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Edición 238
Escrito por Abraham García Ibarra   
Viernes, 16 de Julio de 2010 10:04

Salinas de Gortari, el “facilitador” electoral

De Colosio a Peña Nieto

 

Abraham García Ibarra

(Exclusivo Voces del Periodista)

Paguen el rescate; mi vida corre peligro.

Denme la oportunidad de regresar con ustedes

y con mi familia.

Carta del secuestrado Alfredo Harp Helú

a los ejecutivos de Banamex (12-IV-1994)

“Julio regalado” o Los

recuerdos del porvenir

Históricamente, desde que en el México independiente se instituyeron las elecciones para la formación de los poderes públicos, cualesquiera que hayan sido los sistemas electivos, el gobierno establecido ha sido acusado de “fraude electoral”, lo mismo si se lee sin prejuicios a Lucas Alamán que a Toribio Esquivel Obregón. En el México contemporáneo -el del neoliberalismo-, la elección presidencial de 1988 fue tipificada incluso por algún constitucionalista priista -el diputado don Antonio Martínez Báez- como un golpe de Estado técnico. Fue, tal método, el que permitió a Carlos Salinas de Gortari el asalto a Los Pinos. A toro pasado, en sus memorias, el ex presidente Miguel de la Madrid describió el impacto de los primeros datos del recuento de votos, la noche del 6 de julio de aquel año, como un terremoto político.

 

De aquel proceso, el Instituto de Proposiciones Estratégicas, A. C., reputado entonces como apéndice de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) -que, constituida en Poder ciudadano, había respaldado la candidatura del ingeniero Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, nominado por el PAN-, elaboró una “interpretación de los resultados oficiales” mediante el análisis matemático, auxiliado con material del Centro de Investigación, Promoción y Análisis Integral (CIPAI). El director del Instituto, Guillermo Velasco Arzac, en la presentación del estudio, escribió que “la incertidumbre en el manejo de las cifras oficiales dejó un clima de poca credibilidad”.

 

El texto de “la interpretación” señala entre sus conclusiones: 1) se puede afirmar, con certeza estadística, que hubo graves alternaciones de la votación real en las elecciones de julio de 1988… 4) los resultados del análisis matemático permiten afirmar, coincidiendo con la investigación del CIPAI, que las alteraciones son decisivas en lo que se refiere a diputados y senadores, y grandes, aunque no decisivas, en lo que se refiere a candidatos presidenciales.

 

 

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En apartados previos, sin embargo, se afirma que la alteración, sólo explicable por la elaboración de votos y/o actas de escrutinio ficticias, se dio masivamente en 58 distritos electorales, porque en estos distritos en más de 20 por ciento de las secciones, hubo votación mayor del 80 por ciento del padrón, contrario a lo esperado con base en el promedio y la desviación estándar de las cifras oficiales. Se citan artículos del Código Federal Electoral: 336, que establece que la votación de una casilla será nula por haber mediado error grave o dolo manifiesto en la computación de votos, que modifique sustancialmente el resultado de la votación, y 337, que señala que la elección será nula cuando los motivos de nulidad se declaren existentes en un 20 por ciento de las secciones electorales de un distrito, y sean determinantes en el resultado de la elección.

 

En aquellos 58 distritos con alteraciones, la votación por Salinas de Gortari, según los resultados oficiales analizados, fue de un millón 672 mil 337 sufragios. Agrega el análisis que, aparte de los 58 distritos que son sujetos de anulación según la ley, “existen muchísimas secciones electorales adicionales con una votación anormal, por arriba del 80 por ciento del padrón, en 179 distritos…”. Un supuesto concluyente, es que una lectura correcta de los resultados debió dar mayoría legislativa al PRD y al PAN la LIV Legislatura federal.

 

Para mantener viva la sospecha, en un pequeño recuadro se hace un comparativo entre las cifras oficiales: Salinas de Gortari, 50 por ciento; Cuauhtémoc Cárdenas, 31 por ciento y Clouthier, 17 por ciento, contra un concentrado del CIPAI: Salinas de Gortari, 34 por ciento; Cárdenas, 31 por ciento y Clouthier, 31 por ciento. Hasta aquí la información retomada de “la interpretación”. (No hemos encontrado análisis de la misma fuente respecto de los procesos de sucesión presidencial de 2000 y 2006.)

 

 

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El diferencial en 1988, entre las cifras oficiales y la investigación del CIPAI, de 16 puntos porcentuales (50 contra 34 por ciento), hace verosímil, hasta la fecha, la denuncia del fraude electoral: Golpe de Estado técnico. De ahí se explica que, con la intervención de Diego El jefe Fernández de Cevallos, la LV Legislatura, de nuevo dominada por mayoría priista, haya dispuesto la quema de los paquetes electorales de 1988. Con más de dos meses secuestrado, El jefe Diego no está para recordar aquéllas, sus andanzas salinianas. ¡Páguese ya el rescate exigido!

