PARÍS Y LONDRES no paran de emitir declaraciones rimbombantes contra el Emirato Islámico y de condenar su campaña de limpieza étnica y sus atentados. Pero, por debajo de la mesa, están preparando una limpieza étnica en el norte de Siria, para crear allí un seudo Kurdistán, y a la vez preparan el traslado del Emirato Islámico hacia la región iraquí de Al-Anbar, donde crearían un Sunnistán. Thierry Meyssan analiza ese plan y subraya las numerosas contradicciones del discurso oficial.
¿Es legal la intervención militar de Francia, Israel y el Reino Unido en Siria?
Para iniciar su nueva guerra en Irak y en Siria, los gobiernos de Francia, Israel y el Reino Unido estimularon, el 20 de noviembre de 2015, la adopción de la resolución 2249 en el Consejo de Seguridad de la ONU. Según el representante de Francia, país que presentó ese texto, dicha resolución autoriza la acción colectiva en virtud del artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, o sea en el marco de la “legítima defensa”. Según el primer ministro británico, David Cameron, esa resolución respalda “toda acción contra esta secta asesina y diabólica tanto en Siria como en Irak”.
Sin embargo, según los expertos del Servicio de Investigación de la biblioteca de la Cámara de los Comunes, eso no es cierto. En un estudio jurídico extremadamente detallado y profundo, Arabella Lang precisa que la resolución 2249 no autoriza el uso de la fuerza sino que llama a quienes tengan la posibilidad legal de hacerlo a redoblar sus esfuerzos. Por consiguiente, la resolución 2249 va dirigida única y exclusivamente a los Estados cuya ayuda han solicitado Irak y Siria.
En función de sus propias necesidades, Irak dirigió al secretario general de la ONU y al Consejo de Seguridad una carta en la que afirmaba que estaba siendo atacado por el Emirato Islámico desde suelo sirio. Francia y el Reino Unido, que recibieron un pedido de ayuda de Irak –lo cual no es el caso de Israel–, afirman por ello que están ejerciendo un derecho de “legítima defensa colectiva”.
Además, tanto Francia como el Reino Unido pretenden haber sido atacados por el Emirato Islámico, también desde Siria, lo cual justificaría –según París y Londres– su derecho individual de “legítima defensa”. Pero estos argumentos serían válidos únicamente si París y Londres presentasen pruebas de que el Emirato Islámico prepara ataques inminentes desde Siria, pruebas que nunca han presentado en ninguna parte.
Por lo tanto, la intervención militar de Francia, Israel y el Reino Unido en Siria sigue siendo ilegal, mientras no cuente con una autorización previa del gobierno de la República Árabe Siria. Es importante recordar, por otro lado, que la Carta de las Naciones Unidas y las resoluciones vinculadas de la Asamblea General de la ONU prohíben explícitamente todo apoyo militar a grupos no estatales que traten de derrocar el gobierno de un Estado miembro de la ONU. Es por eso que Francia y el Reino Unido trataban de hacer creer que sólo enviaban material defensivo a los grupos armados que operan en Siria. Desgraciadamente, esos grupos están recibiendo grandes cantidades de armamento ofensivo –fusiles, morteros así como armamento antitanque y cohetes antiaéreos, explosivos e incluso gases de combate. Sin embargo, en agosto de 2014, el presidente francés Francois Hollande reconoció, en una entrevista publicada en el diario francés Le Monde, haber entregado armamento ofensivo a los “rebeldes sirios”.
El propio Hollande también precisó posteriormente, en entrevista concedida al periodista Xavier Panon, que en 2011 ya había enviado a los grupos armados antigubernamentales cañones de 20 milímetros, ametralladoras pesadas, lanzacohetes y cohetes antitanques, lo cual constituye una clara violación del derecho internacional y rebaja a Francia a la categoría de “Estado canalla”.
