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Derecha e Izquierda Españolas Contra los Trabajadores
Rajoy y Zapatero: de la mano y por
la calle para salvar a España
Regino Díaz Redondo
Del milagro español hemos pasado al milagro de llegar a fin de mes. El PPSOE (Populares y Socialistas) se ha encargado, en complicidad con su falta de previsión y la defensa de intereses particulares al servicio de la Unión Europea, de que España se coloque dentro de los países de más dudosa economía, poco confiable y víctima del criterio de los mercados internacionales.
La burbuja inmobiliaria que muchos pensaron que era una roca impenetrable estalló ante los ojos sorprendidos de quienes nos pusieron artificialmente en un primer mundo. A las clases medias nacionales lo que les interesa es que les digan la verdad y que su nivel de vida no descienda de la forma tan drástica como ha ocurrido desde hace dos años.
Es obvio que la culpa no es únicamente de los políticos porque éstos reciben órdenes de los especuladores internacionales que presionan a la UE para conseguir un solo propósito: Restar fuerza al continente en el proyecto mundial. Sin importarles, como ocurre siempre el nivel de vida de los que sostienen y han sostenido la economía española.
La última jugada estratégica de los dos partidos mayoritarios, dueños y señores de voluntades fue modificar la Constitución para incluir un artículo en el que se fijó, sin mencionar la cantidad, un tope al déficit público. Significa que estaremos por ley en manos de quienes en un momento dado decidan que hemos sobrepasado lo que exigen las finanzas en manos del casino global.
Zapatero y Rajoy: De manitas calientes.
No valieron las protestas de las demás instituciones políticas y sociales en contra de tal modificación. En el Congreso de los Diputados, el Partido Popular y el PSOE, por primera vez, se pusieron de acuerdo para dar el espaldarazo a los que desean que los países mediterráneos o periféricos (como usted quiera llamarlos) se conviertan en naciones de segunda dentro del contexto europeo.
Se buscó la forma de lograr un referéndum (esta palabra parece que ya no está en el diccionario democrático de los que manejan la cosa pública), pero no pudo ser.
Sus señorías, autosuficientes, diría yo que autoritarias, insensibles, se mostraron contundentes, solemnes. Derecha e izquierda (¿izquierda?) se juntaron para descargar otro balazo a la economía de los trabajadores.
Resulta incomprensible. O más bien, muy comprensible para ellos, mover fichas, sin tener el aval de los resultados en las urnas, principio democrático que está en franco desuso.
Hubo manifestaciones sociales en todas partes. Pero minoritarias. Según los jerarcas de la Cámara, su descontento se debía a que la gente “no entiende de economía” y “no sabe que la medida adoptada es imprescindible para el mantenimiento de la paz”.
Ya puede decirse que las ideologías están enterradas. En su lugar ha nacido un engranaje de desvergüenza pluscuamperfecto, útil para los que tienen… dinero, pero no útil para los que apuran sus céntimos y conseguir la sobrevivencia.
Los que creyeron que los socialistas defendían la democracia, como lo hicieron en 1936, fueron defraudados.
Distingamos que comunismo, socialismo, anarquismo y república son cuatro cosas distintas, aunque hayan estado unidas en un Frente Popular para defender un Estado elegido en las urnas hace ya 75 años.
Queda claro, los republicanos son exactamente eso, defensores de la cosa pública, como ya dijimos. Comunismo y anarquismo resultaron evidentemente impracticables y por lo tanto se desecharon, por fortuna. Quedaban los socialistas, herederos de Pablo Iglesias. Al menos de eso se vanagloriaban. Pero no. Ni Felipe González ni Rodríguez Zapatero, cada uno en su tiempo, o en sus tiempos, se han transformado por conveniencia personal en empleado de transnacionales (el caso de González) y en súbdito de las finanzas (como el actual presidente del gobierno).
Las calculadoras oficiales de nuestra salud son las dueñas casi absolutas del devenir de los pueblos si antes no se pone un coto a este sistema ya caduco, gangrenado.
Estremece ver cómo, desde la tribuna, Rajoy y Zapatero se unen por primera vez para “salvar a España de una catástrofe mayor”.
Sin embargo, lo peor está por llegar. Más bien, el garrotazo final lo recibiremos el 20 de noviembre próximo con la llegada al poder de la derecha (en España no hay derecha: Es ultraderecha), que esgrime las teorías más conservadoras y fetichistas del mundo por kilómetro cuadrado.
Hay una exclamación que recorre los medios de comunicación y que dice: “People of the world rise up”, demostración de que la gente de todos los colores e idiomas está enfurecida y presta a convertir su vida en violencia, lo que sería fatal para nuestra civilización.
Fíjense lo que dice la Agencia Moody´s sobre la enmienda constitucional: “Fenomenal”. Y luego Fitch nos baja los humos: “Es buena pero insuficiente”. Todo un ejemplo de sensibilidad humanitaria y de respeto al ser humano como tal y a las tradiciones de los países en problemas.
Pensemos un poco en esta utopía, aunque sea simplemente para sonreír puesto que llorar no se puede o no se debe: ¿Por qué no formar dos gobiernos, uno político y otro financiero? Y ahí que se hagan bolas a ver si surge algo que beneficie a los afectados de todos los días.
Pero vueltos a la realidad, no nos hemos dado cuenta aún de que sufrimos una enfermedad endémica, casi terminal y que los que ahora se sienten dueños del mundo y sus alrededores pueden ser los primeros en tener que emigrar a algún planeta vecino.
De todo este panorama se deduce algo perfectamente claro (otra vez milagros aparte). Alfredo Pérez Rubalcaba, candidato del PSOE al gobierno de España, perderá sin duda las elecciones. Su actitud, hasta el momento bastante positiva, choca contra las decisiones de su propio gobierno y tiene que apechugar con medidas que él rechaza y que ha podido mitigar.
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