Washington: “El Día del Presidente”
Mouris Salloum George
PARA EFECTOS prácticos, Donald Trump instaló la plataforma para su reelección en 2020.
Reproducida en El Capitolio la presidencia imperial, y sumadas tantas las veces en que la audiencia puesta de pie lo ovacionó, si Trump hubiera presentado una enmienda constitucional para su reelección indefinida, hubiera logrado su aprobación con dispensa de trámite.
Lo del primer informe del inquilino de la Casa Blanca fue un auténtico reality show en el que el histrión demostró todo su dominio escénico.
Sólo una expresión bastaría para explicar la euforia en el recinto legislativo: En Dios confiamos. Es la profesión de fe que está impresa en los dólares estadunidenses.
Vestido a la usanza del siglo XXI, sin embargo, Trump, rencarnando a los padres fundadores de la Unión Americana, le dio a su mensaje el acento de una nueva Declaración de Independencia:
Recobró el mito de la predestinación: Más fuertes, más grandes y -de no estar la sociedad norteamericana tan polarizada- más unidos. Asignatura a la que convocó a sus escuchas.
Piedras sobre el astillado tejado mexicano
Por lo difundido en los enlaces electrónicos directos desde México, Washington ha exorcizado los demonios que amenazaron avasallarlo y está en su mejor y nuevo momento: Lo prueban, proclamó el mensajero, el incremento del Producto Interno Bruto y la tasa de crecimiento del empleo.
Perorata de campaña electoral, sería para consumo doméstico, pero con envenenada jiribilla hacia el exterior. Y es donde los dardos hieren a México.
Dos datos son suficientes para diagnosticar que los mexicanos no podrán dormir tranquilos al menos en los tres años que restan a Trump de su primer mandato.
Animó el republicano a sus compatriotas, particularmente a los que ejercen cargos de representación política, a dar vuelta a la página de acuerdos de comercio injustos que sacrificaron nuestra prosperidad y trasladaron nuestras empresas y nuestros empleos (al extranjero).
La piedra cae directamente sobre el astillado tejado mexicano. Por acuerdos injustos debe entenderse el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), congelado ya en la sexta ronda de negociaciones.
El otro punto machaca sobre una provocación al atolondrado gobierno mexicano y derivan de la ratificada política migratoria. Propuso Trump a los congresistas de los partidos demócrata y republicano la lógica de la zanahoria y el garrote.
La inmigración se regularizará para familias integradas y los soñadores contarán eventualmente con algunas dispensas, sí, pero a cambio de recursos presupuestales para financiar el muro.
Lo que para Washington, según lo señaló el informante, es cuestión de Seguridad Nacional, para los operadores de la Política Exterior de México tiene el tamaño del muro de las lamentaciones.
Las cartas, pues, están echadas y en ellas se ven muchas barras y muchas estrellas. ¿Qué ocupa a la cancillería mexicana? Acordar con el Senado doméstico los términos para permitir la presencia policial en vuelos de ida y vuelta Estados Unidos-México.
Poca cosa, si se conoce el temperamento de Trump, que es de los que prefieren pedir perdón que pedir permiso.
Ya lo dijo el ranchero: O cabresteas o te ahorcas. Qué opción tan tacaña nos queda.
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