De cómo El Pentágono salvaría a México
Júpiter tronante nos
anuncia continuismo
Creímos que reinaba Júpiter en el
cielo cuando lo oímos tronar.
Horacio
ABRAHAM GARCÍA IBARRA
(Exclusivo para Voces del Periodista)
Sólo para efectos de ilustración sobre el tema, hablaremos con conocimiento de causa personal: Nos tocó estar en España cuando, en sus estertores, el tirano Francisco Franco cedía formalmente el poder al rey “don” Juan Carlos I, lo que constituía en su momento una perversa provocación a los republicanos. Uno podía palpar la tensión lo mismo en Madrid, Barcelona, Burgos o San Sebastián. En Francia, que aún no superaba la conmoción de la dimisión de Charles de Gaulle y George Pompidou enfrentaba todavía los remesones de la crisis de Argelia. En Moscú, durante el dominio de Leonidas Breznev desde la secretaría general del Partido Comunista de la Unión Soviética, y se percibía ya la larvada resistencia contra el régimen. En La Habana, en alerta de guerra permanente cuando aún no cesaban los intentos de asesinato contra Fidel Castro. En Buenos Aires -en la semana conmemorativa del Día Nacional- bajo la bota de Alejandro Agustín Lanusse, comandante en jefe del Ejército argentino, miembro de la Junta Militar que derrocó al general Juan Carlos Unganía, quien a su vez, apoyado por el movimiento Revolución Argentina, había derrocado a Arturo Illia. Poco tiempo antes, había sido asesinado el ex presidente Pedro Aramburu. Se preparaba entonces el retorno triunfal a la presidencia -por tercera vez- de Juan Domingo Perón, quien había caído de su segundo mandato por un golpe militar…
Lo que deseamos trasmitir es que, en esas experiencias in situ, no observamos un multitudinario, activo e intimidante desplazamiento de las Fuerzas Armadas en aquellas plazas, como el que a partir de 2006 atestiguamos en México. Sin ignorar el control de los medios de comunicación, sin embargo la presencia en los mismos de los líderes en el poder -haiga sido como haiga sido-, no era tan asfixiante como la que padecen los mexicanos con el presidente designado Felipe Calderón Hinojosa quien, por lo visto, ocupa más su tiempo en los camerinos de maquillaje y en los sets televisivos que en los imperativos de la gobernación. Ni Vicente Fox, con sus extravíos narcisistas, abusó tanto del control arbitrario de los medios electrónicos.
Del Día del presidente a
todo el mes de monserga
Ahora mismo, aquellos que en la ocasión festinaron la proscripción del Día del Presidente cada 1 de septiembre, podrían verse tentados -de hecho lo están- a restituirlo, habida cuenta que, lo que eran 24 horas de expectoraciones autocomplacientes y oleajes adulatorios, terminaron por extenderse a todo el “mes de la Patria”, con el mandatario usurpando la imagen del Rey Sol, aunque en la pantalla parezca una no tan divertida caricatura de la caricatura del inofensivo Pomponio.
Durante septiembre, particularmente los días 15 y 16 en la ciudad capital, pero igual antes que después de manera incesante, hemos visto en las alamedas y en las banquetas, entre el pueblo “celebrante”, a miles de militares uniformados -antes, los llamados genéricamente halcones al menos se infiltraban disfrazados de civiles- que no dejan de infundir miedo a las familias que desearían un rato de esparcimientos en medio de sus agobiantes tribulaciones.
A propósito, en la parada militar del 16, al paso de las delegaciones castrenses invitadas por el gobierno, resultó un tanto desconcertante que, en tratándose de conmemorar el bicentenario de la Independencia, uno de los contingentes mejor acogidos por la gente del llano fue el español, como si se tratara de festejar la copa mundial futbolera conquistada por La furia roja. El grupo armado francés no desmereció en el ánimo del público, que se olvidó de los zuavos invasores, pero las trompetillas no se hicieron esperar a la vista de los guapos uniformados -estupendos gorilas colorados, les llamaba Rubén Darío- que nos envió El Pentágono. Si de rencores históricos se trata, el mensaje popular fue más que elocuente.
