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Edición 422
Escrito por Feliciano Hernández   
Viernes, 05 de Noviembre de 2021 12:17

 4224

 

 

SISTEMA BANCARIO, INTOCABLE

POR EL GOBIERNO DE LÓPEZ OBRADOR

Feliciano Hernández*

 

 

*Los bancos rescatados, para ocultar las huellas de los malos manejos por accionistas mexicanos, fueron vendidos paulatinamente a los grandes bancos trasnacionales.

 

 

CD. DE MÉXICO.- El sistema bancario nacional logra altas ganancias a pesar de la pandemia del coronavirus, caracterizada por parálisis económica; mientras la planta productiva del país sufre para remontar la recesión pre Covid-19 y los bolsillos de millones de usuarios siguen vacíos, los bancos continúan manteniendo políticas crediticias y de cobro de comisiones totalmente desventajosas para el mercado mexicano.

 

En los primeros seis meses del año los bancos lograron ganancias por 78,000 millones de pesos, lo que representó un crecimiento de 35.7 por ciento respecto de los 54,000 millones de pesos reportados para el mismo periodo del año 2020, de acuerdo con un reporte de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), el ente regulador del sector.

 

Como dato significativo, esto ocurre en el contexto de un desempeño de ganancias históricas de los bancos de inversión globales, que en los últimos cuatro trimestres fueron los más rentables del mundo, según la agencia Bloomberg, con un total de 170 mil millones de dólares. En esta categoría, JP Morgan Chase and Co. tiene el primer lugar de una decena, con 47 mil millones de dólares en ganancias. Enseguida figura Goldman Sachs Group Inc. con 20 mil millones para su bolsa; y en tercer sitio estuvo Morgan Stanley, con 13 mil 700 millones de billetes verdes para sus cuentas.

 

El dato es relevante porque tales instituciones son las que están en la cima de la escala financiera global y las que financian a los otros bancos comerciales o a los grandes proyectos de todo el planeta y sus tasas de interés, así como sus políticas financieras determinan al resto del sistema bancario de todo el mundo, incluido el de México.

 

Tal situación, por lo visto en los tres primeros años del actual sexenio, el sistema financiero comercial se sitúa como uno de los grandes intocables en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), no obstante que desde la reprivatización y posterior venta a los consorcios internacionales hace décadas, acumulan millones de quejas de todo orden.

 

El historial de inconformidad está registrado por la Comisión Nacional de Protección y Defensa de Usuarios de Servicios Financieros (Condusef); solo como ejemplo para los efectos de este editorial, de acuerdo con las estadísticas del organismo, en el primer trimestre de 2021 registró 364,769 “acciones de defensa” ante 10 de los mayores bancos del país, por un total de 10 de las principales causas relativas a 10 productos o servicios financieros (un 15.08 por ciento menos que en el mismo periodo de 2020).

 

Además, otra cifra de 198,083 “acciones de defensa” en el rubro de “otras causas” y “otros productos” ante “otras instituciones” financieras de un total de 51 que cuentan con registro ante la CNBV.

 

Quejas en la Conducef

 

En este orden las acci0ones de Condusef fueron en primer lugar ante BBVA Bancomer, luego Banorte y CitiBanamex, con más de 13 mil cada uno; enseguida Trans Unión de México y Banco Santander con más de 12 mil acciones; en sexto lugar HSBC con 7,752; en séptimo lugar Banco Azteca con 6,325; en octavo lugar Scotia Bank Inverlat con 4,569; en noveno lugar Circulo de crédito con 4,263; y en décimo lugar BanCoppel con 3,742 acciones de defensa.

 

Cabe aclarar que una parte mayor de estas “acciones de defensa” realizadas por Condusef se refiere a consultas sobre servicios bancarios o del propio organismo defensor, por lo que no son “quejas” precisamente contra los bancos; el resto se trata justamente de quejas por consumos, transferencias o retiros no reconocidos, entre otras causas de inconformidad de los usuarios. Mañosamente Condusef mezcla agua con chocolate, por razones cuestionables.

