Oportuna fabulita que me llega anónima: “Érase una vez un príncipe que estaba por ser coronado emperador. De acuerdo con la ley, él debía casarse. De modo que decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. El príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y ahí lanzaría un desafío.
Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe.
Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Le preguntó: "Hija mía, ¿qué vas a hacer allá? Las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura." La hija respondió: "No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Eso me hará feliz."
Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones.
Entonces el príncipe anunció el desafío: "Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida como próxima emperatriz."
El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que, si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado.
Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.
En la hora señalada ella estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella.
Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de revisar todas las flores, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa.
Los presentes quedaron asombrados. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces el príncipe explicó: "Esta fue la única joven que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles."
Maravilloso relato, ¿no? En tiempos donde lo importante parecen ser los resultados, los logros, lo visible, cultivar el valor de la honestidad parece un valor perdido.
Opinamos sobre todo, juzgamos a todos.
La "viveza" se ha convertido en un valor, encubriendo la mentira, el engaño, la falta de honestidad para con nosotros mismos. La verdad, la sinceridad, la humildad, no son virtudes promovidas en los comics para niños, ni en las publicidades para adultos. Hemos confundido el significado de la palabra ÉXITO. Si he terminado mi día siendo leal a mí mismo, sin traicionar mis creencias y mis sentimientos, sin dejar de ser quien soy para quedar bien u obtener resultados, éste ha sido un día de éxito.
Puedes hacer de éste un día exitoso. De ti depende.”
OOOOOOMMMMMM
Recuerda meditar cuanto puedas, cuando puedas.
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