Y es que, si la España conquistadora y colonial y la Francia napoleónica parecen agua pasada que no mueve molino, otra historia presente es la de los decadentes imperiales Estados Unidos, que se escribe con sangre, sudor y lágrimas de nuestros compatriotas transterrados, y con la prepotente arrogancia anexionista del Comando Norte, la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la agencia antinarcóticos (DEA) y la Oficina Federal de Investigación (FBI), etcétera, cuyos mastines se “pasean como Pedro por su casa” en nuestro ensangrentado territorio.
Cuando El Pentágono habla
Dios nos coja confesados
La intuición, y aun el instinto populares no andan tan desencaminados: Atisban, desde sus más visibles o profundas fibras, que el Destino manifiesto ya nos alcanzó, tope en las arengas soberanistas e independentista que, por leerse al revés, causa de la falta de credibilidad, crispan los nervios de la Nación.
No andan tan fuera de frecuencia nuestras humilladas masas porque, aunque los ignoren -dado el proceso de desinformación a que son sometidas-, algo capturan de los pactos secretos en los que están comprometidos la Casa Blanca y Los Pinos, bajo la tutela de El Pentágono y las Fuerzas Armadas mexicanas.
Pero, si lo desconoce la mayoría de los mexicanos, no escapa a lúcidos investigadores especializados en cuestiones militares -al menos la Academia no se chupa el dedo- que la guerra que asuela a México va mucho más allá del mero móvil narco. Se podría hablar, por ejemplo, del Manual táctico de contrainsurgencia formulado por El Pentágono para el nuevo siglo, de lo que seguiría encontrar el sentido a las palabras que recientemente pronunció la secretaria de Estado, Hillary Clinton, al nombrar la insurgencia y equiparar al México de nuestros días con la Colombia de hace 20 años, comparación que tanto escozor causó en las instancias del gobierno y en el presidente designado mismo.
El Manual citado, como su título lo indica, da recetas para combatir la insurgencia en otros países (“naciones anfitrionas”, las denomina; para el caso ejemplos como los de Filipinas o Colombia, según la recapitulación histórica) y propone aplastarla cueste lo que cueste (sic). A ese fin serviría la evaluación que, por supuesto, haría el propio Pentágono: “La forma de gobierno de la nación puede oscilar de una dictadura despótica a una combatiente democracia. Por esa razón, los comandantes de todos los niveles (enviados por la Casa Blanca), incluyendo a los mandos de los pelotones y jefes de compañía, necesitan reconocer la importancia de establecer y reforzar al poder anfitrión como autoridad líder para todas las operaciones. Esto fortalece la legitimidad del gobierno de la nación anfitriona”.
Comandantes “huéspedes”
con derecho a reemplazar
Por esa “evaluación” se guiarán otras decisiones: “Determinar si algunas de esas fuerzas armadas son tan disfuncionales o corruptas que deban ser desmanteladas, en lugar de ser rehabilitadas. En algunos casos, los comandantes (‘huéspedes’) necesitarán reemplazar a algunos líderes de la nación anfitriona antes de que sus unidades sean totalmente funcionales”. ¿Soberanía? cuestionamos nosotros. Al diablo con la soberanía. Si firmaste, ahora o cabestreas o te ahorcas.