 

La IMPUNIDAD de los bancos es algo muy sabido y resentido por el público en general, así como por las altas esferas del poder, lo cual motivó que desde los inicios del gobierno de López Obrador una de las principales y viejas exigencias ciudadanas cobrara vida en una iniciativa de reforma legal para meter al orden al conjunto bancario nacional, la cual fue impulsada por Morena desde su fracción mayoritaria en el Senado de la República –como correspondía a un partido que se promueve como de izquierda.

 

La iniciativa impulsada por el senador Ricardo Monreal proponía reducciones importantes en el cobro de comisiones bancarias y eliminación de algunos cobros absurdos que venían saqueando los bolsillos de clientes millonarios y de las clases populares; y presionaba a los banqueros a dar cumplimiento a su función de servir de motor de la actividad económica.

 

Para sorpresa de todos, AMLO salió a contener la trascendente iniciativa ante el enojo que la misma causó a los banqueros, porque al darse a conocer provocó tal impacto que propició la caída de la Bolsa de Valores al deslomarse las acciones de los grupos financieros. De esa forma fue eliminada una de las mayores y añejas exigencias ciudadanas frente a la usura bancaria.

 

Desde entonces fue quedando claro de qué lado estaba López Obrador, y que en los hechos su preocupación por los pobres no era tanta. El mandatario fue claro al decir que él NO avalaba esa pretendida reforma y que se había elaborado sin su consentimiento; asimismo les prometió a los banqueros que durante sus primeros tres años en el gobierno él no tocaría el tema, aunque también los exhortó –“para Ripley”– a que se “autorregularan”, como si los tiburones pudieran ponerse a dieta voluntariamente.

 

Un pendiente impostergable

 

En los primeros meses del año entrante se cumple el periodo comprometido por López Obrador y no se sabe que quiera retomar el espinoso asunto. Mientras los banqueros –desde aquel exhorto presidencial– se mantienen rígidos en sus políticas y apenas han reducido o eliminado comisiones menores, sin mayor impacto en las cuentas de las empresas y en los bolsillos de los ciudadanos.

 

Algunos datos reportados por la CNBV dejan ver que la gran crisis económica de México, por la recesión y por la pandemia no tiene a los bancos entre sus damnificados, y hay que tomar en cuenta el significado explícito y el implícito de tales datos en la coyuntura propia del país gobernado por AMLO. “El resultado neto acumulado del sector durante el periodo enero-agosto de 2021 fue de 113 mil millones de pesos, 39.2 por ciento mayor en términos reales respecto al mismo periodo de 2020. Por su parte, el rendimiento sobre activos (ROA) se ubicó en 1.25 por ciento y el rendimiento sobre capital contable (ROE) en 11.42 por ciento”.

 

La CNBV señala que las instituciones del sector reportaron hasta el cierre de agosto de 2021 activos totales por 10 billones 874 mil millones de pesos, “lo que representó una disminución anual real de 9.6 por ciento”; y en cartera de crédito vigente los bancos sumaron cinco billones 227 mil millones de pesos “una disminución anual real de 8.5 por ciento respecto al mismo mes de 2020”.

 

En crédito al consumo el saldo de la cartera vigente presentó crecimientos mensuales consecutivos desde marzo de 2021 y entre febrero y agosto de este año, dicha cartera registró un aumento de “31 mil millones de pesos, equivalente a 0.6 por ciento en términos reales”.

 

Hay que insistir en el punto de que las cuentas de los bancos, reportadas a la CNBV, no corresponden a las de un periodo en crisis, sino todo lo contrario.

