Desfiguros y realidades
JORGE GUILLERMO CANO (Exclusivo para Voces del Periodista)
LAS DIRIGENCIAS SINDICALES en México no pueden ser defendidas así nada más. En efecto, las historias dan cuenta de múltiples desviaciones de su designación deontológica, por así decirlo.
Pero de ahí a ignorar lo que está haciendo el gobierno calderónico con lo que los sindicatos representan todavía, admitiendo que con demasiada frecuencia no se trasciende ese nivel de la sola representación, debe haber distancia necesaria.
No fueron los reclamos de eficiencia, ni de productividad, menos de rentabilidad (parámetros en boga de la globalización que aún cabalga) de suyo difícil de evaluar, por cierto, en contextos tan disímbolos y contradictorios como el mexicano, lo que movió el índice flamígero que decretó la cancelación de la Compañía Luz y Fuerza del Centro, y de las decenas de miles de plazas laborales que de ella dependen.
La “discusión” (entrecomillada porque, en realidad, no hay tal en un esquema de figuraciones monologantes) sobre referentes que, ciertamente, hace pertinentes la lógica en hablando de empresas y servicios, públicos en este caso, resulta ociosa, por decir lo menos.
En un país normal, con instituciones normales, de normal operación, tales disquisiciones serían consistentes con el principio del interés general, la matriz del pacto social que hace posible la cohesión nacional.
No es el caso. Es el nuestro país de contradicciones perniciosas, de paradojas extremas y espacio paradigmático de la anormalidad normalizada.
Aceptando sin conceder que la intención analítica sea legítima, al final de las cuentas se hace el juego al aparato que controla el país, jefaturado ahora por un panismo que se perdió de vista a sí mismo como bastión reclamante de una democracia que hoy se desdibuja sin remedio a la vista.
Al pan, PAN…
La medida calderoniana extinguiendo a Luz y Fuerza tiene una explicación terrenal, casi vulgar por simple y esperable: es parte de una estrategia de control político social para la conservación del poder que a sus manos llegó.
Colateralmente, en el rejuego de las justificaciones a toro pasado, se pueden colar elementos tanto ciertos como inciertos, verdades a medias en un mundo cuasi kafkiano, reclamos vigorosos que mueven el ánimo porque, qué se le va a hacer, todos en este país renegamos de las estructuras burocrático administrativas que ofenden el sentido común, de “servicios” que no lo son en estricto, de los abusos y las prebendas de la corrupción en prácticamente todos los ámbitos.
Pero encajonar la discusión (y tenemos que insistir: figurada en el esquema del monólogo del poder) en esos aspectos, termina por engordar el caldo de los titiriteros del sistema.
La cuestión, entonces, es regresar al lenguaje llano: Calderón suprime Luz y Fuerza para eliminar un sindicato que no es funcional a su proyecto. Y en ese orden de ideas lo peor estaría por venir.
Seguirán las comparsas, o las oposiciones tersas que no afectan el fondo de las cosas, para apuntalar una imagen de respeto a la democracia sindical, y enfrente la supresión de todo aquello que no encaje, o no se someta, con la fantasmagoría transexenal.
Y si se aplicaran los mismos considerandos del decreto de extinción de Luz y Fuerza a otros espacios, en Los Pinos incluso se tendría que suprimir buena parte de su estructura.
Con garrote en mano
Luego del palo dado (donde no hay Dios ni lego que lo quite) la Secretaría de Gobernación, donde despacha al abogado patronal Fernando Gómez, convocó a una “mesa de diálogo” que, desde su anuncio, olía a farsa.
Como era lógico, la dirigencia del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), encabezada por Martín Esparza, se retiró del teatro ante evidencias que debieron percibir desde antes.
La esperanza muere al último, habrán pensado.
Resulta, usted ya lo sabe, que los oficiosos convocantes combinaron el supuesto diálogo con presiones a los trabajadores de Luz y Fuerza para que cobraran sus liquidaciones.
Además, les ofrecían becas (¿donde andas surrealismo?) “para estudiar inglés” y créditos para abrir “changarros” en camino al éxito empresarial.
El licenciado Gómez, haciendo gala de su terrenalidad, ni siquiera se presentó a la tal mesa.
Y sigue la mata dando
No fue serenata, o la fue al modo del madrazo, pero cuentan las crónicas que, en horas de la madrugada del pasado miércoles 21 de octubre, la inefable cámara federal nos empezó a querer y aprobó el paquete fiscal 2010.
Luego de un sainete que no prosperó, 337 “representantes populares” votaron a favor de aumentar el IVA a 16 por ciento, el ISR a 30 por ciento y gravar los depósitos en efectivo de más de 15 mil pesos con un tres por ciento. Hubo 113 votos en contra y 19 abstenciones.
También aprobaron los señores y señoras diputados subir impuestos a las bebidas alcohólicas, cerveza y cigarros, apuestas y servicios de telecomunicaciones.
Con tales medidas se pretende obtener, ya se sabe de quién, nada menos que tres billones (es decir, tres millones de millones) y cacho de pesos.
No se salvará la patria, como han sugerido en sus “comparecencias” los comisionados carstianos (y cristianos), pero no habrá necesidad de disminuir los altísimos salarios de la alta y duplicada burocracia federal. Tampoco de restringir comilonas y celulares.
El paquete del cambiazo desvió, naturalmente, la mirada del caso Luz y Fuerza y lo aprobado se pasó al Senado donde se anuncian soponcios. Lo que resulte se verá. O ya se vio.
Tamborazos
* La capital de Sinaloa, Culiacán, sobrevive en la farsa de una modernidad declarativa infame. Es un caos donde campean la corrupción, el abuso, la arbitrariedad e incivilidad. Pero el alcalde de esa Barataria al revés quiere ser gobernador. Y puede, desde luego, en este país que asustó a Bretón.
* El Consejo Estatal Electoral de Sinaloa, que cuenta con todo un equipo de supuestos especialistas en fiscalización, se tarda nueve meses en la revisión de los informes anuales de gastos de los partidos.
* Al final, la felicidad de las coincidencias, encuentran que todo estuvo bien, perfecto, aunque hayan gastado hasta en macetas.
* Con leperadas ante las evidencias se hizo notar el diputado priísta Oscar Levín Coppel, sinaloense, molesto por los señalamientos de complicidad con el gobierno calderónico.
* Su colega, Oscar Lara Aréchiga, siempre ligado a la banca (de la lana) votó en contra y se fue a festejar la “derrota”.
* En Sinaloa, los “destapados” aspirantes a gobernar el estado, de todos colores, siguen desatados, como burros sin mecate en el subdesarrollo político que caracteriza a esta entidad.
* En el inter, una cauda de oportunistas sin credibilidad alguna inventan un “movimiento ciudadano” que etiquetan “paz y justicia”, con el único y evidente objetivo de servir viviendo del erario. Allá quien se los crea.
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