 

El demiurgo que hace

hablar a los muertos

 

“El 9 de marzo de 1992, Colosio me visitó en Los Pinos. Acompañó sus comentarios con un documento: ‘Reforma de la Revolución’. Proponía recuperar una política de masas auténticamente popular. Exigía una nueva manera de hacer política desde el Estado. Su compromiso con el programa Solidaridad fue explícito. Para Colosio, Solidaridad representaba una reforma de la mentalidades. Luis Donaldo expresó que el modelo económico se había agotado en el crecimiento hacia adentro, proteccionista y subsidiado. Había que alejarse del Estado intervencionista, propietario y populista. Había que reconocer, también, la nueva realidad internacional: fin de la Guerra Fría y despliegue de la globalización económica.

 

“(Colosio) promovió el nuevo movimiento campesino al alentar a las organizaciones a que se integraran de abajo hacia arriba; se trataba de impedir que las dirigencias anquilosadas usaran la demanda de tierras como un anzuelo para engañar a las nuevas generaciones de campesinos, pues en realidad la presión demográfica ya hacia imposible aspirar al reparto agrario

 

“Era la mañana del domingo 28 de noviembre de 1993. Los integrantes de del Comité Ejecutivo Nacional del PRI se reunieron en el despacho contiguo a la biblioteca de la residencia presidencial de Los Pinos. Conforme a los métodos y a las formas hasta entonces vigentes, los había convocado para organizar el lanzamiento del candidato a la presidencia de la República. Desde la elección de 1934  el candidato del PRI a la presidencia de la República había surgido del gabinete presidencial. Esta no sería la excepción. Las condiciones políticas del PRI y la situación nacional e internacional, hicieron que los claramente elegibles fueran Donaldo Colosio y Pedro Aspe, Ellos fueron los finalistas…

 

“Lo miré a los ojos. Brillaban. Lentamente, pero con la firmeza que me daba la convicción sobre sus cualidades y méritos, le dije: ‘Donaldo, el PRI te va a postular a la presidencia de la República’. La emoción estuvo a punto de cortarme la voz. Me dio un abrazo cálido y largo. Propuso a Carlos Rojas como responsable de la campaña. Le comenté sin embargo, que Rojas era su relevo natural en la Secretaría de Desarrollo. Entonces sugirió al doctor Ernesto Zedillo, secretario de Educación. Zedillo venía realizando una labor muy destacada…

 

“Por años me resistí a divulgar estos testimonios. No quería, ni lo quiero ahora, prestarme al juego de quienes negocian con la memoria de Luis Donaldo. Si ofrezco esta relación de hechos sobre los vínculos que nos unieron por más de tres lustros, es porque siento la obligación de hacer frente a dos órdenes de infundios, contradictorios entre sí pero ambos contrarios a la verdad sobre la calidad humana y la solidez moral de Colosio. Fueron desde la construcción de una imagen de Colosio dispuesto a renunciar a los principios y al proyecto político que compartimos por más de quince años, es decir, una traición, hasta proponer que Colosio carecía de carácter y era una pieza que se movía al antojo de quien lo controlaba. Más adelante ahondaré el tema de los ‘contextos políticos’ y los efectos del magnicidio. Aquí sólo me propongo a hablar del Colosio real, no del inventado en los años que siguieron a su muerte; mucho menos del Colosio apócrifo, cuyos hipotéticos dobleces me habrían llevado a arrepentirme de haber apoyado su candidatura y a reaccionar en  contra suya”. Punto y aparte.

 

Colosio fue asesinado el 23 de marzo de 1994, en Lomas Taurina, Tijuana, Baja California. Para desvirtuar las especulaciones sobre un eventual complot urdido “desde lo más alto del poder”, que implicaba  directamente a elementos de seguridad del propio candidato presidencial como autores materiales, la “línea” oficial fue atribuir el crimen al afamado “asesino solitario”, ya sentenciado, Mario Aburto Martínez.

 

 

PARAABRAHAM

 

Yo no fui: Fue Teté. ¡Pégale!

¡Pégale! Que ella fue...

El autor de los cursis fragmentos trascritos en el apartado anterior, es Carlos Salinas de Gortari (México/ un paso difícil a la modernidad. Plaza (PJ) Janes, 2000). Un ensayo de respuesta a las difundidas sospechas de que la muerte de Colosio se maquinó como un crimen de Estado, después de la presunta ruptura entre el candidato y el mandatario, prefigurada en el discurso que el sonorense pronunció en el 64 aniversario del PRI, a principios de marzo de 1994.

