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Edición 384
Escrito por Thierry Meyssan   
Miércoles, 24 de Abril de 2019 09:58

 3849

A partir de la entrada en vigor del Tratado de Maastricht, todos los países miembros de ‎la Unión Europea (incluso países neutrales) han sometido su defensa nacional al dictado ‎de la OTAN, que, a su vez, sigue las órdenes de Estados Unidos.

LA UNIÓN EUROPEA

Condenada a ‎participar como vasallo en las

guerras

‎estadounidenses

Thierry Meyssan

Así que cuando ‎el Pentágono asigna al Departamento del Tesoro la misión de poner bajo asedio ‎económico a los países que quiere aplastar, todos los miembros de la Unión Europea y ‎de la OTAN se ven obligados a aplicar las sanciones estadounidenses. ‎

Después de haber perdido la mayoría en la Cámara de Representantes –como resultado de las ‎elecciones mid term–, el presidente Donald Trump tuvo que ‎aceptar nuevas alianzas para evitar que el fiscal Mueller lo acusara de alta traición. Es por eso que Trump se pliega ahora a los objetivos de ‎sus generales. El imperialismo estadounidense está de regreso.‎

En menos de seis meses, se reactivaron las bases anteriores de las relaciones internacionales de ‎Estados Unidos. La guerra que Hillary Clinton se había comprometido a desatar está ‎finalmente en marcha, pero no sólo mediante la fuerza militar. ‎

Este cambio en las reglas del juego, que no tiene equivalente desde el final de la Segunda ‎Guerra Mundial, obliga a todos los actores a revisar de inmediato su estrategia y, por ende, ‎todos los dispositivos de alianza en los que venían apoyándose. Quienes demoren en hacerlo han ‎de pagar las consecuencias. ‎

Guerra económica declarada

‎Las guerras seguirán siendo mortíferas y crueles, pero para Donald Trump, hombre de negocios ‎antes de convertirse en político, es preferible que sean lo menos costosas posible. O sea, ‎es preferible matar con medidas de presión económica que hacerlo utilizando armas... que ‎cuestan mucho más caro. Dado el hecho que Estados Unidos ya no mantenía relaciones ‎comerciales con los países a los que agrede, el costo financiero de esas guerras “económicas” (y ‎hay que entender que a pesar de ser “económicas” son realmente “guerras” en todo el sentido ‎de la palabra) cae en realidad sobre los hombros de terceros países, sin que el Pentágono tenga ‎que gastar ni un centavo de su presupuesto. ‎

Es por eso que Estados Unidos acaba de decidir poner bajo asedio económico a Venezuela y Nicaragua y reforzar todavía más el bloqueo comercial y financiero implantado contra Cuba ‎desde 1960. Los medios masivos de difusión ‎presentan esas medidas como sanciones –sin explicar nunca qué derecho tendría Washington ‎para sancionar a países enteros–, pero bajo ese término esconden el hecho que esas medidas son ‎verdaderos actos de guerra y que provocan muertes. ‎

Al anunciar sus sanciones contra Venezuela, Nicaragua y Cuba, Washington invoca ‎explícitamente la Doctrina Monroe, de 1823, según la cual ninguna potencia extracontinental ‎tiene derecho a intervenir en las Américas y Estados Unidos se abstendrá de intervenir en ‎Europa Occidental. La única respuesta vino de China, país que señaló que las Américas no son ‎propiedad de Estados Unidos. ‎

Hoy en día, Estados Unidos mantiene bajo sanciones una veintena de países: Bielorrusia, ‎Birmania, Burundi, Corea del Norte, Cuba, la Federación Rusa, Irak, Líbano, Libia, Nicaragua, la ‎República Árabe Siria, la República Bolivariana de Venezuela, la República Centroafricana, la ‎República Democrática del Congo, la República Islámica de Irán, Serbia, Somalia, Sudán, Sudán del ‎Sur, Ucrania, Yemen y Zimbabwe, que conforman por cierto un mapa bien definido de los ‎conflictos que el Pentágono dirige, con ayuda del Departamento del Tesoro. ‎

Como se estipulaba en la Doctrina Monroe, ninguno de los países objeto de las sanciones ‎estadounidenses está en Europa Occidental. Todos están en el Medio Oriente, en el este de ‎Europa, en la Cuenca del Caribe y en África. Desde 1991, esas regiones del mundo aparecen ‎mencionadas por el entonces presidente George Bush padre en su Estrategia de Seguridad ‎Nacional como destinadas a ser integradas al Nuevo Orden Mundial. En 2001, al estimar que esos países ‎no pudieron o no quisieron someterse, el entonces secretario de Defensa Donald Rumsfeld y su ‎consejero para la transformación de las fuerzas armadas, el almirante Arthur Cebrowski, ‎decidieron sancionarlos y condenarlos al caos.‎