 

En todo caso, AMLO sigue avanzando en su proyecto financiero denominado Banco del Bienestar, del cual no ha explicado todos sus alcances, salvo que es el instituto encargado de distribuir los recursos de sus programas de asistencia social directo a los beneficiarios. Más bien parece un proyecto de alcances limitados en prestación de servicios y sobre todo en su utilidad fundamental de servir como palanca para la reactivación y el desarrollo económico, puesto que su cobertura está enfocada al sector social más bajo y a los municipios donde la banca comercial ha estado ausente.

 

Si AMLO persiste en su afán de proteger a los magnates dueños del capital nacional y trasnacional, al bloquear la reforma bancaria monrrealista, habrá que plantearle al senador y previsible candidato presidencial –esta es la pretensión de este editorial– si se mantiene con su propuesta de meter al orden a los banqueros o solo buscó reflectores para hacer sentir su presencia con otros fines.

 

Algo muy cierto es que el actual sistema financiero nacional –incluyendo a la banca de desarrollo– no puede seguir como hasta ahora y desde hace décadas, con políticas de elevadas tasas de interés que obstaculizan el desarrollo industrial y empresarial, así como el acceso al crédito para los emprendedores y los microempresarios, lo que a su vez limita la generación de empleo.

 

Al actual sistema bancario –mayoritariamente en manos de accionistas extranjeros– se le ha criticado por su visión meramente mercantilista, muy alejado de la función que en democracias maduras se le otorga como medio de financiamiento al desarrollo económico y consecuentemente como medio de distribución de la riqueza al facilitar tanto el crédito al consumo como a la actividad económica comercial e industrial.

 

En el país del capitalismo por antonomasia, Estados Unidos, es sabido que en la pandemia y previamente en la crisis hipotecaria de 2008 que tuvo fuerte impacto en todas las ramas económicas, la Reserva Federal –el ente regulador– bajó las tasas de interés a cero para facilitar la reactivación económica, y su paulatino repunte se ha ido dando conforme a las necesidades de la actividad productiva, en sincronía y consonancia con las políticas del gobierno y las necesidades nacionales, y no por los afanes de lucro de los bancos.

 

En México durante la pandemia las tasas bajaron tardíamente y con demasiada cautela por la posición ultraconservadora del Banxico –la institución reguladora– supuestamente para no asustar a los capitales “golondrinos”, pero en detrimento de la inversión fija; desde ocho puntos porcentuales que mantenía antes de la crisis viral hasta apenas 4.5 por ciento recientemente; y antes de la reactivación económica retomó su posición alcista, todavía en medio de la crisis viral, sin bases sólidas de recuperación, y en atención especial a los inversionistas especulativos.

 

Los banqueros se quedan cortos

 

Ante las quejas y por la coyuntura imperante, así como por las peticiones de AMLO de que los banqueros mostraran mayor sensibilidad social, los directivos de las instituciones adoptaron algunas medidas plausibles, aunque insuficientes.

 

Daniel Becker, presidente de la Asociación de Bancos de Mexico (ABM) expresó que ya se han reducido las tasas de interés de los nuevos créditos que otorga la banca: “Con datos a junio de 2021, comparados con diciembre de 2018, la tasa de interés de crédito a las empresas ha disminuido en 30 por ciento, la de créditos a la vivienda en 13 por ciento; la de créditos al consumo en 11 por ciento y la de tarjetas de crédito en 28 por ciento.”

 

En favor de la inclusión social y de la equidad de género, el representante de los banqueros asegura que “la mitad de las personas empleadas en la banca son mujeres”. Además, en los últimos 3 años “se redujo la brecha de género en la colocación de productos bancarios: con datos a junio de 2021, la distribución de tarjetas de crédito por género fue prácticamente 50/50”.

 

Y en lo relativo a las medidas emergentes contra la pandemia, Becker sostiene que sus representados “comprometidos con el bienestar económico del país”, beneficiaron a más de 9 millones de clientes con diferimientos y reestructuras en 2020. “Esto implicó que se dejaran de recibir 66 mil millones de pesos por concepto de intereses, que fueron inyectados a la economía nacional”.

