Miércoles, 15 de Diciembre de 2010 12:10 | 
Author: MANUEL MAGAÑA CONTRERAS | 
| Edición 248 |
La base de todo buen gobierno es moral,
avalada por el pueblo; no coercitiva
De Felipe Calderón para abajo, es mucho lo que los mexicanos lamentablemente atacados por el virus de la tecnocracia neoliberal, desnacionalizadora, empobrecedora de los pueblos, enemiga de las libertades humanas y de servilismo al extranjero, tienen que aprender de los presidentes patriotas de México.
En un intento de rescatarlos de ese grave padecimiento y de salvar a nuestro país del peligro que representan quienes han dejado de sustentar sus acciones en los valores patrios, debemos recomendarles que revisen la actuación del presidente Manuel Ávila Camacho (1940-1946) y desde luego la del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940), quienes en tiempos de la Segunda Guerra Mundial salvaguardaron la soberanía nacional, defendieron nuestros recursos naturales y su acierto como estadistas fue tal, que el progreso de la nación mexicana benefició por igual a ricos y a pobres. Gobernaron con cariño a México, defendieron los intereses de los mexicanos, no los de los extranjeros, poseyeron fuerza moral para gobernar con autoridad, avalada por el pueblo y sin poner en riesgo la Independencia Nacional. Evitaron que nuestro suelo fuera mancillada con bases militares gringas.
A. Escobar y Avila Camacho.
Superaron los riesgos que representaba el conflicto bélico mundial y llevaron una buena amistad con los Estados Unidos, sin que ello significara menoscabo para nuestro derecho a vivir en paz y dignamente, con los países amantes de la libertad. Llevar una buena relación con los EU, no debe significar que el gobernante mexicano sea servil con los intereses del imperio gringo, como ahora se estila.
El atentado al presidente Ávila Camacho
Al filo de las diez de la mañana del lunes 10 de abril de 1944, el presidente Manuel Ávila Camacho sufrió un atentado contra su vida. Descendía el Jefe del Ejecutivo del vehículo oficial a los acordes de la Marcha de Honor, en el patio sur de Palacio Nacional, para tomar el elevador que lo llevaría hasta el piso donde se encontraba su despacho. Faltaba poco espacio para cubrir la distancia prevista, cuando, de pronto, un individuo vestido militarmente se cuadró ante don Manuel y rápidamente sacó su pistola y disparó contra el presidente de México.
Los periódicos dieron a conocer que “el proyectil atravesó la americana con que se cubría el presidente Ávila Camacho. El impacto dio a la altura del vientre, a la derecha. Quemó el casimir del chaleco y si la bala hubiera tenido uno o dos centímetros de desviación, hubiera segado la vida del general Ávila Camacho. El presidente con gran serenidad y con toda entereza inmovilizó a su atacante, abrazándolo. Con la rapidez de un relámpago, el teniente Mario Castañeda le quitó la pistola y un guardia descargó dos golpes sobre el agresor”, el cual respondió que su nombre era Antonio de la Lama Rojas y era teniente originario de Puebla.
Franklin D. Roosevelt y Manuel Avila Camacho
Fuerza moral no coercitiva, dijo el presidente
Después de las detenciones del responsable y de quienes resultaban implicados, el Presidente Caballero, llamado así por el pueblo que lo conoció por sus bondades, dispuso la declaración al pueblo, a través de la Procuraduría General de la República, en los términos siguientes: “El régimen que preside el general Manuel Ávila Camacho ambiciona que la fuerza moral en que se sustenta, pueda ser consolidada más por el apoyo de la opinión nacional que por ninguna medida coercitiva”.
Pidió atentamente a los colegas periodistas de entonces informar a la ciudadanía que “el atentado fue producto de la ofuscación de un sujeto y no el resultado de una conjura o partido”. Rogó no contribuir a evitar que los hechos se desvirtuaran ocasionaran la división entre la familia mexicana y confió en que no habría “desfogues que puedan ser un retroceso en la vida de los mexicanos”.
Enseguida, los implicados fueron notificados por los canales oficiales en el atentado que “las instrucciones del presidente eran en el sentido de que quedaran libres”. El grupo de presuntos complotistas quedó impresionado por las decisión presidencial. Con lágrimas agradecieron la magnanimidad de don Manuel y se convirtieron a partir de ese momento en su fervientes partidarios.
Esto es, indudablemente, una lección de magnanimidad que deben aprender los tecnócratas neoliberales, enfermos de odio contra sus hermanos mexicanos. ¿Acaso no es bastante ya con más de 30 mil víctimas que han perdido la vida en lo que va de la presente administración federal?
México no necesita alterar su doctrina: MAV
Otra lección de patriotismo y gran amor a México, a su soberanía nacional, a su independencia y de fe en los destinos de México, con el esfuerzo propio, sin perder la dignidad en el trato con los EU, la dio el presidente Ávila Camacho, el 23 de abril de 1943, durante la entrevista con el presidente de los EU, Franklin D. Rosevelth y su señora esposa doña Eleanor, en El Paso, Tejas y Ciudad Juárez, Chihuahua. En Monterrey declaró, durante una comida ofrecida a los ilustres visitantes:
“México no ha necesitado alterar el más leve concepto de su doctrina para encontrarse al lado de las naciones que están luchando por la civilización del mundo y por el bien de la humanidad. Nuestro camino auténtico no ha variado. Nuestro sentido del honor sigue siendo el mismo que se expresó con la armas, en el pasado, para defender nuestro territorio y sostener nuestras instituciones. Si al solidarizarnos con vuestra Patria en la presente emergencia hubiera implicado para nosotros un cambio imprevisto de derrotero, nuestra cooperación no gozaría del unánime apoyo que la opinión mexicana le otorga...”.
Son dos lecciones de profundo patriotismo las que deben aprender los tecnócratas neoliberales que por perder la fe en nuestros valores y en un futuro mejor con nuestros propios esfuerzos y sin hipotecar al país como lo ha hecho el neoliberalismo que nos desgobierna desde 1970, a la fecha, desmantelan a la Patria mexicana.
Gral. Lázaro Cárdenas del Río
Las cúpulas deben enmendar yerros
El mexicano patriota debe retornar a los puestos de mando, para que el país no acabe destrozado en el breve plazo por la tecnocracia neoliberal. Es cuestión de vida o muerte que quienes tengan en sus manos el timón de la nación, sean hombres fervorosamente creyentes de nuestra Patria y que estén dispuestos a reintegrarla, en todo lo que se le ha dañado.
Las revelaciones de “Wikileaks” que, con su irrebatible información son un alivio para la Humanidad, al desnudar las entretelas de las malas artes del imperio gringo en perjuicio de las naciones de nuestro planeta, ponen a flote la dependencia de las cúpulas neoliberales que se encuentran en los puestos de mando de México, mismas que han cedido “en todo y por todo”, a los apetitos injerencistas del imperio gringo.
También se ha puesto de relieve, a través de los benditos documentos de Wikileaks, que México está en riesgo de caer en . un “Estado de excepción”, al estilo de lo que muy afecto el generalísimo Francisco Franco, a nombre de la “seguridad nacional” de corte eminentemente totalitario y violador de los Derechos Humanos.
El país se encuentra en un grave encrucijada. Debe recordarse, para que el país encuentre la calma que tanto necesita, los sabios preceptos del presidente Manuel Ávila Camacho, referente a que los buenos gobiernos tienen como base la autoridad moral, no la coercitiva y que el país no puede permanecer su continúa su desmantelamiento ante la ausencia de patriotismo de parte de quienes pilotean, hoy, la nave de México que es conducida al naufragio.
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