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La cultura
del silencio
FERNANDO DÍEZ DE URDANIVIA
Si lo que sucede en México se puede llamar nueva cultura, no parece fácil darle un nombre propio como el que han tenido la cultura griega, la cultura hispánica o la cultura de Chupícuaro. Los antropólogos, y por extensión casi todos, consideramos acto cultural a lo que hace el ser humano, pero solemos enmarcarlo con lo que caracteriza determinados momentos de la historia. Algunos europeos presumen como suya la cultura grecolatina; los mexicanos presumimos la maya como nuestra.
Vale la pena imaginar el adjetivo que nuestros descendientes darán en el siglo XXV a la cultura mexicana de hoy. Seguramente encontrarán alguno, y lo probable sea que no resulte halagador. Pero nada puede preverse. A manera de juego, hagamos ensayos. Cultura mestiza suena bonito; cultura de la ignorancia pega en los oídos, pero es más realista; cultura del silencio puede ser desconcertante, porque obliga conjeturar quiénes son los callados.
El drama de Javier Sicilia, que a todos los padres mexicanos nos tiene en pie de guerra, está siendo piedra de toque para la situación, aunque sepamos que los usufructuarios del sistema lo miran de soslayo y lo atribuyen a puras exageraciones.
Los plantones, las marchas, las voces de Javier, hasta el momento de escribir estas líneas, han tenido el silencio por respuesta. Porque silencio es no afrontar una realidad nacional; silencio es no asumirse responsable de la marcha del país o la parte que a cada quien toca; silencio es no aceptar lo que ocurre, consecuencia de los muchos años diciendo “el país es primero”, pero pensando: “yo estoy antes”.
Mientras no escuchemos: “Señor Sicilia, vamos camino de hallar responsables y no chivos expiatorios; sentamos bases reales y no demagógicas para lograr la justicia y la tranquilidad; trabajamos a fondo persiguiendo no responsables presuntos, sino raíces podridas”, nuestros años pasarán a la historia como “la cultura del silencio”. No solamente por los que callan, sino por los que quieren callarnos a todos.
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