 

En 2021 –apuntó Becker en su comunicado de prensa de agosto–, la banca continúa reestructurando créditos para adecuar los pagos a las necesidades de las familias y empresas. “A junio de este año, el valor de la cartera reestructurada fue de 435 mil millones de pesos, que equivalen al 9.4 por ciento del crédito bancario al sector privado, y benefician a 1.3 millones de clientes”.

 

El representante de los banqueros en México, afirmó que todas las grandes obras y proyectos de la historia han requerido de un crédito. “Por ello, frente a los retos que impone la pandemia, la banca no dejará de cumplir con su papel fundamental como pilar para impulsar la recuperación económica del país”.

 

Sin dejar de reconocer que los banqueros adoptaron medidas en consonancia con la situación crítica del país y en favor de los usuarios de los servicios financieros, es necesario subrayar que son insuficientes y que les falta ponerse a la altura de lo que requiere un relanzamiento internacional de México en el contexto global, sobre todo con tasas de interés activas más convenientes para los usuarios y con mejores tasas de interés pasivas para los pequeños ahorradores, que hoy son igual que nada.

 

Hacia otro modelo necesario

 

Las críticas contra el actual sistema de pagos –extranjerizado casi en su totalidad por los gobiernos neoliberales– fueron una constante de los partidos de izquierda que en las últimas décadas tuvieron en López Obrador a su principal abanderado.

 

Como ya se dijo líneas antes, México ha padecido un sistema bancario totalmente mercantilista, alejado de las necesidades del desarrollo nacional, razón principal por la cual fue nacionalizado por el presidente José López Portillo, en 1982. Durante su corta permanencia como banca nacionalizada, apenas entre dos y tres sexenios, tampoco se logró conformar un nuevo modelo de financiamiento al desarrollo.

 

Los bancos nacionalizados adolecieron de ineficiencia, burocratismo y corrupción; por lo mismo fueron alcanzados por la ola privatizadora salinista. Así los atrapó la crisis de la gran devaluación de 1994, “los errores de diciembre”, como los llamó el entonces perseguido expresidente Carlos Salinas, consistente en que el sucesor Ernesto Zedillo tuvo que rescatarlos con fondos públicos al comprarles la deuda impagable para “sanearlos”, argumentó.

 

El hecho fue logrado a costa de cargar al país los enormes costos del rescate, FOBAPROA, que en aquellos años se estimó en alrededor de 100 mil millones de dólares. Los bancos rescatados, para ocultar las huellas de los malos manejos por accionistas mexicanos, fueron vendidos paulatinamente a los grandes bancos trasnacionales, que solamente por los pagos de intereses del gobierno por la deuda adquirida tuvieron el estímulo para comprarlos.

 

Tales intereses han significado costos anuales variables, pero de alrededor de 50 mil millones de pesos, solo como pago de intereses a los nuevos propietarios: el español BBVA Bancomer; el estadounidense CitiBanamex; el canadiense ScotiaBank Inverlat; y el británico HSBC.

 

El último en ser vendido, en 2002, operación autorizada por Vicente Fox, fue Banamex, que durante muchos años había sido considerado la mayor institución financiera del país.

 

Con esa larga trayectoria de ineficiencia, burocratismo, corrupción, acumulando MILLONES de quejas de los usuarios, es como López Obrador recibe al sistema bancario nacional extranjerizado.

 

Entre los desafíos que enfrenta el presidente, en el marco de su pretendida y ambiciosa “Cuarta Transformacion (4T)” debiera estar justamente el de transformar el sistema de pagos nacional, para ponerlo al servicio del DESARROLLO del país y no supeditado solamente a los intereses mercantiles de los accionistas.

