ANGELA ISADORA DUNCAN, conocida como Isadora Duncan (San Francisco, 27 de mayo de 1877; Niza, 14 de septiembre de 1927) fue una bailarina y coreógrafa estadunidense, considerada por muchos como la creadora de la danza moderna.
SU PADRE abandonó a la familia cuando Isadora era aún muy pequeña, siendo posteriormente acusado de fraude bancario, y encarcelado.
Esto creó en el hogar de los Duncan una difícil situación de penuria económica, hecho que influyó al parecer en el alejamiento de la familia de la fe católica que habían profesado (Isadora se declaró varias veces durante su vida como “atea convencida”).
Duncan abandonó la escuela a la edad de diez años y comenzó junto con su hermana Isabel a impartir clases de danza a otros niños de su barrio, mientras su madre, Dora, daba lecciones de piano para sustentar a la familia y se encargaba de la educación de sus hijos.
De acuerdo con sus biógrafos, Isadora era una niña solitaria y retraída que solía jugar en la playa mientras observaba el mar. Su fascinación por el movimiento de las olas sería el germen de su arte en los años posteriores. La niña Isadora imaginaba entonces movimientos de manos y pies que acompañaban a las olas de la bahía de San Francisco, y que serían el origen de su peculiar estilo en la Danza.
La bailarina fue célebre por su arte iconoclasta y vivió una vida intensa y llena de retos, amores bisexuales y deudas. Aclamada y vituperada, fue una entusiasta de la Unión Soviética, aunque no pudo aguantar el régimen espartano ruso y regresó a la “decadente” Europa occidental, más adecuada a sus gustos. Fue una total snob.
Su muerte fue tan espectacular como su vida; falleció a los 50 años, estrangulada por su chalina de seda al enredarse ésta en el cubo de la rueda de un auto deportivo, sus últimas palabras en francés a sus amigos, antes del accidente fatal fueron: “mis amigos, parto para el amor”, pero a donde llegó fue a la morgue.
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