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El aborto, arma geopolítica
del nuevo orden mundial
El tema del aborto será inagotable. Por ahora, el ministro Jorge Mario Rebolledo sentó jurisprudencia en la Suprema Corte, pero el asunto no parará ahí.
El aborto fue ideado para disolver a la familia y desaparecer al núcleo de la sociedad y de la patria.
Es el aborto un arma geopolítica que, en una técnica de aproximación indirecta, cambiará al mundo, hasta dejarlo en pocas manos, capaces de sacrificar a la humanidad para adueñarse de todo: Territorios, riquezas nacionales, borrar patrimonios culturales, históricos, políticos, etcétera; aunque puede haber otro objetivo, que es esclavizar a los pueblos sometidos.
Recordamos uno de nuestros primeros artículos en estas páginas, La invasión, que se refería a la forma en que Estados Unidos, poco a poco, nos invade. Pero esa poderosísima nación no es libre, ni soberana, contra lo que ella cree. Por encima de ellos, incorporados a su gobierno, en la banca, en la alta sociedad, donde quiera, hay entes que viven para acumular dinero y poder, y cuanto se necesita, para subyugar a los demás.
El Consejo de Relaciones Exteriores y la Trilateral son los que mandan en la Unión Americana. Quienes conforman esos grupos de súper poder no son sajones ni anglos, pero inducen a estos a corromperse y -con su táctica de aproximación indirecta- han cambiado sus valores, sus costumbres y economía. Los han empobrecido. Aman lo material. La gran mayoría de los anglosajones ha perdido a Dios, por eso lo buscan…, equivocadamente. Se multiplican las sectas. Vemos cómo avanza la demonología.
El aborto, un tema que vuelve a calentarse en México.
El aborto reúne las características amorales que “ellos” manejan. Por eso lo han introducido en la mente de mujeres que piensan (o las hacen pensar eso), que son dueñas de su cuerpo y pueden disponer de la vida del bebé que llevan en las entrañas. Su cerebro está muy lejos de la verdad. El niño, su hijito, es una persona aparte, distinta de la madre, a la que hay que cuidar desde el momento de la concepción.
El control de la población, inducido por Echeverría en su período presidencial, urgido por la ONU, busca legalizar el aborto. Él perseguía disminuir los nacimientos hasta alcanzar el 1.5 por ciento. ¿Para qué? Para ir eliminando a los mexicanos. La mayor riqueza de una nación son sus hijos. Luego, hay que evitar que nazcan, destrozándolos vivos en el seno materno.
Los “derechos humanos” no luchan por evitar la tragedia de los no nacidos. Sin embargo, se perecen por defender a los criminales que merecen la pena de muerte.
En el campo de México, abandonado, donde sobreviven mujeres solas, las tierras se desertifican, hay descapitalización del agro, las familias eran muy numerosas, porque el padre y los hijos se encargaban de la labor. En nuestro tiempo, los hijos son tres o dos, el padre se fue a los Estados Unidos y o no se sabe de él, o manda mensualmente algo en dólares, cada vez menos.
Sus hijos ya se fueron, también. La pastilla “del día siguiente” no impide la fecundación. Es abortiva. Su uso es casi general. Usted, que es mujer ¿permitiría que a su bebé en gestación lo hicieran trizas vivo, dentro de usted, con el riesgo de que a usted le rasguen el útero y pueda morir de una hemorragia?; ¿está de acuerdo en que lo succionaran con una aspiradora, volviendo el feto en una masa informe?; ¿o preferiría que lo quemaran con una solución salina que podría, también, quemarle a usted el útero?
¡Piénselo! Porque, por otro lado, la mujer que aborta, con consciencia de que lo hace, posee un instinto maternal que, después del aborto consumado, hace que aparezca en ella un sentimiento de culpa. Muchas terminan cometiendo suicidio.
Al mundo globalizado no le importan la salud de la madre, ni la del hijo. Las 23 familias que acaparan la riqueza en México son indiferentes al sufrimiento de los demás. Esas familias y sus “amos” provocan hambre y miseria para su provecho.
Así sucede con el nuevo orden mundial. La ambición es un vicio de la humanidad. La ambición, convertida en poder y en oro, aporta frutos amargos y conduce a lo que estamos viviendo: Al infanticidio de inocentes nonatos, al asesinato “legal” de mujeres, a la aniquilación del campo, de la industria; a la perversión de profesionales de la medicina y otras profesiones humanitarias.
La matanza de bebés nonatos, sin estadísticas confiables, se ha vuelto muy grave en México, porque la gente envejece y no hay reemplazos. La tasa de natalidad de nuestro país, si acaso, es de dos por ciento.
Lo ideal para la estabilidad demográfica es que, en una familia, haya una tasa de por lo menos 2.11 nacimientos, para que se reponga el fallecimiento de los padres; la campaña antinatal ha conducido a países como Alemania a registrar 1.3 por ciento; a Francia, 1.8 por ciento; a Inglaterra, 1.6 por ciento; a España, 1.6 por ciento. Miles de inmigrantes suplen a los niños rechazados.
Por desgracia, el nuevo orden cobija al narcotráfico, al secuestro, la trata de personas, a la degradación infantil y juvenil, etcétera, y recluta nuevos elementos entre los niños de familias desintegradas, a los adolescentes y a los jóvenes que carecen de escuela y de trabajo.
Nosotros, los padres, estamos obligados a salir al rescate y decir las verdades que falsean los vencedores yanquis, nuestros corruptores: Juárez obedecía al Gran Oriente de Nueva Orleans y regaló al gobierno de los Estados Unidos más de dos millones de kilómetros cuadrados de México.
A Juárez lo ensalzan y lo defienden las logias, nosotros, no. La masonería es la co-protagonista de este nuevo orden, sin Dios y sin patria.
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