 

Por lo visto y por el tiempo transcurrido no es previsible que AMLO asuma el gran reto de poner a los bancos al servicio de la nación. Pero es de esperar que al menos pusiera atención en que se mejoren los servicios y operen con racionalidad en el cobro de comisiones y en la asignación del crédito, así como en el pago de dividendos a los pequeños ahorradores.

 

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SISTEMA BANCARIO, INTOCABLE

POR EL GOBIERNO DE LÓPEZ OBRADOR

Feliciano Hernández*


*Los bancos rescatados, para ocultar las huellas de los malos manejos por accionistas mexicanos, fueron vendidos paulatinamente a los grandes bancos trasnacionales.


CD. DE MÉXICO.- El sistema bancario nacional logra altas ganancias a pesar de la pandemia del coronavirus, caracterizada por parálisis económica; mientras la planta productiva del país sufre para remontar la recesión pre Covid-19 y los bolsillos de millones de usuarios siguen vacíos, los bancos continúan manteniendo políticas crediticias y de cobro de comisiones totalmente desventajosas para el mercado mexicano.

En los primeros seis meses del año los bancos lograron ganancias por 78,000 millones de pesos, lo que representó un crecimiento de 35.7 por ciento respecto de los 54,000 millones de pesos reportados para el mismo periodo del año 2020, de acuerdo con un reporte de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), el ente regulador del sector.

Como dato significativo, esto ocurre en el contexto de un desempeño de ganancias históricas de los bancos de inversión globales, que en los últimos cuatro trimestres fueron los más rentables del mundo, según la agencia Bloomberg, con un total de 170 mil millones de dólares. En esta categoría, JP Morgan Chase and Co. tiene el primer lugar de una decena, con 47 mil millones de dólares en ganancias. Enseguida figura Goldman Sachs Group Inc. con 20 mil millones para su bolsa; y en tercer sitio estuvo Morgan Stanley, con 13 mil 700 millones de billetes verdes para sus cuentas.

El dato es relevante porque tales instituciones son las que están en la cima de la escala financiera global y las que financian a los otros bancos comerciales o a los grandes proyectos de todo el planeta y sus tasas de interés, así como sus políticas financieras determinan al resto del sistema bancario de todo el mundo, incluido el de México.

Tal situación, por lo visto en los tres primeros años del actual sexenio, el sistema financiero comercial se sitúa como uno de los grandes intocables en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), no obstante que desde la reprivatización y posterior venta a los consorcios internacionales hace décadas, acumulan millones de quejas de todo orden.

El historial de inconformidad está registrado por la Comisión Nacional de Protección y Defensa de Usuarios de Servicios Financieros (Condusef); solo como ejemplo para los efectos de este editorial, de acuerdo con las estadísticas del organismo, en el primer trimestre de 2021 registró 364,769 “acciones de defensa” ante 10 de los mayores bancos del país, por un total de 10 de las principales causas relativas a 10 productos o servicios financieros (un 15.08 por ciento menos que en el mismo periodo de 2020).

Además, otra cifra de 198,083 “acciones de defensa” en el rubro de “otras causas” y “otros productos” ante “otras instituciones” financieras de un total de 51 que cuentan con registro ante la CNBV.

Quejas en la Conducef

En este orden las acci0ones de Condusef fueron en primer lugar ante BBVA Bancomer, luego Banorte y CitiBanamex, con más de 13 mil cada uno; enseguida Trans Unión de México y Banco Santander con más de 12 mil acciones; en sexto lugar HSBC con 7,752; en séptimo lugar Banco Azteca con 6,325; en octavo lugar Scotia Bank Inverlat con 4,569; en noveno lugar Circulo de crédito con 4,263; y en décimo lugar BanCoppel con 3,742 acciones de defensa.

Cabe aclarar que una parte mayor de estas “acciones de defensa” realizadas por Condusef se refiere a consultas sobre servicios bancarios o del propio organismo defensor, por lo que no son “quejas” precisamente contra los bancos; el resto se trata justamente de quejas por consumos, transferencias o retiros no reconocidos, entre otras causas de inconformidad de los usuarios. Mañosamente Condusef mezcla agua con chocolate, por razones cuestionables.