En este punto, es necesario subrayar nuevamente que la expresión guerra económica ha sido ‎utilizada desde hace décadas de manera totalmente inapropiada para designar una competencia ‎exacerbada. Hoy en día una guerra económica, lejos de ser una simple cuestión de ‎competencia, es una verdadera guerra, con objetivos militares y para matar. ‎

Reacciones de los países víctimas y las reacciones inapropiadas de los aliados de ‎Estados Unidos

LOS SIRIOS, que acaban de ganar una guerra militar de ocho años contra los mercenarios yihadistas de ‎la OTAN, están desconcertados por esta guerra económica que los obliga a imponerse un racionamiento estricto ‎de la electricidad, del gas y del petróleo y que provoca el cierre de fábricas que acababan ‎precisamente de reabrir sus puertas. Su único alivio es pensar que al menos no sufrieron los dos ‎tipos de guerra simultáneamente.

Los venezolanos están aprendiendo con espanto el verdadero significado de la expresión guerra ‎económica y dándose cuenta de que, tanto con el aventurero Juan Guaidó como con el ‎presidente constitucional Nicolás Maduro, van a tener que luchar duramente por conservar un ‎Estado, aunque sea un Leviatán, pero que sea capaz de protegerlos.‎

Las estrategias de los Estados que son blanco de la guerra económica acaban viéndose afectadas. ‎Por ejemplo, al no lograr encontrar quien le venda los medicamentos que necesita, Venezuela ‎acaba de concluir un acuerdo con Siria, país que antes de la agresión armada externa fue un ‎importante productor y exportador de medicinas. En la importante ciudad siria de ‎Alepo han sido reconstruidas fábricas de productos farmacéuticos que habían ‎sido destruidas por Turquía y por los yihadistas. Esas fábricas acababan de reabrir sus puertas, pero van a tener que cerrar de nuevo por falta de la ‎electricidad necesaria para su funcionamiento. ‎

La multiplicación de los escenarios de guerra –y por consiguiente de las llamadas sanciones– ‎empieza a plantear graves problemas a los aliados de Estados Unidos, como la Unión Europea. ‎Este bloque regional ve con gran desagrado las amenazas que Estados Unidos hace pesar sobre las empresas europeas que han invertido en Cuba y, recordando las acciones estadounidenses ‎tendientes a impedir que los países de Europa estén presentes en el mercado iraní, ha reaccionado ‎amenazando con recurrir al arbitraje de la Organización Mundial del Comercio (OMC). ‎No obstante, como veremos de inmediato, este acto de rebelión de la Unión Europea está ‎condenado al fracaso porque Washington lo previó hace 25 años. ‎

La Unión Europea atrapada en una trampa

PREVIENDO QUE, ANTE EL HECHO de no poder comerciar con quien le parezca, la Unión Europea ‎llegara reaccionar algún día como hoy lo hace, la administración de George Bush padre elaboró ‎la ‎Doctrina Wolfowitz‎, ‏que ‎ha consistido en garantizar ‏que los países del centro y del este de ‎Europa carezcan de una defensa propia independiente haciendo que la defensa de esos países sea ‎únicamente autónoma. Es por eso que ‎Washington castró a la Unión Europea desde el nacimiento mismo de ese bloque regional ‎imponiéndole una cláusula primordial en el Tratado de Maastricht: la sumisión a la OTAN, y no me ‎refiero al Mercado Común sino específicamente a la Unión Europea. ‎

Basta con recordar el respaldo constante de la Unión Europea a todas y cada una de las aventuras ‎del Pentágono –Bosnia Herzegovina, Kosovo, Afganistán, Irak, Libia, Siria y Yemen. En todos los ‎casos, sin excepción, la Unión Europea se alineó detrás de su superior inmediato; la OTAN. ‎

El interés de imponer a los europeos esta relación de vasallaje fue lo único que justificó la ‎disolución de la Unión Europea Occidental (UEO) y lo único que llevó a Trump a renunciar a su ‎proyecto de disolver la organización militar permanente de la alianza atlántica. Sin la OTAN, la ‎Unión Europea sería independiente de Estados Unidos.‎

