Dos interpretaciones sobre
la cuestión de Ucrania
Thierry Meyssan
El Pentágono tiene conciencia del peligro, ha visto las fisuras existentes en la alianza atlántica, y ya comienza a imponer bases jurídicas para garantizar la permanencia de sus bases en Europa.
La decisión de Estados Unidos de ignorar los planteamientos de Rusia sobre garantías de paz y de tratar de ocultarlos tras el espectro de una crisis alrededor de Ucrania, no está dando resultado. Francia está inquieta.
ALEMANIA está paralizada. Pero el ejemplo de Hungría podría llevar sus vecinos a adoptar una posición idéntica a la de Rusia: pronunciarse por la defensa del Derecho Internacional.
Desde que se “filtraron” las respuestas de Estados Unidos y la OTAN a la proposición rusa de tratado sobre garantías de paz, el Reino Unido ha venido denunciando que el ejército ruso atacará Ucrania el 16 de febrero (no precisa la hora) y numerosos países miembros de la alianza atlántica envían armamento a Ucrania, y soldados a los países vecinos mientras que dirigentes de otros miembros de la OTAN viajan a Moscú para reunirse con las autoridades rusas.
Emmanuel Macron trata de que lo vean en la escena internacional
El viaje más importante fue el del presidente francés Emmanuel Macron, cuyo país preside actualmente el Consejo de la Unión Europea. El presidente Macron salió del Kremlin diciendo que había calmado las cosas y evitado una guerra inútil alrededor de Ucrania. Su viaje recordaba al que hizo otro presidente francés, Nicolas Sarkozy, durante la guerra en Georgia, ya que sólo consistió en no hacer nada tratando a la vez de aparentar haber logrado detener al sanguinario oso ruso, que en realidad se mostraba tranquilo.
De hecho, el presidente Putin no tenía intenciones de negociar absolutamente nada con el presidente francés Macron, dado el hecho que la proposición rusa de tratado está dirigida únicamente a Estados Unidos. A pesar de eso, ya que el “francesito” Macron venía al Kremlin a conversar sobre temas que no conoce, Putin –que viene lidiando con esos asuntos desde hace 24 años– le hizo el favor de explicárselos. Pero el presidente Putin no esperaba reacción alguna y se limitó a demostrar lo incómodo de la posición del presidente Macron, quien no podía contradecir a su jefe en la OTAN –Estados Unidos–, ni ponerse de golpe a defender los intereses de Francia, intereses que siempre ha descuidado desde que alcanzó la presidencia de ese país.
La entrevista entre el presidente francés Macron y el presidente ruso Putin duró 5 horas, prueba de la importancia que Rusia concede a Francia. Pero esa reunión no arrojó ningún resultado, aparte de recordar en el encuentro final con la prensa que Rusia es una potencia nuclear.
De todas maneras el presidente Macron esperaba poder anunciar que había salvado la paz. Así que, a su regreso a París, declaró que se había llegado a un acuerdo y que Rusia no invadiría Ucrania… lo que el Kremlin ha subrayado constantemente desde hace semanas. Rápidamente, el vocero del Kremlin, Dimitri Peskov, volvió a poner las cosas en su sitio aclarando que los dos presidentes no habían negociado absolutamente nada.
Sin otro recurso que la negociación para tratar estabilizar el tema de Ucrania, Francia trató de avanzar mediante reuniones en el llamado «formato Normandía» (Ucrania, Rusia, Francia y Alemania). Pero el resultado era evidente: Kiev sigue sin aplicar los acuerdos de Minsk, acuerdos que en algún momento firmó con los separatistas de Donetsk y Lugansk pero que ahora rechaza. El gobierno ucraniano se niega a conceder ningún estatus especial a su población rusoparlante y sus leyes incluso prohíben la enseñanza en ruso, a pesar de que la mitad de los ucranianos utilizan ese idioma.
Cualquier gobierno, en cualquier lugar del mundo, habría reconocido la legitimidad de esa exigencia. Pero Kiev alega que firmó los acuerdos de Minsk bajo presión y que en realidad nunca los encontró aceptables. Por su parte, los separatistas subrayan que entre las tropas ucranianas desplegadas contra ellos está el batallón Azov, que se identifica con símbolos nazis y cuyo comandante es el autoproclamado «Fuhrer blanco», Andrei Biletsky, ahora convertido en coronel de la Guardia Nacional. Y los miembros del batallón Azov, entrenados por los mercenarios de Erik Prince –el fundador de Blackwater, hoy Academi–, vociferan que van acabar con los rusos de la región de Donbass, a quienes bombardean constantemente. Es por eso que los separatistas han proclamado la independencia de Donetsk y de Lugansk, independencia que por ahora nadie reconoce, ni siquiera la Federación Rusa.
Olaf Sholtz escurre el bulto
El canciller alemán Olaf Scholtz prefirió viajar primero a Washington. Como los franceses, Scholtz no cree en la posibilidad de una guerra en Ucrania… pero teme que Estados Unidos prohíba el gasoducto Nord Stream 2 esgrimiendo cualquier pretexto. Y Nord Stream 2 es indispensable para el desarrollo económico de Alemania. Nord Stream 2 no sustituirá el gasoducto que atraviesa Ucrania, pero permitirá responder al crecimiento de la demanda de energía. Sin ese nuevo gasoducto, la industria alemana no podrá producir tanto.