La IMPUNIDAD de los bancos es algo muy sabido y resentido por el público en general, así como por las altas esferas del poder, lo cual motivó que desde los inicios del gobierno de López Obrador una de las principales y viejas exigencias ciudadanas cobrara vida en una iniciativa de reforma legal para meter al orden al conjunto bancario nacional, la cual fue impulsada por Morena desde su fracción mayoritaria en el Senado de la República –como correspondía a un partido que se promueve como de izquierda.

La iniciativa impulsada por el senador Ricardo Monreal proponía reducciones importantes en el cobro de comisiones bancarias y eliminación de algunos cobros absurdos que venían saqueando los bolsillos de clientes millonarios y de las clases populares; y presionaba a los banqueros a dar cumplimiento a su función de servir de motor de la actividad económica.

Para sorpresa de todos, AMLO salió a contener la trascendente iniciativa ante el enojo que la misma causó a los banqueros, porque al darse a conocer provocó tal impacto que propició la caída de la Bolsa de Valores al deslomarse las acciones de los grupos financieros. De esa forma fue eliminada una de las mayores y añejas exigencias ciudadanas frente a la usura bancaria.

Desde entonces fue quedando claro de qué lado estaba López Obrador, y que en los hechos su preocupación por los pobres no era tanta. El mandatario fue claro al decir que él NO avalaba esa pretendida reforma y que se había elaborado sin su consentimiento; asimismo les prometió a los banqueros que durante sus primeros tres años en el gobierno él no tocaría el tema, aunque también los exhortó –“para Ripley”– a que se “autorregularan”, como si los tiburones pudieran ponerse a dieta voluntariamente.

Un pendiente impostergable

En los primeros meses del año entrante se cumple el periodo comprometido por López Obrador y no se sabe que quiera retomar el espinoso asunto. Mientras los banqueros –desde aquel exhorto presidencial– se mantienen rígidos en sus políticas y apenas han reducido o eliminado comisiones menores, sin mayor impacto en las cuentas de las empresas y en los bolsillos de los ciudadanos.

Algunos datos reportados por la CNBV dejan ver que la gran crisis económica de México, por la recesión y por la pandemia no tiene a los bancos entre sus damnificados, y hay que tomar en cuenta el significado explícito y el implícito de tales datos en la coyuntura propia del país gobernado por AMLO. “El resultado neto acumulado del sector durante el periodo enero-agosto de 2021 fue de 113 mil millones de pesos, 39.2 por ciento mayor en términos reales respecto al mismo periodo de 2020. Por su parte, el rendimiento sobre activos (ROA) se ubicó en 1.25 por ciento y el rendimiento sobre capital contable (ROE) en 11.42 por ciento”.

La CNBV señala que las instituciones del sector reportaron hasta el cierre de agosto de 2021 activos totales por 10 billones 874 mil millones de pesos, “lo que representó una disminución anual real de 9.6 por ciento”; y en cartera de crédito vigente los bancos sumaron cinco billones 227 mil millones de pesos “una disminución anual real de 8.5 por ciento respecto al mismo mes de 2020”.

En crédito al consumo el saldo de la cartera vigente presentó crecimientos mensuales consecutivos desde marzo de 2021 y entre febrero y agosto de este año, dicha cartera registró un aumento de “31 mil millones de pesos, equivalente a 0.6 por ciento en términos reales”.

Hay que insistir en el punto de que las cuentas de los bancos, reportadas a la CNBV, no corresponden a las de un periodo en crisis, sino todo lo contrario.