Es cierto que los tratados en vigor estipulan que todo tiene que hacerse de conformidad con la ‎Carta de las Naciones Unidas.
 Pero, por ejemplo, el 26 de marzo de 2019, Estados Unidos “reconoció” una supuesta soberanía ‎de Israel sobre el Golán sirio ocupado, desconociendo así las resoluciones que antes había ‎aprobado en el Consejo de Seguridad de la ONU. O sea, Estados Unidos simplemente cambió de ‎opinión inesperadamente, poniendo así en tela de juicio el Derecho Internacional.‎
 Otro ejemplo: Estados Unidos se pronunció a favor del general Khalifa ‎Haftar –según anunció la Casa Blanca el 19 de abril, el presidente Trump incluso lo llamó por ‎teléfono para expresarle personalmente su respaldo–, contra el gobierno creado en Libia por ‎la ONU. A partir de ese momento, los países miembros de la Unión Europea han ‎venido pronunciándose uno a uno a favor del general. ‎

Los tratados constitutivos de la Unión Europea impiden que ese bloque regional pueda liberarse de ‎la OTAN, lo cual equivale a no poder independizarse de Estados Unidos ni convertirse así en una verdadera potencia. Las protestas de la Unión Europea ante las sanciones ‎estadounidenses contra Irán y ahora también contra Cuba están por consiguiente condenadas ‎de antemano al fracaso. ‎

Contrariamente a la idea generalizada, las acciones de la OTAN no se deciden en el Consejo del ‎Atlántico Norte, o sea no las deciden los países miembros de la alianza atlántica. Prueba de ello ‎es que, en 2011, el Consejo del Atlántico Norte –que había aprobado una acción tendiente a ‎proteger a la población libia de los crímenes que Kadhafi estaba supuestamente a punto de cometer ‎contra ella– se pronunció contra un cambio de régimen, pero la OTAN atacó Libia ‎sin consulta previa. ‎

La globalización ha llegado a su fin

LAS POSIBILIDADES de comercio internacional han comenzado a reducirse. No se trata de una crisis pasajera sino de ‎un fenómeno de fondo. Ha terminado el proceso de globalización que caracterizó el mundo ‎desde la disolución de la URSS hasta las elecciones legislativas estadounidenses de 2018. Se ha hecho imposible exportar libremente a cualquier lugar del mundo.‎

China es el único país que aún tiene esa capacidad, pero el Departamento de Estado está creando ‎los medios para cerrarle el mercado latinoamericano. ‎

En esas condiciones, ya no tienen razón de ser los debates sobre las ventajas que pueden ‎revestir el libre intercambio o el proteccionismo dado el hecho que ya no estamos viviendo una ‎época de paz y que no es posible optar entre el primero o el segundo. ‎

Exactamente de la misma manera, la estructura de la Unión Europea, concebida en una época en ‎que el mundo estaba dividido en dos bloques irreconciliables, ya no se adapta en los ‎más mínimo a la situación actual. ‎Si no quieren que Estados Unidos los arrastre a participar en conflictos que ‎no corresponden a sus intereses, los países miembros de la Unión Europea tienen que liberarse de los ‎tratados europeos y salir del Mando Integrado de la OTAN. ‎

Debido a todo eso es totalmente inadecuado abordar las elecciones europeas como una oposición entre progresistas y nacionalistas. ‎La disyuntiva es otra. Los progresistas dicen querer construir un mundo regido por el Derecho ‎Internacional, ese que Estados Unidos quiere erradicar, mientras que algunos nacionalistas, como ‎la Polonia de Andrzej Duda, se preparan para servir a Estados Unidos en contra de los partidarios ‎de la Unión Europea. ‎

Sólo algunos británicos presintieron el cambio actual y trataron de salir de la Unión Europea, ‎sin haber logrado convencer a sus parlamentarios. Dicen que Gobernar es prever. Pero la ‎mayoría de los miembros de la Unión Europea no vieron lo que se les venía encima. ‎

Los países miembros de la Unión Europea, que durante la guerra fría constituían un bloque con ‎Estados Unidos, ahora descubren con sorpresa que su cultura no tiene nada que ver con la de su ‎aliado estadounidense. Durante todo aquel paréntesis, se olvidaron tanto de su propia cultura ‎como del excepcionalísimo estadounidense y creyeron erróneamente que estaban todos de ‎acuerdo. ‎

Los países europeos, incluso en contra de su voluntad, hoy son corresponsables de las guerras de ‎Washington, incluyendo –por ejemplo– la hambruna que enfrenta Yemen, resultado de las ‎operaciones militares de la coalición conformada alrededor de Arabia Saudita y de las sanciones ‎estadounidenses. Las naciones de Europa tendrán por lo tanto que escoger entre asumir esos ‎crímenes y participar en ellos o retirarse de los tratados constitutivos de la Unión Europea. ‎

Red Voltaire



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