La muerte de Chávez
EDUARDO LÓPEZ BETANCOURT
SIN DUDA, DEBIDO A SU ENFERMEDAD, era lo que se llama una muerte anunciada; el controvertido Hugo Rafael Chávez Frías, perdió la batalla más importante de su vida. A pesar de los ingentes esfuerzos de la medicina cubana, el cáncer fue indómito y súbitamente acabó con la existencia de un líder indiscutible.
Como todos los reformadores, Hugo Chávez acumuló vasta cantidad de enemigos, particularmente se enfrentó al poderoso imperio norteamericano; sin embargo, su popularidad fue contundente. Hoy la mayoría de su pueblo le llora y añora.
Chávez sabía bien que aún tenía varias cosas fundamentales por realizar en Venezuela; con impaciencia heroica se preocupó por los menesterosos de su país, pero aún más, manejó un liderazgo regional axiomático. La mejor prueba de ello es el número de gobernantes que acudieron a sus exequias, inclusive se dio cita el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, quien en definitiva hizo lo correcto.
Chávez deja un gran vacío, no sólo en la obra social que efectuaba en su nación, sino en el ámbito internacional; verbigracia, fue solidario con Perú, Nicaragua y Cuba, que recibieron su respaldo petrolero, lo cual implica un proceder digno de aplauso, por su verdadera hermandad latinoamericana.
Lo cierto es que Chávez espiró en el momento más inoportuno. Sólo esperamos que su sucesor, quien al parecer será Nicolás Maduro, tenga las agallas que le dieron reconocido liderazgo a Hugo Chávez; es obvio que no se le puede exigir a Maduro ser como Chávez de la noche a la mañana, pero la mejor forma en que Nicolás puede triunfar, es siguiendo la conducta al pie de la letra de quien ya ha sido proclamado héroe venezolano.
Ante el óbito de Chávez, los intereses creados empiezan a afilarse las uñas. Con el apoyo del imperialismo ven la oportunidad de que Henrique Capriles llegue a la primera magistratura de Venezuela, y nuevamente la oligarquía acabe con los avances populares que con tanto ahínco fincó Chávez.
Nicolás Maduro deberá entender que es indispensable seguir favoreciendo a las clases desposeídas, aquellas que en auténticos ríos humanos se lanzaron a las calles para despedir a Hugo Chávez, un evento que no se había visto en mucho tiempo; hasta hubo quienes recordaron la muerte de Eva Perón, otro acontecimiento de extraordinario sentimiento nacional.
Chávez en buena medida siguió los lineamientos de la Revolución Cubana. Encontró en Fidel Castro un ejemplo, y fue tal su deseo de imitarlo que provocó críticas severas de diversos sectores; no obstante, es encomiable que alguien quiera emular a un consumado patriota y hombre universal como lo es Fidel Castro.
Chávez, incluso muerto, para muchos seguirá siendo un ser conflictivo, protagónico “populachero”, agresivo y hasta le podrían calificar de dictador; lo innegable, es que Chávez ganó en las urnas, jamás, ni por asomo, lo podrán considerar usurpador, mucho menos que arribó al poder vía el fraude.
Aun sus detractores le reconocen valores. El propio Rey de España, -quien tuvo un exabrupto lamentable en una reunión internacional, donde de manera imprudente trató de callar a Chávez- acepta que el venezolano tenía categoría, la mejor prueba fue que envió a su vástago a los funerales de Chávez; seguramente, si la enfermedad del Rey Juan Carlos no hubiera sido impedimento, el propio monarca se hubiese trasladado a Caracas.
Chávez podrá ser reprochado e inclusive difamado, pero al final, su figura crecerá conforme pase el tiempo. Quiérase o no, Chávez ha dejado una huella imborrable; su partida es una enorme pérdida, por ende, formulamos votos para que pronto aparezca un buen suplente, alguien que como él continúe su política social y su conducta fraternal con los países de América Latina.
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