México en la cúspide…
de la basura
Queremos que este 2012 no resulte tan negativo como los pronósticos lo indican. Reanudada la actividad, deploramos que en diciembre y enero nos hayamos visto entre mares de basura. 12 mil toneladas en el DF.
Marcelo Ebrard no ha de estar satisfecho. Le bajaron los puntos de la calificación. Irresponsabilidad. Negligencia. Los capitalinos andamos muy lejos de sentirnos contentos, porque esto de vivir entre desperdicios, no es digno. La basura no es sólo la que arrojan los cochinos en cualquier parte, sino la que se ha apoderado de todas las esferas del país.
¡Basura, herencia del PRI-AN! Desperdicio pestilente de color amarillento.
Prioridades
Estamos así, en la cola de Latinoamérica, porque a los presidentes mexicanos y a los políticos en general se les olvidaron dos factores clave:
1. El campo.
2. La educación.
Siempre fuimos una nación campirana. Nuestra cultura, muy superior a la estadounidense, viene del agro. La gente vivía de cultivar la tierra y de la ganadería. El olor a hierba, junto con los paisajes, algunos de los cuales inmortalizó en todo el mundo José María Velasco, nos deleitaban. Éramos “alguien”, en oriente y en occidente. Hoy nos ha degradado una serie de mandatarios mediocres, ambiciosos en demasía, algunos, tontos. Descuellan Vicente Fox y Felipe de Jesús Calderón Hinojosa (panistas). Aquellos que sí supieron “cuidar” sus intereses al grado de que Marta Sahagún volvió adinerados a sus hijos Bribiesca. La “señora Marta” se adueño de Vicentillo y fue hasta El Vaticano para que la casaran con Fox. Calderón, probablemente, aspirará a emigrar a Estados Unidos.
Los demoledores
Otros deshicieron lo que habían logrado para México los señores Miguel Alemán Valdés, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. ¡Estadistas!
Miguel Alemán nos dejó infraestructura y renombre internacional en turismo. Puede ser que la mayoría de los mexicanos ignore todavía la realidad del gobierno de aquel legislador poblano nacionalista, nacido en San Andrés Chalchicomula, Gustavo Díaz Ordaz. En su administración se publicó por su compañero en el Congreso, Jorge Joseph, un libro que cimbró a los marxistas. “Móndrigos”. La edición desapareció. Había gente encumbrada metida en ese gabinete… y fuera de él, en los medios. El móvil del complot era impedir las Olimpiadas; hundir a México, pues por parte de nuestros vecinos incómodos, Washington pretendía llevar las competencias olímpicas a yanquilandia.
Los interesados invitaron a un famoso periodista de origen israelita. Le prometieron fundar un medio impreso propio, dirigido por él. Procedió a ponerse de acuerdo con el director de comunicación social, Francisco Galindo Ochoa. Éste daba información confidencial al susodicho periodista –conectado hoy con el cártel del Pacífico-; los demás compañeros secretarios de Estado, le hacían segunda a Galindo Ochoa. Con ellos conspiraba Javier Barrios Sierra, rector de la UNAM.
De esta forma, el ex secretario de la Defensa, general Marcelino García Barragán, no se movió sino para enviar a los soldados en tanquetas a la matanza de Tlatelolco, obediente a las órdenes del entonces secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez.
Había reuniones con Echeverría a puerta cerrada. “Excélsior” publicaba con antelación nombres, fechas y lugares. El Consejo Nacional de Huelga renegaba y arremetía contra los demás periódicos.
Estados Unidos y Cuba, en contra de nuestra soberanía. La embajada cubana hacía circular miles de volantes con llamamientos a la anarquía. Se hicieron muy populares entre el estudiantado universitario el Che Guevara, Fidel Castro y Camilo Cienfuegos.
Carlos Denegri, argentino, comentaba, bien pagado, el descontento centrado contra Díaz Ordaz, promovido por sus más cercanos colaboradores, titulares de las carteras.
Hubo una sola persona que le fue leal a don Gustavo Díaz Ordaz y a nuestra patria: su jefe de Estado Mayor, el general Diplomado de Estado Mayor, Luis Gutiérrez Oropeza. No fueron los elementos del Batallón Olimpia los que pusieron en evidencia la represión. Fue García Barragán, revolucionario, traidor, enemigo gratuito del general Gutiérrez Oropeza, por cuyo sentido del deber, México y sus fuerzas armadas, rebasaron la conspiración.
La caída
Gobernados por basura del PRI fuimos cayendo desde el izquierdoso Echeverría, protector de los esbirros de Castro Ruz, aquí y en Chile, hasta el cultísimo masón José López Portillo, quien se creía la reencarnación del Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo y Costilla. El neoliberal Miguel de la Madrid Hurtado, responsable de iniciar la entrega de los bancos nacionales, contrario a la libertad de prensa, persiguió con sus agentes de Gobernación, a la revista Impacto y facilitó que ésta cambiara de dueños, en una transacción muy oscura. Por supuesto, perjudicó a los colaboradores no gratos. Era imposible seguir escribiendo en lo que se convirtió en un pasquín.
El drama de la revista de circulación internacional mejor del país costó muchas vidas. La del licenciado Agustín Navarro Vázquez, economista, por mencionar alguna. En el sanquintín que se armó dentro de las instalaciones de Impacto, los señores de Gobernación encañonaron con sus armas de fuego al notable escritor. De la Madrid Hurtado sobrevive enfermo. Le deseamos de buena fe que se recupere. A quienes insistimos en defender la revista ,nos bloqueó. Por poco nos quedamos sin pan.
Los traidores recientes
De Salinas de Gortari por experiencia aprendimos, con su Tratado de Libre Comercio, concertado para rendir pleitesía al supragobierno mundial enquistado en los Estados Unidos, que el TLC arruinó al campo mexicano. ¡Nadie lo rescata a la fecha!
No olvidamos los asesinatos del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en el aeropuerto de Guadalajara; del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, muerto a balazos en un mitin político del PRI, en Lomas Taurinas, Tijuana… Preguntamos: ¿Mario Aburto prisionero es el Mario Aburto asesino? Pero hay más, liquidaron con balas, en la calle de La Fragua, a pocos metros del Paseo de la Reforma, a José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI.
Salinas, un genio del mal, maquinó en su cerebro la manera de impedir la asunción de alguien reacio a la continuidad de su liberalismo salvaje. (Continuará).
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