En todo caso, AMLO sigue avanzando en su proyecto financiero denominado Banco del Bienestar, del cual no ha explicado todos sus alcances, salvo que es el instituto encargado de distribuir los recursos de sus programas de asistencia social directo a los beneficiarios. Más bien parece un proyecto de alcances limitados en prestación de servicios y sobre todo en su utilidad fundamental de servir como palanca para la reactivación y el desarrollo económico, puesto que su cobertura está enfocada al sector social más bajo y a los municipios donde la banca comercial ha estado ausente.

Si AMLO persiste en su afán de proteger a los magnates dueños del capital nacional y trasnacional, al bloquear la reforma bancaria monrrealista, habrá que plantearle al senador y previsible candidato presidencial –esta es la pretensión de este editorial– si se mantiene con su propuesta de meter al orden a los banqueros o solo buscó reflectores para hacer sentir su presencia con otros fines.

Algo muy cierto es que el actual sistema financiero nacional –incluyendo a la banca de desarrollo– no puede seguir como hasta ahora y desde hace décadas, con políticas de elevadas tasas de interés que obstaculizan el desarrollo industrial y empresarial, así como el acceso al crédito para los emprendedores y los microempresarios, lo que a su vez limita la generación de empleo.

Al actual sistema bancario –mayoritariamente en manos de accionistas extranjeros– se le ha criticado por su visión meramente mercantilista, muy alejado de la función que en democracias maduras se le otorga como medio de financiamiento al desarrollo económico y consecuentemente como medio de distribución de la riqueza al facilitar tanto el crédito al consumo como a la actividad económica comercial e industrial.

En el país del capitalismo por antonomasia, Estados Unidos, es sabido que en la pandemia y previamente en la crisis hipotecaria de 2008 que tuvo fuerte impacto en todas las ramas económicas, la Reserva Federal –el ente regulador– bajó las tasas de interés a cero para facilitar la reactivación económica, y su paulatino repunte se ha ido dando conforme a las necesidades de la actividad productiva, en sincronía y consonancia con las políticas del gobierno y las necesidades nacionales, y no por los afanes de lucro de los bancos.

En México durante la pandemia las tasas bajaron tardíamente y con demasiada cautela por la posición ultraconservadora del Banxico –la institución reguladora– supuestamente para no asustar a los capitales “golondrinos”, pero en detrimento de la inversión fija; desde ocho puntos porcentuales que mantenía antes de la crisis viral hasta apenas 4.5 por ciento recientemente; y antes de la reactivación económica retomó su posición alcista, todavía en medio de la crisis viral, sin bases sólidas de recuperación, y en atención especial a los inversionistas especulativos.

Los banqueros se quedan cortos

Ante las quejas y por la coyuntura imperante, así como por las peticiones de AMLO de que los banqueros mostraran mayor sensibilidad social, los directivos de las instituciones adoptaron algunas medidas plausibles, aunque insuficientes.

Daniel Becker, presidente de la Asociación de Bancos de Mexico (ABM) expresó que ya se han reducido las tasas de interés de los nuevos créditos que otorga la banca: “Con datos a junio de 2021, comparados con diciembre de 2018, la tasa de interés de crédito a las empresas ha disminuido en 30 por ciento, la de créditos a la vivienda en 13 por ciento; la de créditos al consumo en 11 por ciento y la de tarjetas de crédito en 28 por ciento.”

En favor de la inclusión social y de la equidad de género, el representante de los banqueros asegura que “la mitad de las personas empleadas en la banca son mujeres”. Además, en los últimos 3 años “se redujo la brecha de género en la colocación de productos bancarios: con datos a junio de 2021, la distribución de tarjetas de crédito por género fue prácticamente 50/50”.

Y en lo relativo a las medidas emergentes contra la pandemia, Becker sostiene que sus representados “comprometidos con el bienestar económico del país”, beneficiaron a más de 9 millones de clientes con diferimientos y reestructuras en 2020. “Esto implicó que se dejaran de recibir 66 mil millones de pesos por concepto de intereses, que fueron inyectados a la economía nacional”.

