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La Democracia en España
El País de nueva cuenta
en la encrucijada
Regino Díaz Redondo
(Exclusivo para Voces del Periodista)
Llene España de incongruencias, permita los excesos insultantes, esgrima que la controversia es la base de la democracia y que ésta se sustenta en la confrontación, acepte que más valen las extravagancias aunque sean infumables, desparramen aquí y allá, díganlo, que el libertinaje tiene su tumba en la fortaleza del respeto y de la honestidad y se encontrará con una caricatura de lo que está pasando aquí en estos momentos.
Recuerdo cuando en plena Segunda República, en 1936, mi padre me contaba (ya después en el DF) que fue correteado en la Puerta del Sol por los falangistas que hacían y deshacían a sus anchas.
Él, funcionario en el gobierno de Azaña, sufrió el ataque de los fachistas en plena democracia republicana. Le destrozaron su academia y su laboratorio de investigación. ¿Y qué pasó?... Anótele: Las fuerzas de seguridad aleccionadas para que respetaran a todas las ideologías creyeron que tal ultraje era un acto pasajero de gente desorientada que, tarde o temprano, se convencería de las ventajas del gobierno que el pueblo eligió en las urnas.
Pero no fue así. Hitler movía fichas, Mussolini aplastaba con su enferma soberbia y Franco se levantaba en Marruecos contra un gobierno al que juró lealtad seis meses antes de sublevarse con un batallón de moros que culminaría con una monstruosa guerra civil.
Es obvio, lo anterior viene a cuenta para reseñar lo que está pasando en este país. Pasamos de la bondad infinita a la violencia, el embuste, la traición y el engaño. Las huestes nostálgicas, oxigenadas por un gobierno que no ha sabido practicar con firmeza la democracia, han hecho su aparición con todas sus galas conseguidas en la pasada dictadura.
Manuel Azaña.
Zapatero no supo cómo poner a cada cual en su lugar ni mantenerse firme. Fue débil con quien no cumplía con los principios democráticos y toleró, titubeante, a una ultraderecha contaminada por los aires de la inquisición, cuyos representantes viven a placer.
Frente a tal desencanto puedo decir que las nuevas generaciones ya despertaron y que, a no dudarlo, reivindicarán las ideologías del progreso y sabrán defender a España como siempre lo hemos hecho en todos los tiempos y condiciones de nuestra historia.
Pongo aquí algunos botones de muestra en el traje maltratado del ciudadano medio:
El gobierno socialista asegura: “No subiremos los impuestos a las grandes fortunas”.
(Los ricos de Francia, Italia, Alemania y Estados Unidos ya decidieron motu-proprio aumentar sus contribuciones al Estado para aminorar la crisis).
En nuestro país los empresarios no se ponen de acuerdo; aparecen en los medios con sus caras de póquer y lanzan letanías ininteligibles para eludir sus responsabilidades sociales. Porque, mire usted, sólo faltaba que a los que ganan más de dos millones de euros se les imponga una tasa superior de impuestos. Ellos, sin inmutarse, afirman, que su trabajo les ha costado, que han sufrido, que impulsan el crecimiento español y que son auténticos referentes para los inversores extranjeros.
Y, caramba, ahora les piden dinero.
Aunque indecisos todavía, nuestros impolutos millonarios dan a entender que cada cual aporte lo que quiera y pueda y que ellos hacen lo suficiente para conservar la credibilidad foránea en la economía. ¡No faltaba más!, han dicho.
La CEOE (patronal que reúne a las mayores empresas) retrasa la entrega de lo que sería una magnánima contribución. Seguro que esperan a las elecciones del 20 de noviembre próximo y, con el nuevo gobierno del PP, pactarán. Están seguros. Los pobres sufren tanto cuando por culpa del mal gobierno se les excluye de los beneficios a que tienen derecho.
Estos señores, aunque aún no lo dicen, piensan y lo dirán, que hace 36 años se vivía mejor. Que todo era paz y progreso. Lo tienen claro, los trabajadores a lo suyo, pan y café negro; ellos a las fiestas de la nobleza en paraísos costeros o castillos heredaros, como por ejemplo el Pazo de Meirás convertido en reliquia histórica manejada por un grupo privado que cuenta lo que ese inmueble significa como quiere sin que nadie se queje.
Esteban González Pons, viceportavoz del Partido Popular, es ya famoso por sus frases y juicios. Herodoto no lo hubiese hecho mejor. Exclama el hombre, con cara de buen samaritano, que Zapatero es el culpable de su gastroenteritis y éste, comprensible hombre de Dios, le envía de inmediato un antibiótico para que se cure. No vaya a caer en cama uno de los más preclaros cerebros de la ultraderecha nacional.
Este señorito, que en cualquier país medianamente sensato no hubiese tenido cabida más que como sepulturero, se ha convertido en todo un personaje. Ya no consulta con la gente de su partido (muchos habrá que sean sensatos) sino que lanza a los cuatro vientos lo que se le ocurre, aunque después sea desmentido.
La última perla que salió de sus labios fue que con Mariano Rajoy en la Moncloa se crearán tres millones quinientos mil empleos.
¡Alabado sea. También hace milagros!
Contagiado por esta algarabía y sesudos análisis repite y repite que los socialistas son comecuras, enemigos del progreso, protagonistas de la debacle nacional e, inclusive, responsables del dolor de callos de una consejera del Parlamento catalán a cuyo presidente ensalza un día y denuesta el otro. Vaya ejemplar.
Hitler y Mussolini.
