Culiacán de los Retenes y los Topes, Sinaloa. Como en las funciones de Las Vegas, pero más aún como en las estridentes presentaciones de la farándula más estrafalaria, la convención del Partido Republicano de Estados Unidos designó a Donald Trump como su candidato oficial a la presidencia de ese país.
El ambiente de “reventón” que ahí privó, la euforia al punto de la esquizofrenia ante los llamados de la intolerancia, la revancha por quién sabe qué, fue acompañado por una sensación, percibida por muchos observadores, de no saber bien a bien lo que pasaba.
Apoyadores que han sido víctimas de las prácticas de Trump y epígonos; trabajadores que han sido perseguidos al querer sindicalizarse; otros en bancarrota por una crisis inmobiliaria en cuya generación tuvo que ver Trump (y sacó ganancia) todos coreando consignas de venganza y cobro de cuentas, pero sin claridad y apapachando al verdadero enemigo.
Confusión, una gran confusión, detrás de todo eso.
Hay delegados y militantes del trumpismo que dicen apoyar su causa porque están contra la clase política de su país, ciertamente desprestigiada, como sucede en casi todo el mundo; que se trata de un rechazo a esa actividad que se ha vuelto contra el pueblo. El problema es que apoyan a un beneficiario del sistema que quieren combatir.
Enojos y temores
Los pueblos no se sienten representados en los gobiernos, es un hecho, y eso sucede a nivel mundial. Tanto en Estados Unidos, como en Inglaterra, Francia y México. Los ciudadanos no confían en los políticos y ello es entendible, a más de justificable, y Trump se beneficia de ello.
Se beneficia porque el rechazo a la política y los políticos (él no es político, repite Trump) está mal encaminado y se redirige a lo mismo o peor, así que entre confusiones, miedos y prejuicios (la intolerancia, la discriminación y el chauvinismo hacen su parte) la contienda electoral en Estados Unidos se ha vuelto un espectáculo de baja ralea, permeado por el cinismo de sus actores.
Pero lo que suceda en el vecino del país, cuya cacareada democracia ha mostrado sin cortapisas su verdadera condición, será de consecuencias para todo el mundo y particularmente para México.
La Convención Republicana fue un espectáculo lamentable que trajo de vuelta lo que, en realidad, no se había ido: el racismo, la intolerancia, la agresión como práctica política, la mentira y la calumnia al borde del cinismo.
Los factores del magnate
Cuando menos pensaron, Trump ya estaba ahí y lo que hace unos meses se consideraba impensable se convirtió en una realidad que supera a sus actores. Muchos no se explican cómo un discurso como el del magnate inmobiliario y propietario de casinos, carente de argumentos, pleno de ignorancia y vulgaridad, es aceptado rabiosamente por millones de estadounidenses.
Es algo complejo, en efecto, pero ni de lejos inexplicable. Quien conozca Estados Unidos sabe que el huevo de la serpiente siempre ha estado ahí. La descomposición social en ascenso, el deterioro del ingreso, debido a la concentración del capital (en millonarios, como Trump) y la necesidad de ubicar culpables (ahora los inmigrantes, musulmanes y refugiados, en el primer plano) hacen su parte y ese es un proceso que se agudizará. De aquí al ocho de noviembre pueden pasar muchas cosas y el millonario lenguaraz podría ganar.
Lo que no quieren ver
Colegas columnistas del vecino país manifiestan su asombro por el hecho de que Trump sea ahora el candidato republicano con el mayor número de votos populares en la historia de ese partido.
Se sorprenden de que la sociedad de su país, al menos la que apoya abiertamente a Trump, a sabiendas de que es un racista y que su discurso apunta al fascismo, no quiera siquiera atender interrogantes que en una contienda política elemental se deben plantear. Trump habla de los problemas y dice que los va a resolver, él solo, todos, pero no dice cómo (porque en realidad no sabe); cuando se le pregunta regresa a los slogans ofensivos y ningún argumento serio presenta. Pese a ello, sus apoyadores le aplauden hasta el delirio.
¿Qué está pasando en este país? –Se preguntan, alarmados. El influyente periódico Washington Post opinó en un editorial que Trump es una amenaza singular a la democracia y subraya que una presidencia de Trump sería peligrosa para su nación y el mundo.
Así es y lo que está detrás es la realidad del racismo, la intolerancia, el chauvinismo, el sentido de superioridad estadounidense, junto al temor y el deseo de aplastar a quien sea para lograr una grandeza que sólo se entiende como la imposición y la sojuzgación de los demás.
La contraparte demócrata
A lo menos malo, lo menos peor en el rejuego de la esperanza que muere al último, se apuesta con la candidatura de Hillary Clinton por el Partido Demócrata. Ahí los problemas no han sido rebasados del todo para presentar un frente unido frente a la avalancha intolerante de los republicanos (aunque no todos)
Cuenta, y mucho, que la dirigencia nacional del PD cometió la tontería y el despropósito de enviar correos contrarios a Sanders, pero no sería suficiente. Lo que estamos viendo, y que le puede costar la presidencia al PD, tiene también qué ver con la histórica resistencia de las oposiciones, legítimas y justas, para enfrentar al enemigo principal. Y eso también beneficia a Trump.
Con los correos electrónicos contrarios a Sanders, enviados por la cúpula del Partido Demócrata, que fueron filtrados por Wikileaks (y que aseguran los demócratas fueron hackeados por los rusos) quedó demostrada la intención de obstruir la campaña de Bernie Sanders e impedir que lograra la candidatura presidencial. Fue un grave error que acrecentó la oposición a Hillary Clinton entre los demócratas jóvenes, sobre todo, y reavivó la desconfianza en la candidata.
Y todo está en el aire
Hasta antes de la convención del Partido Demócrata, un sondeo de CNN colocaba a Trump con una intención de voto del 48 por ciento contra el 45 por ciento para Clinton, lo que provocó gran preocupación en todas partes. Luego de su discurso, al cierre de la convención de su partido, Hillary logró remontar la desventaja y colocarse una vez más a la cabeza, aunque por escaso margen.
Aún con el repunte del Partido Demócrata, luego de su exitosa convención, a pesar de todos los problemas que se presentaron, hay quienes, como Michael Moore, documentalista de renombre, aseguran que Trump ganará las elecciones del próximo ocho de noviembre.
Las razones que presenta Moore son coincidentes con lo que aquí hemos expresado desde que Trump asomó la cabeza. Cita la intolerancia de los blancos anglosajones (no todos, desde luego); el racismo que no se va y el miedo que genera la visión apocalíptica que el empresario especulador dice que va a corregir, él solito.
Pero todavía falta mucho (o poco, según se vea) para las elecciones del ocho de noviembre. Vienen más escándalos, excesos, calumnias, despropósitos y bajezas. Y como lo escribí hace unos años, cuando la elección de George Bush, en misiva a colegas de California: bienvenidos al tercer mundo.
Tamborazos
-Al cierre de esta columna los tropiezos, excesos y despropósitos del especulador dueño de casinos, Trump, había hecho que la dirigencia del Partido Republicano, según fuentes acreditadas, estuviera considerando retirar su candidatura. Se verá. -Nuestra novela, “Venir de tan lejos”, ya está en circulación y también El Mensaje, de relatos y aforismos, y Por el Foro de Trajano. -En Sinaloa, diputadas y diputados aprobaron la cuenta pública del gobierno del estado, a pesar de graves irregularidades debidamente documentadas. Para eso están
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