La situación de Alemania es difícil en la medida en que ese país alberga más de 40 mil soldados estadounidenses en bases que incluso cuentan con extraterritorialidad. Oficialmente, Alemania ya no está bajo un régimen de ocupación… pero no manda en su propio suelo. Además, ese país puso su defensa en manos de la OTAN y descuidó su ejército. Si Alemania tuviese que enfrentarse a Estados Unidos, su resistencia sería barrida en sólo horas.
Para poder formar gobierno, el socialista Olaf Scholtz tuvo que aceptar una alianza con los Verdes (Grünen), el partido más atlantista de Europa desde los tiempos de Joshka Fischer y las guerras contra Yugoslavia. También se vio obligado a designar como ministro de Exteriores a Annalena Baerbock, una ecologista contraria a todo lo que sea ruso, principalmente el gas.
Debido a todo lo que acabamos de explicar, el canciller alemán Scholtz ha optado por la ambigüedad. En la Casa Blanca repitió todo el tiempo que su país y Estados Unidos siempre actuarán en conjunto, pero evitó cuidadosamente evitar decir qué harían. Ahora, la clase política estadounidense mira a Scholtz con desconfianza.
Viktor Orbon se regocija
El primer ministro de Hungría, el cristianodemócrata Viktor Orban, a quien los medios presentaban hasta hace poco como un «fascista», se regocija de su atípico posicionamiento. Orban es el único dirigente de un país europeo y miembro de la OTAN que mantiene una larga amistad personal con el presidente ruso Vladimir Putin. Ambos dirigentes se reúnen al menos una vez al año –exceptuando sólo el periodo más álgido de la pandemia de Covid-19– y sus encuentros siempre se desarrollan en un ambiente especialmente caluroso.
Viktor Orban se inició en la política luchando por la independencia de Hungría frente a la URSS, pero sin ser antirruso, algo que Estados Unidos no puede entender. Sin embargo, es muy simple. Al adoptar la doctrina Brejnev, la URSS convirtió el Pacto de Varsovia en el equivalente de la OTAN, un bloque militar donde una potencia ejercía el papel de amo mientras que los demás eran sólo vasallos. Esa situación, que antes llevó a Orban a combatir a los soviéticos, hoy lo hace indignarse ante el funcionamiento de la OTAN.
A finales de 2021, Viktor negoció con su amigo Vladimir el aprovisionamiento energético para su país. Primeramente, logró que la empresa rusa Rosatom ampliara una central nuclear hasta satisfacer las necesidades de Hungría en materia de generación de electricidad y después negoció la compra –a un precio 5 veces inferior a los precios del mercado de la época– de todo el gas que Hungría pueda necesitar por un periodo de 16 años. Orban obtuvo además la construcción de una importante vía férrea y la producción en Hungría de la vacuna rusa anticovid Sputnik V, una vacuna en el sentido de Pasteur.
El primer ministro húngaro Viktor Orban nunca utilizó el veto frente a las sanciones que la Unión Europea, adoptó contra Rusia. Eso habría sido ir demasiado lejos en su oposición a Bruselas y de todas maneras, habría sido inútil ya que Moscú está utilizando esas sanciones para reorientar su propia economía sin tener que recurrir a medidas que se considerarían autoritarias.
En cambio, Orban sí se opuso firmemente a la entrada de Ucrania en la OTAN, paso que requiere la aprobación de todos los países que ya son miembros de ese bloque bélico. El argumento del primer ministro húngaro para oponerse a la admisión de Ucrania en la OTAN es precisamente la negativa del gobierno ucraniano a aplicar los Acuerdos de Minsk y a aceptar el uso de la lengua rusa.
De hecho, es precisamente Orban quien podría verse hoy en el papel que el presidente francés Charles de Gaulle desempeñó en 1966, sacando a su país del mando integrado de la OTAN sin denunciar por ello el Tratado del Atlántico Norte. Mientras tanto, los otros tres miembros del Grupo de Visegrado –Polonia, Chequia y Eslovaquia– observan desde la sombra los resultados de la estrategia de Orban.
Por otro lado, la Croacia del socialdemócrata Zoran Milanovic ya aclaró que no participaría en una guerra de la OTAN contra Rusia y Macedonia del Norte, con el socialista Dimitar Kovacevski como jefe del gobierno, aportó su respaldo a Moscú.
El Pentágono tiene conciencia del peligro, ha visto las fisuras existentes en la alianza atlántica, y ya comienza a imponer bases jurídicas para garantizar la permanencia de sus bases en Europa. Acaba de firmar un documento que le garantiza desplegar medios militares en Eslovaquia, documento que incluye una cláusula de extraterritorialidad, y ha iniciado negociaciones bilaterales con Dinamarca para firmar con ese país un acuerdo de cooperación en materia de defensa, fuera del marco de la OTAN.
De Red Voltaire para Voces del Periodista.
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