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Edición 279
Escrito por Pino Páez   
Lunes, 02 de Abril de 2012 08:24

RETOBOS EMPLUMADOS
PINO PÁEZ
(
Exclusivo para Voces del Periodista)

Caza de citas

(A Juan Pablo de Pina
poeta y chapinguero
que legó el sembradío en un versículo
)

 

EXTRAER UN LAICO PEDACITO de alguna oración ajena -escrita o platicada-… es antiquísima costumbre para reinventar aforismos, frases célebres o ensalivadas regaderas que luego en público se orean y se corean, a fin de invocar risotadas en alud. Se acecha lo dicho o anotado en plena cacería, se le seca en taxidermia y se luce después en citatorio.

Citatorio uno: citas re-citadas

Don Jelipe es proclive a fusilarse proverbios, dichos y dicharajos. Sin ser paremiólogo, repite satisfecho lo que ya se ha expresado hasta el regüeldo, desde su estremecedor “Haiga sido como haiga sido”, hasta su no vacilante (aunque sí vacilador) “Primero soy mexicano”, con toda la mímica acapulinada pero sin la gracia de Gaspar Henaine.

Pino

En 1862, un 5 de mayo más grande que cualquier avenida, Miguel Negrete estereofónico manifestó “Primero soy mexicano”, al apartarse de los conservadores y combatir la invasión francesa. Un lustro después respaldaría El Plan de Chalco de Julio Chávez López en el que la consigna Tierra y Libertad, casi medio siglo antecedió al Ejército Libertador del Sur en clamor tan cosechado. Asimismo, junto a Diego Hernández, el señor Negrete redactó El Plan de Sierra Gorda, en Querétaro, de contenido abiertamente socialista. ¿Cuál equivalencia podría establecerse entre el capulinesco “Primero soy mexicano” de don Jelipe y ”El primero soy mexicano” de vertiginosa asunción revolucionaria de don Miguel? ¡Ni el fatídico maese Platanito se arriesgaría inventándoles un parangón en gracejada!

Enrique Peña Nieto está siendo asesorado por Vicente Fox y doña Martita pa’ver qué exclamación entresacan de algún libro sin leer, una descontextualización nomás de oídas, similar a la que le aconsejaron sus quesadillescamente sesudos consiglieri durante su virreinato, con aquello de “Te lo firmo y te lo cumplo” en signaturas al calce bien descalzas.

Josefina Vázquez Mota inicialmente pretendió utilizar de slogan el título de su “motivadora” obrita: ¡Dios mío hazme viuda por favor!, que por cierto ninguna relación mantiene con lo parrafeado del interior. ¿Paqué atemorizar faunos proletarios? Mejor construirles el paredón de la “reforma laboral”, pero con sacratísimas muecas a lo Teresa de Calcuta e ideario purificador de la Madre Conchita, Gatúbela y Las Poquianchis.

Quien ya no recurrió al desplumador apotegma de “No le han quitado ni una pluma a mi gallo” es Andrés Manuel López Obrador en copyright a Benito Juárez, emisión oral surgida en la guerra de tres años. El problema es que a don AMLO, oligarcas, el innombrable, el cuñao Hildebrando y la señito Elba Esther… sí le arrancaron el plumero encuerándole hasta el kikirikí. Por eso, ahora el tema es de picoretes, de silentes piquitos de pasión, de república amorosa, de puros pichoncitos y palomitas amancebados.

Citatorio dos: toques y retoques filosóficos

Irma Serrano, la teleológica Tigresa, que en la frente se puso un kamasútrico eclipse lunar… en reiteradas entrevistas detalló su prosapia académica, egregia-egresada de la Facultad de Filosofía y Letras, en base a ello, en un aristotelismo impresionante y renovador, cuando se le inquirió el porqué poner a su teatro Fru-Fru y quitarle el originario Virginia Fábregas, la connotada actriz, cantante y catedrática trascendentalista, textualmente, con toda la fenomenología del calostro, ilustró: “Porque de poner en mi propiedad las chiches de otra, mejor pongo las mías”.

Y cuando su sapiencia le acomodó a la enciclopedista de los pectorales un lugarcito en el Senado -en la misma bancada de los seres progresistas- a su coordinador Porfirio Muñoz Ledo, en hermenéutica visión esclarecedora le interpretó dotes de robusto arcángel autóctono: “¡Guajolote Panzón!” le repetía en oralidad y exégesis, mientras coreaba y correteaba al tribuno-alado entre la maiceada osificación de las curules.

