tercer Reich que tiene un museo de su vida y obra) ya que permitía el paso de petróleo para los tanques y barcos ingleses. Maskelyne puso 21 focos estroboscópicos de 14 km de alcance y un sistema de espejos rotativos. Ello provocó que no vieran el canal y no pudieran bombardearlo. Para probar el invento el mismo Jasper se subió a un caza y fue tal el efecto que el piloto se cegó y sólo pudo maniobrar estando a 300 metros del suelo.
 Sin embargo, su mayor truco fue en la batalla por Egipto. Rommel (El Zorro del Desierto) había rechazado al ejército británico hasta el Alamein, a 100 kilómetros de Alejandría. Montgomery decidió atacar por el norte, y Maskelyne hizo ‘ver’ a los alemanes un ejército atacando por el sur. Para ello instaló maquetas de todo tipo: tanques, cañones, aviones; funcionó. Los alemanes concentraron la mayor parte de sus fuerzas en el sur para frenar a ese falso ejército mientras se iniciaba el verdadero ataque. Para cuando Rommel reaccionó ya era tarde, pues los británicos habían atravesado sus líneas y estas empezaban a retroceder hacia Libia. Con hazañas como esas, uno se plantea reconsiderar la magia, la astucia de este hombre pudo más que el genio del oficial alemán. Probablemente ni a él mismo le pasó por la cabeza ser capaz de vencer sin disparar una sola bala.
En 1946 regresó a Inglaterra para continuar haciendo magia y, orgulloso de su labor, obtuvo permiso para actuar luciendo el uniforme del ejército británico tuvo mucho éxito, pero no pudo con un formidable adversario: la televisión. Se retiró a Kenia hasta su muerte.
Sus secretos mágicos de guerra serán revelados por el gobierno a partir de 2046 (!).
More articles by this author
|
RSS Comentarios