El inconfesable proyecto de Francia, Israel y Reino Unido
Desde el 20 de noviembre de 2015, Francia ha estado tratando de formar una coalición –¡otra más!– supuestamente para luchar contra el Emirato Islámico, y más exactamente para tomar la ciudad siria de Raqqa. Esta retórica, que ha bastado para convencer a los franceses de que su gobierno quiere dar respuesta a los atentados perpetrados en París el 13 de noviembre, no logra sin embargo ocultar las intenciones coloniales del presidente Hollande. En efecto, si el objetivo es expulsar al Emirato Islámico de Raqqa, ¿cómo piensa lograrlo sin tropas terrestres? Y después de la expulsión de los yihadistas, ¿en manos de quién quedaría Raqqa?
La campaña aérea rusa presta apoyo a las acciones terrestres del Ejército Árabe Sirio, mientras que –según el ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, los bombardeos aéreos franco-británicos podrían prestar apoyo a los grupos armados del Ejército Sirio Libre (organizado por los responsables de al-Qaeda en Libia), de las Fuerzas Árabes Sunnitas (o sea las milicias turcomanas que reciben apoyo del ejército turco) y a los kurdos (el YPG sirio y los peshmergas del gobierno regional kurdo de Irak).
Si esas fuerzas llegasen a tomar Raqqa, esa ciudad siria sería entregada al gobierno regional kurdo de Irak, que la anexaría. Se trataría de proclamar así un “Kurdistán” que se extendería sobre territorios pertenecientes a Irak y Siria, de expulsar después a las poblaciones sirias que allí residen y de terminar la operación trasladando hacia ese nuevo Estado 10 millones de kurdos de Turquía.
El plan Juppé
En 2011, el entonces ministro francés de Relaciones Exteriores, Alain Juppé, y su homólogo turco, Ahmet Davutoglu, firmaban un acuerdo secreto. Sabemos que aquel acuerdo incluía varios compromisos recíprocos, entre los que se hallaban “resolver la cuestión kurda” sin “afectar la integridad del territorio turco”, o sea crear un seudo Kurdistán en Siria.
Los franceses siguen creyendo que Alain Juppé todavía es gaullista y no han notado su viraje de 2005, año en que este personaje es condenado a 14 meses de cárcel –donde nunca puso los pies– y a un año de exclusión de todo puesto público por haber financiado su partido político mediante la malversación de fondos públicos. Ante esa situación, Juppé abandona Francia para ir a trabajar como profesor en Montreal. Pero no pasó mucho tiempo en Canadá y lo que en realidad hizo en secreto fue seguir una formación en un tercer país. Actualmente, y a pesar de ser miembro de la oposición, Alain Juppé es uno de los principales inspiradores de la política que el presidente Hollande aplica hoy en el Medio Oriente, pisoteando tanto la Historia como los intereses de Francia.
El Kurdistán y Siria
Los kurdos son un pueblo que, desde hace siglos, habita un territorio actualmente compartido entre Turquía, Irak e Irán. Cuando se hizo el censo de 1962, en Siria había solamente 169 000 kurdos, o sea una parte infinitesimal del total de la población kurda. Pero durante la guerra civil turca de los años 1980-1990, 2 millones de kurdos turcos se refugiaron en Siria. La intención de Francia, Israel y el Reino Unido es crearles un Estado, pero no en Turquía, país de donde proceden, sino colonizando el país que tan generosamente los acogió cuando llegaron como perseguidos. Francia y el Reino Unido ya dividieron Siria durante la Conferencia de San Remo (en 1920) en función de los acuerdos Sykes-Picot (que databan de 1916). La Siria histórica abarca no sólo la actual República Árabe Siria sino también Palestina, Israel, el Líbano, Jordania, la región designada como el Sandjak de Alejandreta (conocida en Turquía como Antioquía) y una parte de Irak. El actual proyecto apunta, por consiguiente, a proseguir el desmembramiento de Siria.
¿Quiénes son los kurdos?
