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Edición 261
Escrito por ENRIQUE JAVIER CRUZ ROMERO   
Jueves, 30 de Junio de 2011 10:34

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¿Debatitis aguda?

ENRIQUE JAVIER CRUZ ROMERO

 

“La democracia sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida, por la elección hecha merced a una mayoría incompetente”.

George Bernard Shaw (1856-1950) Escritor irlandés.

 

Muy estimados lectores, amantes de las redes sociales y seguidores de nuestra labor en  los diversos medios de comunicación, los debates son una moda que llegó tarde a México. En otras naciones, incluso latinoamericanas, las confrontaciones de ideas por televisión son parte normal -y esencial- de una campaña.  En  potencias como Estados Unidos y en Europa por citar un ejemplo,  Tiene  un inmenso costo de opinión. Además, por la naturaleza espectacular y porque son transmitidos por el medio de comunicación más masivo “la televisión” concentran los momentos en que más atención logra un candidato en toda la campaña. No hay muchas otras oportunidades para llegarle a tanta gente.

 

Las opiniones están divididas sobre qué tan definitivos son los debates a la hora de definir el voto de los ciudadanos. Mientras algunos analistas magnifican sus consecuencias electorales, otros consideran que no cambian las intenciones de voto y que los televidentes tienden a ver como ganadores a aquellos por quienes previamente profesan sus simpatías.

 

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En ese sentido, en los debates que se llevaron a cabo entre los candidatos al gobierno del Estado de México ha  producido una curiosa paradoja. Los columnistas y analistas consideran que  los televidentes ya tienen sus decisiones tomadas y no están dispuestos a cambiarlas a causa de los debates. El votante no anda en función de qué expresa el candidato para ver qué opción toma. La mayoría tiene decisiones tomadas con antelación, y con el debate reafirma su posición". La otra hipótesis es que los aspirantes que saben que no van a ganar arriesgan más en sus respuestas, mientras quienes tienen posibilidades de llegar al poder no pueden asumir compromisos que después no podrían cumplir, ni jugarse con audacias innecesarias que modifiquen las tendencias de la campaña.

 

Por tratarse de eventos diseñados para la televisión, los debates privilegian la forma sobre el fondo. Son espacios donde los electores se fijan más en la imagen y la personalidad de los candidatos que en sus iniciativas, que quedan relegadas a un nivel secundario. "Son momentos donde los electores quieren ver qué tipo de persona son los candidatos", afirma el politólogo norteamericano Mitchell McKinney, especialista en técnicas de comunicación en campañas presidenciales, de la Universidad de Missouri. Elementos como el traje, la cara, el tono de voz y la mirada de los candidatos se vuelven más importantes que los matices en propuestas de salud, desempleo y corrupción. Al fin y al cabo, por cuenta de la coyuntura y de que las encuestas evidencian lo que quiere oír la gente. "Las respuestas de los candidatos son parecidas, lo que los diferencia es el nivel de prestigio, credibilidad y carisma de cada candidato".

 

Lo cual, de hecho, no le quita valor a esta modalidad de cubrimiento electoral. Las reacciones de los candidatos ante preguntas que desconocen previamente, su capacidad de reacción ante un ataque, su actitud frente a los competidores, muestran facetas de la personalidad que los ciudadanos deberían conocer sobre quienes los van a gobernar.

 

Debemos considerar  que los efectos de los debates dependen del momento de la campaña en los que se llevan a cabo. Los que se han realizado en México  son una copia fiel  a los  procesos electorales  en Estados Unidos, por el número de candidatos y por su frecuencia. La proliferación de encuentros les quita importancia y disminuye sus consecuencias. Las restricciones de tiempo electoral en nuestro país ha ocasionado el hecho de que cada contendiente se enfoque a propuestas solo de fondo como se había mencionado con antelación. El hecho de que solo exista un lapso de tres meses para las campañas políticas, en teoría,  evita gastos excesivos y resta capacidad de maniobra a los poderes “facticos”.

 

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Basándonos en este breviario cultural: Felipe González derrotó a José María Aznar en dos elecciones porque en la televisión apareció con mayor carisma y conocimiento de los temas. Pero también se menciona que Richard Nixon perdió la Presidencia con el joven desconocido John F. Kennedy en 1960 -la primera vez que hubo una confrontación de este tipo- porque apareció cansado y extenuado al lado del juvenil y energético demócrata de 40 años(situación muy similar con Barack Obama ). Varios estudios indican que lo que más se recuerda en la cara a cara entre candidatos son los errores, las ocurrencias o chispoteadas (parafraseando al maestro Gómez Bolaños).

 

 

 

 

Jacques Chirac, en Francia, en 1987, se quejó porque su rival, el presidente François Mitterrand, quien aspiraba a la reelección, se refería a él como "primer ministro" en un momento de cohabitación. Según Chirac, con ese tratamiento el mandatario socialista lo quería presentar como subordinado y segundón. "Aquí somos iguales", le dijo, y Mitterrand le respondió impávido: "Sí, señor primer ministro". Ha habido errores famosos, como el de Gerald Ford, en calidad de Presidente, cuando le dijo a Jimmy Carter que la Unión Soviética no tenía una gran influencia en Hungría. Al otro día la campaña demócrata pautó una cuña de televisión que mostraba los tanques rojos por las calles de Budapest, la capital.

 

En nuestro país también ha habido anécdotas célebres, a pesar de que nuestra política nacional tiene sus propias reglas del juego. En el primer debate entre  candidatos presidenciales que tuvo lugar en 1994: Ernesto Zedillo Ponce de león, Diego Fernández de Cevallos y Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, cuyo encuentro salió triunfador el entonces abanderado del blanquiazul Fernández de Ceballos, por dejar en evidencia la falta de habilidad en el  debate por parte de sus contrincantes políticos. Al final de cuentas no influyo en la decisión electoral de los ciudadanos, por las circunstancias sociales y políticas que vivía México en ese entonces.

 

 

Para concluir este análisis, me gustaría reflexionar sobre lo siguiente: “En la actual política nacional las reglas del juego han cambiado, las redes sociales juegan un nuevo papel en el proceso democrático de este país. Señores de la grilla nacional: no se fíen, pueden tener sorpresas”.

 

 

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