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Caos y lentitud vial.
Detestables
constructores de
obra pública
EDUARDO LÓPEZ BETANCOURT
El abuso de autoridad, la arbitrariedad, prepotencia e inmoralidad, amén de la corrupción, son características obligadas de la administración pública en México; quienes se encargan de ella. Salvo pocas excepciones, son seres abyectos y arrogantes.
Cerrar calles o avenidas completas para que pase un alto funcionario es frecuente, empero ya no sólo se hace con los de alto nivel, sino ahora hasta con los de “medio pelo”.
Lo patético no es únicamente la iniquidad de los hombres del poder, sino también de quienes están ligados a ellos, tal es el caso de los detestables constructores de obras públicas, entes inicuos a más no poder, cuando se les “pega la gana” cierran vialidades, verbigracia el periférico, importante vía de comunicación entre el Estado de México y la capital del país, donde debido a la famosa edificación del segundo piso, cortan la circulación a las 23:00 horas y la abren a las 05:00 del día siguiente, bueno, eso fue lo que se dijo, pero en la práctica lo hacen a la hora que quieren, ponen barreras a diestra y siniestra, provocando que el automovilista pase un verdadero vía crucis al no encontrar alternativas para circular.
Periférico en horas pico.
El constructor privado, generalmente una empresa sinvergüenza, le da una jugosa cantidad de dinero al político que le entregó un excelente contrato, por ende se cree inmune, mantiene una actitud autócrata y de desprecio hacia la colectividad, es más, se siente funcionario, considera que tiene pleno derecho de clausurar el tránsito vehicular a la hora que se le antoje; lo más ofensivo es que muchas veces no laboran en la zona que bloquean, sólo crean severas molestias al ciudadano, mismas que muchas veces son irreparables.
Sin embargo, obstruir calles es lo de menos, lo más grave es la falta de medidas de seguridad, una señalización adecuada, sistemáticamente se dañan las llantas de los vehículos, peor aún, se han dado muertes de particulares; todo ello con la absoluta complicidad de la autoridad.
Evidentemente, la impunidad se presenta en todo su esplendor, en ocasiones se consigna un malandrín a quien se le otorga el beneficio de la fianza al calificar su conducta como homicidio imprudencial, cuando a todas luces se da el dolo, lo cual merecería una sanción ejemplar, así como una justa indemnización, no la burla que en la práctica se otorga. No han sido un hecho aislado, sino varios, cuando al no poder transitar una ambulancia que lleva un herido éste perece. Ahora les ha dado por cerrar no sólo los carriles centrales de periférico, sino también los laterales; es cotidiano ver las risas cínicas de los que dizque ingenieros e inclusive de los peones, quienes gozan al ver la desesperación de los automovilistas.
No desconocemos la necesidad de obra pública, pero resulta imprescindible que se tomen precauciones que eviten estragos en la población, situación que por desgracia se vislumbra muy lejana.
En todo el orbe se hace obra pública, pero sólo en México se realiza causando daños a la sociedad civil, sin que absolutamente nadie la defienda; es aquí donde nos preguntamos ¿para qué sirven las inútiles comisiones de derechos humanos? Al final se da como es habitual la complicidad; no existe paralelo de la patética desprotección en que se encuentra el mexicano, por un lado los delincuentes y por otro los gobernantes, sumándose hoy los constructores irresponsables.
elbunam.mx
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