Los kurdos constituyen una cultura única, pero hablan diferentes lenguas, el kurmanji, el sorani y el pehlewani, así como una cuarta lengua totalmente diferente de las tres anteriores, el zaza-gorani. Durante la guerra fría, los kurdos se dividieron en dos grupos, uno de ellos contaba con el respaldo de Israel y Estados Unidos mientras que Siria y la URSS apoyaban al otro grupo.
Durante la guerra civil turca, el PKK –principal partido kurdo de Turquía, el PKK se proclama marxista/leninista y su líder histórico Abdullah Öcalan– militaron entonces por la creación de un Kurdistán independiente en Turquía. Precisaron además que no tenían ninguna ambición territorial en suelo sirio. Abdullah Öcalan fue acogido en Damasco como refugiado político y desde allí dirigió las operaciones militares del PKK en Turquía. Huyendo de la represión, dos millones kurdos encontraron refugio en Siria. Pero, en 1998, Ankara amenazó a Damasco con declararle la guerra si seguía albergando al PKK. El presidente Hafez al-Assad pidió finalmente a Abdullah Öcalan que buscara asilo en otro país y siguió protegiendo a los refugiados kurdos.
Al inicio de la guerra contra Siria, el presidente Bachar al-Assad concedió la nacionalidad siria a numerosos refugiados kurdos provenientes de Turquía, estimulándolos además a formar milicias locales y a participar en la defensa del territorio nacional. Durante dos años, la cooperación de esas milicias kurdas con las fuerzas sirias fue total. Pero ese estado de cosas comenzó a deteriorarse en 2014.
El 31 de octubre de 2014, el dirigente de la Unión Democrática Kurda de Siria, Salih Muslim, fue recibido por el presidente francés Francois Hollande al margen de una entrevista con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, justo después de la batalla de Kobane. Hollande y Erdogan, que hasta entonces habían negado toda ayuda a las milicias de los kurdos sirios, lograron convencer a Salih Muslim de sumarse a su proyecto.
Un año más tarde, Salih Muslim iniciaba una operación de “kurdización” forzosa del norte de Siria, provocando así la sublevación de las poblaciones locales, principalmente de los cristianos asirios y de los árabes sunnitas.
Sin embargo, cuando Francia, Israel y el Reino Unido iniciaron la operación de creación del Kurdistán en Siria, Salih Muslim enfrentó las peores dificultades para movilizar a sus combatientes. Los jóvenes kurdos refugiados en Irak se negaron masivamente a unirse al proyecto colonial. El viernes 27 de noviembre de 2015, Salih Muslim estaba nuevamente en París.
El derribo del Su-24 ruso por Turquía
La intervención militar rusa, iniciada el 1º de noviembre de 2015, trastornó el plan de las potencias coloniales. Para el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, la intervención rusa en Siria alejaba nuevamente la posibilidad de concretar el Plan Juppé y su sueño personal de “purificación” de Turquía. Erdogan ordenó entonces a su ejército la preparación de un incidente con un avión ruso, como reveló en su momento el investigador turco Fuat Avni.
El 16 de noviembre, Rusia extendió su operación militar contra los grupos terroristas en Siria con una embestida política contra sus fuentes de financiamiento. El presidente Vladimir Putin provocó estupor en la reunión del G20, en Antalya, acusando –sin nombrarlo– al presidente del encuentro, Recep Tayyip Erdogan. Putin mostró a los diplomáticos presentes imágenes satelitales de los convoyes de camiones cisterna que circulan entre el territorio sirio y los puertos turcos y denunció el laxismo de quienes permiten así que el Emirato Islámico acumule miles de millones de dólares.
El 24 de noviembre, sobrestimando el apoyo con el que podría contar en Washington o subestimando el poderío ruso, el presidente Erdogan ordenó el derribo de un bombardero táctico Su-24 ruso que había estado 17 segundos en el espacio aéreo turco. Pero Moscú reaccionó de inmediato con la adopción de drásticas sanciones económicas contra Ankara, dando a conocer públicamente los registros de los radares sobre el incidente aéreo, desplegando en Siria misiles antiaéreos S-400 y, finalmente, con la difusión, durante una conferencia de prensa del estado mayor de las fuerzas armadas rusas, de las imágenes satelitales que demuestran la responsabilidad del Estado turco en el financiamiento del Emirato Islámico.
