Saludamos con inquebrantable solidaridad a la colega Carmen Aristegui contra quien, a pesar de encauzar su litigio contractual por las estrictas vías jurídicas, en las que está haciendo valer su legítima defensa, acaso por ello sigue siendo objeto de un linchamiento tumultuario que en recientes días se manifestó con ataques cibernéticos que interrumpieron su sitio digital en el que sostiene su lucha periodística.
Si bien paradigmático, el caso de Aristegui no es un acontecimiento aislado en este México que está siendo sometido a la ley de la selva, en que la fuerza de la razón es suplantada por la sinrazón de la fuerza.
La función periodística, una vez espejo del proceso de barbarie antidemocrática que se ha enervado en el país, ha devenido protagonista involuntario -no aceptamos el papel de víctima- de las mismas acciones que denuncia y contra las que exige freno y rectificación a fin de restituir una atmósfera civilizatoria a la que aspira toda sociedad democrática.
En menos de cuatro décadas, el México de la gran Reforma Política concebida e instrumentada para orientar e institucionalizar la lucha de los contrarios y atemperar los excesos de le ley del hierro de la oligarquía, ha sido retrotraído a épocas en que la política se ejerció como oficio de horca y cuchillo.
Juego cruel, describió el clásico Roberto Michels esa suerte de las democracias en desarrollo, en las que sus actores experimentan una transformación gradual y adoptan el espíritu aristocrático y en muchos casos las formas aristocráticas, contra las cuales habían luchado con tanta fiereza.
Michels, por supuesto, aplica su análisis a las democracias europeas. De haber escrito en México, acaso escribiría que los actores políticos que escalan el poder adoptan el espíritu y las formas de los cerriles cacicazgos que, su viejo apogeo, aplastaron todo soplo de libertad.
No es para menos. Las oportunidades que el régimen electoral ha pavimentado a los partidos de oposición han sido malversadas por el verticalismo autoritario centralista que se proyecta y se reproduce en los estados, donde no pocos gobernadores, al amparo de ciertos medios de comunicación metropolitanos, han implantado sus grotescas ínsulas baratarias.
Las revelaciones más dantescas se han dado en Michoacán y Guerrero, pero lo mismo puede hablarse de Chihuahua y Sonora; Puebla, Veracruz o Tamaulipas; Morelos, Jalisco o Estado de México, muestreo territorial y político que comprueba que la prepotencia es una patología incurable que no respeta grado cultural ni pertenencia a partidos o credos religiosos de los detentadores del poder.
Apenas el lunes 20 de abril, candidatos a la alcaldía de Cuernavaca, Morelos, de cinco partidos políticos de oposición: Maricela Velázquez (PRI, PVEM y Panal), Luis Ramírez (PAN) y Alejandro Moreno (Movimiento Ciudadano) elevaron una queja ante la autoridad electoral contra el gobernador Graco Ramírez, quien porfía tercamente en imponer como alcalde a su ex secretario general de Gobierno, Jorge Messenger. Apenas un votó de muestra.
Diez días antes, el gobernador Ramírez, a quien acompañaba el secretario federal de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, fue obligado a salir huyendo de Ayala, Morelos, donde pretendían presidir la ceremonia luctuosa del 96 aniversario del asesinato de Emiliano Zapata. Los expulsaron grupos campesinos inconformes con obras que perjudicarán su patrimonio.
En el crispado entorno descrito, por su firme militancia en las causas de la Libertad de Expresión, la hostilidad del poder político no es ajena al Club de Periodistas de México, que ha enfrentado y enfrenta intimidaciones descaradas o embozadas.
La reciente subida de tono en determinados actos hostiles, ha obligado a nuestra institución a suspender o trasladar la sede de eventos culturales o de formación profesional, porque no se puede exponer a becarios y ponentes a un ambiente de falta de garantías, cuya responsabilidad constitucional recae en la autoridad gubernamental.
Por su situación geográfica y destino accesible desde diversas regiones de la República, la programación de la agenda de formación y divulgación periodísticas del Club dio preferencia al estado de Morelos. Se han perdido las condiciones de seguridad que requieren ese tipo de actividades de naturaleza comunitaria.
Estamos conscientes de que los riesgos humanos son lacerante realidad cotidiana en todo el país, pero, en cuanto al Club de Periodistas de México corresponde, no podemos aceptar que la insidia oficial u oficiosa actúe en sentido contrario al derecho de gentes, aquí donde sabemos que la forma es fondo. ¡Que quede claro!
More articles by this author
|