El punto de arranque de acuerdos de “cooperación” en materia de contrainsurgencia establece la obligación de la “nación anfitriona” de intercambiar información de inteligencia y discernir “si existe o no un gobierno representativo y fuerte”. En todo caso, las unidades militares “huéspedes” deben asegurase el apoyo de la población. No es casual, entonces, que el Manual pentagónico acepte que, por si solas, las unidades militares no pueden derrotar la insurgencia, de ahí que se “recomiende” que el plan contrainsurgente abarque todas las acciones políticas, militares, paramilitares, económicas, sicológicas y cívicas que deban ser tomadas por el gobierno para lograr su objetivo. (En cuatro años de cruento combate unilateral comandado por Calderón Hinojosa, se ha comprobado que, efectivamente, las Fuerzas Armadas no pueden por si solas rendir al enemigo. Acaso eso explique el viraje del discurso presidencial de los últimos meses, demandando a la sociedad vejigas para nadar.)
Los estrategas del Pentágono no imaginan en el vacío. Por ello advierten que la globalización podría generar conflictos globales de no reducirse la brecha entre pobres y ricos, que tenderían a agravarse por la insuficiencia de recursos y el cambio climático. Entre otras causas, por esas la insurgencia podría desplazarse del típico territorio rural a las zonas urbanas.
El “exitoso” modelo
de Irak y Afganistán
Una última cita del Manual. Las siete líneas de acción para combatir la insurgencia se jerarquizan en el siguiente orden: 1) establecer la seguridad civil; 2) establecer el control civil; 3) apoyar a las fuerzas armadas de la “nación anfitriona”; 4) apoyar la gobernabilidad; 5) restaurar los servicios esenciales; 6) brindar apoyo económico para el desarrollo, y 7) reducir el riesgo en el intercambio de información. (Ese parece ser el modelo aplicado en Afganistán e Irak, de lo que se colige que tal puede ser el argumento por el cual los apoyos a México al través de la Iniciativa Mérida se canalicen en el presupuesto estadunidense para financiar la guerra en aquellos países.)
Aunque existe resistencia de las altas esferas de gobierno de los Estados Unidos y México para desencriptar acuerdos cuyos contenidos nuestros expertos logran rescatar con dificultades del secreto, aquellos escenarios de El Pentágono están configurados ya en nuestro país. Y mientras la Casa Blanca actúa con el realismo imperial que le ha caracterizado históricamente, Los Pinos se refugia en la ciencia infusa. Hace unos días, Calderón Hinojosa depositó en la capsula del tiempo , bajo la custodia del secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio (otro mensaje cifrado para 2012), una carta a los Reyes Magos en la que hace votos para que, dentro 50 años, México haya superado ya la pobreza y la marginación. “Que no existan desigualdades entre quienes viven en el norte y en el sur; entre quienes trabajan en el campo y la ciudad; entre indígenas y quienes no lo son; entre los hombres y las mujeres”. A nuestros bisnietos, les promete, para entonces, un México más seguro, para vivir mejor. Morelos escribió lo mismo, pero con más autenticidad, tanta, que le costó la vida.
Panistas desalmados
“al grito de guerra”
Depositada la trascendental misiva, la noche de ese día Calderón Hinojosa se atrincheró en el bunker del Partido Acción Nacional, cuyos dirigentes aplazaron la reunión para celebrar los 71 años de su fundación, a fin de que el jefe nato pudiera presidir el encuentro. Ahí, el mandatario mudó la melcocha posfechada mañaneramente, en belicosa hiel, con un subconsciente tan alterado que se llevó entre las espuelas a sus propios correligionarios. Habló de panistas a los que les falta alma (ergo: desalmados) y ánimo (ergo: desanimados). En un intento de reconciliación post mortem con Carlos Castillo Peraza, recordó cuando éste reprochaba a los panistas avergonzarse de sí mismos y sentirse como perros acosados.
Obviamente, Calderón Hinojosa trataba de infundir aliento a sus compañeros de partido para la batalla de 2012, cuya consigna es retener el poder. Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, como si arengara desde una unidad panzer, blasonó bizarramente, cambiando la alusión canina por el entusiasmo mcarthuniano: “Hemos derrotado maquinarias más poderosas que la que ahora estamos construyendo”. Comandante supremo de las Fuerzas Armadas, ¿se refería a la maquinaria militar?
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