 

Existe, sin embargo, otro documento (carta dirigida a Televisión Azteca) en el que Salinas de Gortari abandona el tono meloso de aquellos párrafos: “Se me han venido haciendo imputaciones permanentes a lo largo del año en la trágica muerte de Luis Donaldo Colosio. Se ha sugerido que en los días o semanas previas a la muerte de Luis Donaldo Colosio se había desarrollado una división entre nosotros dos. A partir de ello se ha planteado que este supuesto distanciamiento estaba conectado, en alguna manera no especificada todavía, con el motivo de la persona o personas responsables del horrible asesinato que ocurrió el 23 de marzo de 1994 (…) En ningún momento se dio una confrontación y mucho menos una ruptura entre Luis Donaldo Colosio y yo. Ni hubo tampoco una divergencia de opiniones de fondo sobre temas sustantivos…”.

 

En ese texto, Salinas de Gortari desliza maliciosamente insinuaciones que desdicen la hipótesis del asesino solitario. No obstante, con la sentencia al único indiciado, se dio el asunto como “cosa juzgada”. Pero dice el ex presidente: Nada de lo sucedido este año en México es ajeno a la lucha tremenda por el poder. Lo que se ha estado dirimiendo es qué proyecto de Nación prevalecerá. ¿Qué pitos tocaría en esa megapugna Mario Aburto Martínez?

 

Agrega Salinas de Gortari: “Es necesario ahora recordar que en marzo de 1994, a las pocas horas de la dolorosa muerte de mi entrañable amigo Luis Donaldo Colosio, en medio de la tragedia y de la incertidumbre económica que se gestaba, se desató una tremenda lucha por la sucesión de su candidatura: en esos días, el ex Presidente Luis Echeverría se presentó de improviso en mi oficina de Los Pinos, con gran urgencia, para proponer a ‘su’ candidato. Su propuesta evidentemente no era en favor del Dr. Ernesto Zedillo. Simultáneamente el Lic. Augusto Gómez Vilanueva se lanzó públicamente (a través de una carta y desplegado) a promover apoyos a un precandidato del PRI, sin que éste estuviera enterado y que también era diferente al candidato que postuló el partido. Eso amenazaba con romper la cohesión interna del PRI y crear una situación desestabilizadora”.

 

Se busca vivos o muertos a

“los emisarios del pasado”

 

A renglón seguido, a Salinas de Gortari se le encendieron las meninges: “En ese momento no me parecía que las iniciativas de estos individuos tuvieran relación con los acontecimientos dolorosos que se habían estado sucediendo en el país desde enero de 1994. Pero en septiembre de 1995 el Lic. Echeverría declaró públicamente en contra del liberalismo social, y de lo que él mismo denominó su posible ‘transexenalización’: Parecería que para él y otros la candidatura de Luis Donaldo Colosio era precisamente la posibilidad de que se mantuviera el modelo de liberalismo social. Parecería que muchos de los intereses que afecté no son siquiera motivo de sospecha. Pero la sociedad sabe mejor”.

 

Como soporte a esa no tan sesgada imputación, Salinas de Gortari cita a “una luchadora de los derechos humanos y de la vigencia del estado de derecho tan limpia y valiente como lo es Teresa Jardí”. (Ella) ha escrito que los “asesinatos (de Colosio entre otros) podrían tener como autores a los que se están quedando con el país. Se mata para ganar, y a los emisarios del pasado se les está dejando el país en las manos. Han demostrado que están dispuestos a cualquier cosa para no perder el poder político que durante los setenta tuvieron, mientras el económico lo conservan vía sus nexos con el narcotráfico: estos podrían ser los autores de la conspiración criminal”.

 

Cerrada la cita de Jardí, Salinas de Gortari añade: “Por eso he señalado que esta avalancha de acusaciones en mi contra tienen que ponerse en su adecuado contexto político. De otra manera ellos y otros podrían estar buscando confundir más a la opinión pública que parece estar más dominada por el rumor que por la información. El proyecto de reformas que yo impulsé, con los problemas y errores que asumo, se llevó a cabo porque en el mundo de hoy no parece que otras naciones sigan un camino más eficaz. En el debate interno en el país no se ha presentado un proyecto alternativo claramente mejor, excepto volver a repetir las experiencias pasadas”.

 

El misterio que nunca

resolvieron los fiscales

 

Una obligada recapitulación puede plantearse en los siguientes términos: Colosio -según Salinas de Gortari- declaró en la intimidad de Los Pinos, desde marzo de 1992, que el modelo económico estaba agotado en el crecimiento hacia adentro, proteccionista y subsidiado, y que había que alejarse del Estado intervencionista, propietario y populista. Que el nuevo paradigma era el de la globalización económica.