Pero no tiene la culpa González Pons sino quien lo hace compadre. El gobierno se gasta millones de euros al año en el lobysmo internacional. Su gente habla que habla en el Parlamento europeo, en el Senado estadounidense, en las casas de bolsa, en la sede de las transnacionales y con los mercadócratas.
Promociona así esta corte de cotillas la buena salud de España y piden, suplican quizá, que se realicen inversiones extranjeras. Naturalmente que ofrecen garantías a granel.
La verdad es que las pequeñas y medianas industrias siguen cerrando o uniéndose para evitar la quiebra. No reciben créditos de los bancos. Éstos no prestan ni un céntimo porque están en crisis, porque necesitan revitalizarse…
Los jefes de las Cajas no corren riesgos inútiles porque, a su juicio, no desean descapitalizar al país.
Si a estas situaciones une usted que el calificativo de “españoles” se está perdiendo, tendrá una idea de lo que pasa.
Es decir, ahora somos castellanos, catalanes, vascos, gallegos, valencianos… Menos mal que nos queda Andalucía, aunque con el temor de que los musulmanes nos la reclamen como Ceuta y Melilla y se las demos para no crear conflictos mayores.
Mariano Rajoy y el PP.
Nuestras organizaciones sindicales, comisiones obreras y la Unión General de Trabajadores, se limitan a declarar cotidianamente, aquí y allá, acullá, donde sea posible, desde cualquier púlpito obrero, que “hay más precariedad en el empleo”. ¡Qué bella frase, qué pasión para defender los intereses de los más necesitados, qué organizaciones tan comprometidas y responsables. Qué suerte!
A Zapatero lo acusan de todo, anuncian manifestaciones pero no huelgas. Seguramente hay que prepararse para el cambio ideológico del gobierno que viene y, por lo tanto, desayunemos, comamos y cenemos con quienes serán los nuevos funcionarios públicos.
Este comportamiento no sólo orilla a la tristeza y a la frustración, al desencanto y al malestar sino que también preocupa que quienes celebran el 1 de mayo cada año estén aletargados y en espera de encontrar un horizonte más ad-hoc.
Empieza a ser doloroso que el 15-M (Democracia real ya) esté perdiendo presencia. Ni PSOE ni PP (PPSOE), los toman en cuenta. Los populares no hacen más que ajustarse a su criterio político. Pero: Y Rubalcaba, ¿a qué le teme?... A lo mejor también piensa que esos gritones van a desestabilizar el sistema de derecho que hay que mantener con la connivencia de los conservadores.
El caso de Izquierda Unida es un tanto patético. En algunas comunidades y alcaldías se han unido al PP para que este partido gobierne. No hay por qué asustarse, su actitud es la misma: Hay una directriz firme y son tan congruentes como siempre.
A la sombra, ya no tanto, quizá cara al sol, los sindicatos franquistas como Manos Libres y los falangistas tienen voz y voto. Aparecen en las listas entre los partidos demócratas y su papeleta puede depositarse en las urnas a su debido tiempo.
Estoy seguro que los milicianos que formaron en su tiempo el Frente Popular para luchar contra el fascismo han de estar muy contentos.
Déjenme decirles algunas otras cosas que ocurren:
La Ley sobre la Memoria Histórica no se cumple ni se hace caso a los tribunales españoles cuando dictan sentencias que van en contra de los intereses de algunas regiones de España. El Govern de Catalunya dice que no aceptará por ningún concepto que se adopte el castellano como lengua paralela al catalán en esa región. El president Mas, Jordi Pujol, Oriol su hijo, el xenófobo de Badalona y otros tantos están dispuestos a rebelarse contra tal medida legalmente acordada.
Asamblea del CEOE.
El Partido Popular recrimina esta actitud a los nacionalistas radicales pero al mismo tiempo cruza los dedos para no romper lanzas contra ellos porque CIU (Convergencia i Unió) será un buen aliado político para la gobernanza del próximo cuatrienio político.
Sigamos: Se cierran colegios públicos porque “los maestros trabajan poco” (Esperanza Aguirre, dixit). En tanto, abren más colegios privados que se ajusten a la única religión cuyo ADN es español.
José Luis Rodríguez Zapatero.
Mire que buen detalle: Hace unos días, en un estacionamiento para más de mil automóviles en el municipio de Alcobendas, otros tantos dueños de esos coches no pudieron abrirlos. ¿Por qué? Es bien fácil contestar. Es muy normal, había llegado una ministra con una escolta de tres carros más y funcionó el modernísimo sistema de bloquear las cerraduras hasta que dicha señora hubiese comprado lo que le vino en gana.
Ejemplar.
Por contraste, en esas mismas fechas fueron asaltadas dos casas particulares sin que hasta el momento la policía haya podido dar con los ladrones.
Entonces, ¿la seguridad es sólo para nuestros impolutos representantes políticos?
Dos cosas más completan parte del Edén en que vivimos:
El Instituto Nacional de Estadística informa oficialmente que “430 mil personas en España no buscan trabajo porque saben que no lo van a encontrar”.
Y como colofón, no podía faltar, por favor lea:
Don Gil de las Calzas Verdes (personaje ejemplar del liberalismo español, políglota experto, socio de George W. Bush y Tony Blair, quienes acordaron atacar a Irak en una reunión que tuvieron en las Azores, pequeñín sin bigote, defensor de la España Grande y Libre), acaba de proporcionarnos un dato sobre su vocación pacifista: Durante su gobierno (1996-2004) compró armas por valor de 23 mil millones de euros seguramente para reducir la deuda pública del Estado.
Insultos descarados para un país como España que merece un respeto y el reconocimiento internacional de siempre. Del siempre de la democracia, que ya es bastante.
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