En 2021 –apuntó Becker en su comunicado de prensa de agosto–, la banca continúa reestructurando créditos para adecuar los pagos a las necesidades de las familias y empresas. “A junio de este año, el valor de la cartera reestructurada fue de 435 mil millones de pesos, que equivalen al 9.4 por ciento del crédito bancario al sector privado, y benefician a 1.3 millones de clientes”.

El representante de los banqueros en México, afirmó que todas las grandes obras y proyectos de la historia han requerido de un crédito. “Por ello, frente a los retos que impone la pandemia, la banca no dejará de cumplir con su papel fundamental como pilar para impulsar la recuperación económica del país”.

Sin dejar de reconocer que los banqueros adoptaron medidas en consonancia con la situación crítica del país y en favor de los usuarios de los servicios financieros, es necesario subrayar que son insuficientes y que les falta ponerse a la altura de lo que requiere un relanzamiento internacional de México en el contexto global, sobre todo con tasas de interés activas más convenientes para los usuarios y con mejores tasas de interés pasivas para los pequeños ahorradores, que hoy son igual que nada.

Hacia otro modelo necesario

Las críticas contra el actual sistema de pagos –extranjerizado casi en su totalidad por los gobiernos neoliberales– fueron una constante de los partidos de izquierda que en las últimas décadas tuvieron en López Obrador a su principal abanderado.

Como ya se dijo líneas antes, México ha padecido un sistema bancario totalmente mercantilista, alejado de las necesidades del desarrollo nacional, razón principal por la cual fue nacionalizado por el presidente José López Portillo, en 1982. Durante su corta permanencia como banca nacionalizada, apenas entre dos y tres sexenios, tampoco se logró conformar un nuevo modelo de financiamiento al desarrollo.

Los bancos nacionalizados adolecieron de ineficiencia, burocratismo y corrupción; por lo mismo fueron alcanzados por la ola privatizadora salinista. Así los atrapó la crisis de la gran devaluación de 1994, “los errores de diciembre”, como los llamó el entonces perseguido expresidente Carlos Salinas, consistente en que el sucesor Ernesto Zedillo tuvo que rescatarlos con fondos públicos al comprarles la deuda impagable para “sanearlos”, argumentó.

El hecho fue logrado a costa de cargar al país los enormes costos del rescate, FOBAPROA, que en aquellos años se estimó en alrededor de 100 mil millones de dólares. Los bancos rescatados, para ocultar las huellas de los malos manejos por accionistas mexicanos, fueron vendidos paulatinamente a los grandes bancos trasnacionales, que solamente por los pagos de intereses del gobierno por la deuda adquirida tuvieron el estímulo para comprarlos.

Tales intereses han significado costos anuales variables, pero de alrededor de 50 mil millones de pesos, solo como pago de intereses a los nuevos propietarios: el español BBVA Bancomer; el estadounidense CitiBanamex; el canadiense ScotiaBank Inverlat; y el británico HSBC.

El último en ser vendido, en 2002, operación autorizada por Vicente Fox, fue Banamex, que durante muchos años había sido considerado la mayor institución financiera del país.

Con esa larga trayectoria de ineficiencia, burocratismo, corrupción, acumulando MILLONES de quejas de los usuarios, es como López Obrador recibe al sistema bancario nacional extranjerizado.

Entre los desafíos que enfrenta el presidente, en el marco de su pretendida y ambiciosa “Cuarta Transformacion (4T)” debiera estar justamente el de transformar el sistema de pagos nacional, para ponerlo al servicio del DESARROLLO del país y no supeditado solamente a los intereses mercantiles de los accionistas.

Por lo visto y por el tiempo transcurrido no es previsible que AMLO asuma el gran reto de poner a los bancos al servicio de la nación. Pero es de esperar que al menos pusiera atención en que se mejoren los servicios y operen con racionalidad en el cobro de comisiones y en la asignación del crédito, así como en el pago de dividendos a los pequeños ahorradores.

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