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Edición 244
Jueves, 14 de Octubre de 2010 14:50

Pequeñitos y perdedores natos

RAMI SCHWARTZ


Qué mal se deben sentir los panistas en días como ayer. Porque a raíz de las elecciones de Brasil, no dejaron de leer en los periódicos, escuchar en la radio y ver por la televisión la misma cantaleta… Ese de Brasil sí que es un estadista, ojalá en México tuviésemos uno la mitad de bueno, esos si que hacen bien las cosas, etcétera.

 

Lo mismo hace un par de meses cuando la elección en Colombia. Cuando terminó la super exitosa presidencia de Álvaro Uribe fue igual: Ese sí tuvo pantalones, ese si sacó a su país del hoyo, ese sí inyectó a los colombianos un nuevo optimismo, ese sí tiene talla internacional, etcétera. La verdad ambas son comparaciones muy injustas para el presidente Calderón, porque ni Lula ni Uribe la tuvieron más difícil que él.

 

En primer lugar, a Uribe lo antecedió otro buen presidente, Andrés Pastrana y a éste uno más, Ernesto Samper, quienes pusieron las bases para que Álvaro Uribe hiciera un trabajo tan bueno como el que hizo. Y en el caso de Lula fue igual. A éste lo antecedió Fernando Henrique Cardoso, quién también dejó las bases listas para que Lula la hiciera tan bien. Tanto Pastrana como Cardoso limpiaron la casa y la dejaron lista para que Uribe y Lula sentaran las bases.

Aquí a Calderón lo precedió el peor que ha pasado por Los Pinos, Vicente Fox Quesada, siempre más preocupado porque su mujer Marta Sahagún saliera en la revista Hola, luciendo el último grito de la moda, que en atender las necesidades de un país al que dejó colgado de la brocha, al que le falló como pocos mandatarios le han fallado a su pueblo. A diferencia de Lula y Uribe, Calderón recibió un país desmoralizado, desgastado, una población que ya ni creía en la democracia porque la dupla Fox-Sahagún se encargaron de limpiarse el trasero con ella.

 

 

PARARAMI

 

En segundo lugar, ni Uribe ni Lula tuvieron enfrente a un opositor como López Obrador, desquiciado, mesiánico, dispuesto a dinamitar lo que fuese con tal de impedir que Calderón llegase a la presidencia. Ni Uribe ni Lula tuvieron que llegar a sus respectivos congresos por la puerta trasera, cruzarse la banda presidencial en dos segundos, decir rapidísimo el juramento presidencial, y de ahí salir huyendo de los huevazos y los jitomatazos. La oposición en Brasil y Colombia no tiene comparación con la oposición de México, no solo son los presidentes los que tienen más talla en Colombia y Brasil, también es el resto de la clase política.

 

En tercer lugar, tanto Uribe como Lula llegaron con la casa limpia, listos para comenzar a sentar las bases de países más prósperos. Aquí Calderón encontró un cochinero por todos lados, tuvo que recurrir a aliarse con los sectores más retrogradas de la sociedad, los sindicatos charros, los monopolios, los poderes fácticos, en aras de mantener un cierto control y que el país no se le deshiciera entre las manos. Hoy Uribe deja un país listo para el despegue, lo mismo que Lula mientras Calderón lucha por tan solo tratar de dejar un país limpio a su sucesor. En otras palabras, a Calderón no se le puede comparar con Uribe o Lula, hay que compararlo en dado caso con Pastrana, Samper y Cardoso.

 

Dicho todo lo anterior, no podemos negar tampoco que los analistas tienen razón y que Calderón es un enano comparado con Uribe y Lula da Silva. Eligió al peor gabinete que se tenga memoria, se hizo complice de las fechorías de los poderes fácticos y los intereses creados a los que les debe el poder, se rodeó de puros incondicionales panistas que carecen de lo más elemental para gobernar, se le fue la lengua en la campaña y prometió miles de cosas que jamás iba a poder cumplir, no tiene sentido del humor, no tiene una personalidad arrolladora como Lula y Uribe. Es decir, a la herencia perniciosa que recibió de su antecesor Fox, hay que sumarle los hierros propios y el resultado está a la vista.

 

Estuve escuchando muchos noticieros de radio, leyendo muchas columnas y análisis periodísticos y la opinión es unánime: Ya quisiéramos un Lula o un Uribe en México, aunque sea para un domingo de fiesta, ya quisiéramos que nuestro presidente fuese el 1 por ciento de lo que son ellos; ya quisiéramos un estadista al frente de nuestro gobierno. Y yo agregaría, ya quisiera Calderón que los mismos panistas lo defiendan y reivindiquen porque no ha salido uno solo a hacer un análisis que coloque a nuestro presidente en su justa dimensión. Porque hacerlo implica reconocer que ha habido errores y obviamente corregirlos, pero los panistas prefieren no hacer ese ejercicio de conciencia, prefieren seguir culpando a los 70 años de PRI, prefieren seguir viendo el pasado antes de tomar el presente por los cuernos para forjar un mejor futuro.

 

Y esa es la mayor de las diferencias. Lula tuvo en el Partido de los Trabajadores su mejor reserva de apoyo, talento y fortaleza; lo mismo Uribe en el  Partido Liberal. Aquí Calderón proviene de un partido de perdedores llamado Acción Nacional, y rodeado de perdedores es imposible ganar. Por eso los panistas se deben sentir de la patada en días como ayer, donde quedan evidenciados y donde queda de manifiesto que nunca tuvieron la talla para llegar al poder y transformar un país. Por el contrario, llegaron al poder, les entró pánico escénico y acabaron por hundirlo más. Calderón no está solo en su pequeñez frente a portentos como Lula y Uribe, va bien acompañado de todo el Partido Acción Nacional. Pequeñitos y perdedores natos

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