La filósofa artillera del Cañón del Sumidero, kantiana y acezante, revelaba el plumífero grosor: “¡GuajolotepanzónGuajolotePanzónGuajolotepanzón!” en tercia de imperativo categórico, a lo que el apriorístico correteado respondía con la obesa y sumisa trinidad de don Plotino, en un “¡Gordogordogordo!” de redondísima infinitud.

Sócrates, el que optó por la cicuta antes que la palinodia, tiene en la nomenclatura otro dialéctico heredero: Sócrates Campos Lemus, quien en su método-logístico de las substancias verbales, estipuló sin sofismas la tautología oval de su palabra:  “… lo que digo con el hocico lo sostengo con los huevos”, nítido y textual exclamó el socrático pensador en su vademécum de sentencias extraídas de una brizna de centella: Mito y realidad del… 68, más que libro, catálogo de cacuménicas GRANDEZAS que le publicó Morgana Editoras en el 2000.

En la página 133, en ese texto que realizó con la colaboración de Félix Ramírez, quien funge de su entrevistador, don Sócrates Bis informa que la casuística de su ilación tan precisa se debe a “… que no me formaron en la jotería…”. Si los antiescolásticos duendecillos de la imprenta no se inundan ante los crecidos ríos de don Heráclito, he aquí una cita que, referente al apotegma anterior, desmenuza la nitidez de su dialéctica y desnuda el espíritu más allá de su escondite cartesiano: “ … con el maricón de González de Alba, a lo mejor no soy de su gusto; o probablemente me hizo proposiciones y lo mandé al carajo (…) Él habla bien de sus padrotes o de sus comadres, no de alguien que lo rechaza por puto…”.

Todo tema es asible al ágora-agorera del señor Campos Lemus, incluida la inconsútil ropita que se lava en casa del soliloquio, he aquí un descubrimiento que puso a temblar de frío a los hegelianos de antaño y hogaño, dejándoles más helados que un estornudo de esquimal, en un solo ¡achú! de tesis, antítesis y síntesis: “… el pantalón del enano: tiene más culo que pierna…”. A los mexicanos los esencializó en una epistemológica dualidad: “Cogelones” y “jodidos”. Y al ánima de los estadounidenses la pepenó en un pinceladísimo silogismo: “Un gringo es un pendejo, dos gringos son dos pendejos, tres gringos es una trasnacional”.

Citatorio tres: lo que a puñitos se agarre del enjambre

El antijuarista Francisco Bulnes, peroró que “Por la democracia no vale la pena ni sacrificar la sangre de un puerco”. Lo entrecomillado se halla en Imagen de Francisco I. Madero, ensayo de Eliseo Gaspar Rangel que el DDF le publicó en el ’84. Lo que no se encuentra en el estudio de marras es cómo José Vasconcelos definió al antidemocrático autor de El verdadero Juárez: “Buey Cansado”, le esputó a ese don Francisco que sólo hizo Panchos contra Porfirio Díaz cuando éste, literalmente, cayó embarcado, pues antes el señor Bulnes era un porfirista que con enorme diligencia personificaba caravanas; situación similar a la del polígrafo Juan A. Mateos, todo miel con el dictador en el cargo, todo hiel con el exdictador en el descargo, hasta una novela de ácido título le endilgo tras el derrumbe: La majestad caída.

En el terreno poético, el bardo y ensayista de la Unión Americana, Archibald McLeish, expresó quizá la más lograda característica del arte versificador: “La poesía no se explica, la poesía es”. El trasgo brasileño Ezio Flavio Bazzo, quien en México radicó una buena temporada, radiografió a los comunistas de sololoy: “Hablan como Carlos Marx y actúan como Carlos V”, redactó en su libro Arqueología de nuestra vergüenza, editado antes de que feraces y feroces marxistas-salinistas ni moronas dejaran en las exhaustas intimidades de las arcas públicas.

De Álvaro Obregón es el oratorio bombardeo de “No hay quién resista un cañonazo de 50 mil pesos”, inspirado en Picaluga que a ese precio traicionó a su “amigo” Vicente Guerrero; mismita cantidad que cobró Jesús Guajardo por el asesinato contra el gran Zapata; idéntica cifra que anualmente recibía la embajada EU del erario por vía del porfiriato para los menesteres del gringuísimo boato; dígitos igualitos con que esa dictadura, también año tras año, subsidiaba a El Imparcial, periódico dirigido por Rafael Reyes Spíndola que número tras número hacía de las páginas ramilletes para don Porfirio y Carmelita, en la más costosa y entintada florería. 50 mil de aquellas eras que significaban todo una feria con todo y su rueda de la fortuna.

Caza de citas: cinegética a disparos de retina.

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