
- Pánico escénico de los funcionarios que asignó el presidente Calderón.
- México, entre las peores naciones en materia de trámites burocráticos.
- Los recientes elecciones, más pan con lo mismo y polvo de aquellos lodos.
“En un país mal gobernado debe inspirar
vergüenza la riqueza”.
CONFUCIO
LOS ROSTROS DEL CAMBIO
Durante la reciente ceremonia de “enroques oficiales” (28 en lo que va del sexenio), mediante los que el desesperado presidente Calderón Hinojosa, intenta salvar una administración hundida hasta el cogote por ineptitudes, complicidades, errores de cálculo, malos manejos, pésimas asesorías y el nefasto favoritismo hacia personas amigochas a las que les queda grande el paquete o que de plano, nada tienen que hacer en los cargos asignados, fue en verdad hasta de risa ver la transmisión noticiosa y oficialista con los rostros de los funcionarios ungidos: el inepto Gerardo Ruiz Mateos, el viajero Francisco Blake Mora, la muy seria Paty Flores Elizondo y el mochilón draculesco Bruno Ferrari García de Alba, quienes mostraban pánico escénico, estupor, nerviosismo y preocupación, como si en lugar de estar felices por sus “ascensos”, temieran haberse sacado el tigre de la rifa; la excepción fue el saliente de Bucareli, el abogado Fer Gómez Mont, quien mostraba una risa tan extraña como difícil de interpretar. Durante las tomas que le hicieron las cámaras televisivas en el evento, el regordete abogado parecía sonreír irónico, burlón, en otras sonreía decepcionado, tristón y con un dejo de “éjele que ni me dolió”; en otras tomas parecía una especie de hierática Mona Lisa de Da Vinci, cuya sonrisa trataba de aflorar sentimientos encontrados que allí quedan, para la interpretación sesuda de los expertos.

Bruno Ferrari García Francisco Blake Mora Paty F. Elizondo Gerardo Ruiz Mateos
ORIGINAL Y CIEN COPIAS
La conocida y odiosa tramitología burocrática mexicana, que nos ha llevado a un deshonroso sitio entre las naciones que padecen de esta lacra oficial, marcándonos, una vez más, como país en manos de una burocracia inepta, corrupta, prepotente y mañosa, muy a pesar de las faroladas gubernamentales y la complicidad de los legisladores en torno a una supuesta “reforma administrativa”, sueño o utopía que le dan al pueblo como si fuera un biberón o un caramelo para que no “dé lata”. Un permiso, una licencia y cualquier trámite que requiera de asistencia en oficinas y ventanillas, a pesar del moderno Internet, siguen siendo un verdadero calvario para usuarios, causantes, derechohabientes, solicitantes y obligados civiles, pues además de costosos, son engorrosos, complicados y se llevan tanto tiempo, que muchos prefieren dar propinas para “no darse por mal servidos”, encargarlo a un coyote, un profesional o de plano, si se puede, evadirse. Todos estamos, de una manera u otra, en manos de las huestes del pesado, desleal, flojo, transa y costosísimo aparato de los “servidores públicos”.


“HUESOCRACIA” EN LUGAR DE DEMOCRACIA
Ahora que aún están frescas las elecciones pasadas en varios estados de la República, recordamos una acertada frase de Paola Zavala, quien al respecto escribió: “El sistema electoral es en realidad un sistema de reparto, donde todos hacen fraude y lo que se premia es la lealtad y la disciplina con las cúpulas”. Nada más cierto, pues los procesos electorales de la cacareada y chafísima democracia mexicana, no es más que pan con lo mismo, es decir, todo un tratado práctico de tranzas, mañas y pantomimas de partidos y candidatos con la bendición institucional del “sospechosista” IFE. Y para ello, el vasto arsenal electorero sigue siendo, con algunas novedades con tecnología de punta, el embarazo, ordeña y robo de urnas, la presencia y actuación de los famosos mapaches, la guerra sucia estilo Triple A, compra de votos, uso indebido de recursos y presupuestos, compra de medios informativos y periodistas “de línea”, alianza y arreglos “en lo oscurito o debajo de la mesa” y manipulación de encuestas y encuestadoras, entre otros instrumentos y actos tras el botín político, el “carnoso hueso”.

LOS DEL ESTRIBO…
El joven Nicasio Melindres siempre afirmaba y presumía a sus cuates que tenía un carrito convertible, uno que en el día era de elotes y en la noche de tamales.
Una señora bastante gordinflona entra a la carnicería de su rumbo y le pregunta al carnicero - ¿cuánto cuesta la cabeza de puerco que está detrás de usted?- A lo que el tablajero le responde – No es una cabeza de cerdo, es un espejo -.

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