En un instante, toda la prensa internacional que hasta entonces negaba la verdad se llenó bruscamente de reproches contra el autócrata de Ankara y su familia.
La intervención franco-británica
Sin embargo, el 29 de noviembre la Unión Europea organizaba una cumbre especial con Turquía. Ignorando las denuncias de Vladimir Putin ante el G20 y los informes (no publicados) de la Alta Representante de la Unión, Federica Mogherini, que demuestran que Chipre, Italia y Francia también están implicadas en la venta –en la propia Unión Europea– del petróleo robado por el Emirato Islámico, los participantes en la cumbre UE-Turquía concluían: “Recordando la declaración final de la última reunión del G20 en Antalya, así como la resolución 2249 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Turquía y la UE reafirman que la lucha contra el terrorismo sigue siendo una prioridad.”
Conforme a lo previsto en el plan Juppé de 2011, se reactivaron las negociaciones de adhesión de Turquía a la Unión Europea, se inició un proceso tendiente a eliminar la exigencia de visas a los turcos que desean entrar en los países de la UE y, como la clásica cereza en el pastel de cumpleaños, la Unión Europea se comprometió a entregar a Turquía 3 000 millones de euros, supuestamente para que ayude a manejar la oleada de refugiados.
El Parlamento francés y la Cámara de los Comunes británica, convencidos de que la resolución 2249 permite la intervención en Siria sin consentimiento del gobierno sirio, autorizaron sus respectivos gobiernos a intervenir militarmente en Siria.
Esas intervenciones, de carácter exclusivamente aéreo, han sido presentadas como tendientes a acabar con el Emirato Islámico. En los debates para su aprobación nunca se habló a los parlamentarios franceses y británicos del plan de creación de un seudo Kurdistán.
Contrariamente a lo que se ha declarado a la prensa, la política de respaldo al Emirato Islámico sigue siendo la misma. Esa organización terrorista sigue gozando del apoyo de sus fundadores (varias personalidades estadounidenses agrupadas alrededor de David Petraeus y John Negroponte, así como los gobiernos de Arabia Saudita, Qatar y Turquía). Los únicos que realmente luchan contra el Emirato Islámico son los chiitas iraquíes, el Hezbollah libanés, el Ejército Árabe Sirio y Rusia.
Las operaciones de la coalición encabezada por Estados Unidos nunca apuntaron a la erradicación del Emirato Islámico sino solamente a “contenerlo”.
El objetivo actual no es otro que «liberar» el norte de Siria, con vista a su ocupación inmediata por los kurdos de Irak, empujando al Emirato Islámico hacia Irak, donde se le ha reservado el distrito de Al-Anbar. La única diferencia con el plan inicial es que, a raíz de la intervención rusa, los occidentales han renunciado a lograr que el desierto sirio quede en manos del Emirato Islámico.
ELEMENTOS FUNDAMENTALES:
FRANCIA Y EL REYNO UNIDO han logrado hacer creer a su opinión pública que la resolución 2249 del Consejo de Seguridad de la ONU les da derecho a intervenir militarmente en Siria contra el Emirato Islámico. Sobre esa base, París y Londres han obtenido de sus respectivos parlamentos la luz verde para iniciar sus bombardeos en Siria sin autorización del gobierno sirio.
FRANCIA Y EL REYNO UNIDO creen poder utilizar como fuerzas terrestres las milicias turcomanas (respaldadas por el ejército turco) y el YPG kurdo (respaldado por el gobierno regional kurdo de Irak y por Israel).
EL OBJETIVO DE ESTAS INTERVENCIONES no es la eliminación del Emirato Islámico como respuesta a su campaña de limpieza étnica sino solamente empujarlo hacia Al-Anbar y proseguir la limpieza étnica en el norte de Siria para crear allí un seudo Kurdistán.
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