 

De ser esa su verdadera posición doctrinaria y programática, Colosio garantizaría la continuidad del salinato. Ergo: Precisamente, a los que durante más de 60 años medraron con el modelo de Estado intervencionista y populista (los emisarios del pasado que, según lo escrito por Salinas de Gortari, desde enero de 1994 andaban conjurados) no les convenía el arribo de ese candidato del PRI a la presidencia de México y actuaron en consecuencia. Es una pena, acaso una traición de lesa Patria, que los fiscales de la Procuraduría General de la República que indagaron sobre el asesinato del sonorense no hayan abierto y seguido esa línea de investigación para que también actuaran en consecuencia. Pero así son las cosas de eso que llaman política.. Qué le vamos a hacer.

 

La leyenda del gran

tejedor de candidaturas

Algún cronista oficioso del salinismo, llegó a decir en su momento:  “Salinas engaña con la verdad”. Frase para los bronces. Pero entre la verdad y la fantasía, a la leyenda negra de Agualeguas se le atribuye una hazaña que ningún otro mandatario en México ha podido lograr: Haber tenido para una misma sucesión presidencial, la suya, cuatro candidatos: El difunto Colosio y Zedillo (PRI), Cecilia Soto (Partido del Trabajo) y Diego Fernández de Cevallos (PAN). Éste, se cuenta, después, en visita de la bancada panista a finales de diciembre de 1993 a Los Pinos, escuchó a su anfitrión susurrar melifluamente: ¿”Y usted, por que no, Diego”? Y el PAN lo nominó.

 

El tema de esta entrega se vincula a versiones de que Salinas de Gortari se ha autodenominado facilitador electoral de la precandidatura del priista gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto  a la sucesión de 2012. Mientras el mandatario se deja querer, la salinista presidenta del PRI, Beatriz Paredes Rangel, lo ha plazeado como gancho -sobre todo para el electorado femenino-, a fin de atraer simpatías hacia los candidatos de ese partido que en los dos años recientes han disputado gobernaciones de los estados.

 

Si esos escarceos felinos resultan o no el beso del diablo para el joven entrenador de gaviotas (primero muerto que sencillo), es asunto que deberá discernir el interfecto a su tiempo. La cuestión es que, en los resultados de los comicios del pasado 4 de julio, sus aduladores, entre los que se incluye a los vendedores de encuestas. lo catalogan como el verdadero “gran ganador”. Será cosa de esperar qué litigios estatales llegan hasta el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, y en qué sentido los resuelve, para hacer una evaluación objetiva de la intensa jornada comicial del pasado primer domingo de julio, de manera que las percepciones del momento puedan decantarse en los meses de aquí a un año, cuando la sucesión en el Estado de México se defina en las urnas, no en las sospechosas pantallas de las computadoras de los onerosos fabricantes de esperanzas. Aprender, por lo pronto, en las cabezas de Eviel Pérez Magaña (Oaxaca), Javier López Zavala (Puebla) y Jesús Vizcarra (Sinaloa), no es un mal ejercicio a futuro. Ellos comprobaron que la derrota es huérfana, sin que aún pueda saberse si las victorias tienen una legítima  y responsable paternidad.

 

Van ahora los aliados de ocasión sobre el Estado de México. Y ahí se extenderá, desde ya y hasta 2011, la guerra sucia que hizo del territorio nacional una fétida marranera. Espionaje, propaganda negra, a gritos y sombrerazos, quién sabe si a balazos como en Tamaulipas, o vía Internet, todo el arsenal de inmundicia se concentrará en la tierra de don Isidro Fabela, del doctor Gustavo Baz, de Adolfo López Mateos y Carlos Hank González.

 

¿Para quién, el

próximo epitafio?

 

Peña Nieto, ¿el más encantador (de serpientes) triunfador del 4 de julio? ¡Un momento! ¿Por qué, entonces, como reacción a toque de zafarrancho, se han activado las troneras -furiosamente de nuevo- en contra de Andrés Manuel López Obrador, como si éste hubiera fortificado sus expectativas hacia el 2012 ese mismo día, y fuera el enemigo a vencer? ¿No que los verdaderos ijoeputas son los narcos? Que alguien nos explique, en primer lugar, el amargoso discurso del increíble doctor Luis Carlos Ugalde, ese Fu Manchu fallido ahora metido a metafísico, como para expiar sus culpas de 2006.

 

Un peligro debe advertirse desde ahora: el clima sociopolítico que auspició las muertes del cardenal José de Jesús Posadas, Luis Donaldo Colosio, José Francisco Ruiz Massieu, Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, etcétera, que dieron pie a la hipótesis de los crímenes de Estado, en 2010 ha alcanzado magnitudes catastróficas, imprevisibles e incontrolables. Nadie cree que los aspirantes a la presidencia de México lo sean por su vocación de patriótico sacrificio. Por lo mismo, se sabe que juegan con cartas marcadas, ¿por quién y para quién? Su temeridad no es gratuita. Su inverecundia tampoco.


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