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Ediciòn 287

RETOBOS EMPLUMADOS
PINO P
ÁEZ
(
Exclusivo para Voces del Periodista)


Sintético cronicario de variadas
Musas del Zangoloteo

LA DESGAÑITADA PROFESIÓN de los jadeos, posee plétora de diversidades que -con lubricante sapiencia- ejercen Doncellas del Talón, desde las que aplican masajes para exprimir,a sapientes y sicalípticos manotazos,la totalidad de las turgencias… a las que aplicancelestiales tandas y tundas… en acrobáticos combates sobre un box spring.

Ninfas del Meneo de harta prosapia y caché

Una de las más distinguidas Amazonas del Restriego fue madame Pompadour, de nombre original Juana Antonieta, porque -sin ser de Monterrey- impuso regia cornamenta a su maridito Carlos Guillermo, al compartir su sensualísima silueta con la adiposa carnosidad del rey Luis XV, dueño de basto y monárquico triperío, quien según  cortesanas lenguazas dealfiler… bajaba, no quilates pero sí kilotes, tras cada sesión de marometas con la Catedrática del Kama Sutra, en la pujante y pujidora inmensidad de su kingsize.

Pino1

Hasta título de “nobleza” consiguió la señora Pompadour por acicalar las oceánicas lonjas de Su Majestá. A su esposo, amén de aportarle unas imperiales sienes de perchero, asimismo le consiguió un puestecito de aviador en la Corte, que el ultracalcificado cónyuge -con guajolotero revoloteo- asumió en los monárquicos revuelos de la nómina… sininmuuutarse ante los ¡muuu!persistentes y onomatopéyicos que la plebeyez le destinaba, desde los tauromáquicos burladeros del sarcasmo.

La Toñota de suculenta efigie, ademásde Experta en Extraer Masculinos Gemidos de Redención, erainstruida e impulsora de artistas de distinto rubro, amén de gustarle lucir sus magníficos volovanes, frente a la briosa expectación de varones anhelantesde subir en expedita expedición… rumbo a esos montículos de perfecta y pecaminosa ensoñación.

Uno de los beneficiarios de su voluptuosa generosidad fue el novelista Claude de Crebillon, creador de Damas de calidad, historia en que las palabras van al grano y los cuerpos en celo al granero… y la lengua se trastrueca en el idioma universal del cunnis linguae… y no la posteridad pero sí lo posterior se torna impudorosamente escrutable… y el amor hombre a hombre y hembra a hembra se rutiniza… y en los conventos las orgías devienen pedestal… y el vocabulario es más directo que un camión a Chiconcuac de una sola parada… y su literatura encueradora y cachorruna muy anterior a la de Sade… y la Pompadour que le consigue un bien remunerado puestecito de ¡censor! contra las malas costumbres impresas… y la influencia y el catre en jadeante conjunción de mecenazgo y empleomanía…

Leída, hermosa, erótica… era madame Pompadour. Sólo una falla se le atribuye: no cavilar que los años no son calenturienta sumatoria de pitagóricos, que al borde apetecible e incitador de antaño, le pulen sus prodigios, lo desbastany lo devastan. Juana Antonieta merodeaba en la mitad de sus 30’s, poca edad en el ábaco, sin embargo, la dermis ya no tienela ebúrnea blandura desu adolescencia, y los amantes de peluca, gordura y cetro… exigen la magia marfileña de la tersura en nobles Musas del Zangoloteo. Y Luis XV, al que motejaban “Bien Amado” por su olímpica devoción a los clavados sin alberca ni trampolín, entre más viejo y más panzón… más personificaba al mondongo extemporáneo, sin embargo, muy premonitoriamente josealfredino seguía siendo el rey. Cambió a la madurita Juana Antonieta por otra Artífice del Atornillar: rozagante, de piel fresquecita para -poro a poro- lamerle a suVenusnuevecita,la goteante luz de los horóscopos.

Nueva madame en señorial colchón antiguo

Madame du Barry fue la siguiente favorita del monarca referido, a la que le llevaba sólo 33 abriles de barrigona y pornográfica inscripción en el calendario. De costurera y sirvienta a condesa, sin colonia de porfiriana arquitectura… pero con título nobiliario alcanzado como alpinista, en el vertiginoso escalafón de una real alcoba.

Analogías hubo entre las dos madamas: las dos Juanas, las dos generosas oferentes de esponsales cornamentas, las dos cultas y eficientemente zangoloteadoras. Aunque más “juanerío” se daba en la genealogía de madame Du Barry, bautizada Juana Bécu, hija de una Juana sin Chana y de un Juan sin soldadera, matrimoniada con Juan du Barry, al que también le puso astas carentes de bandera… mas tupiditas de calcio coronado.

Otras semejanzas entre ambas se hallaban -aparte de belleza y personalidad que atraían faunos en mitológica procesión de cencerros- en su afición por la cultura que superaba los trajines de malabar en el camastro… y la dual incomprensión respecto a que los temporales varían. Por ese descuido de reflexionar a fondo en la implacable dialéctica de los relojes, a madame Du Barry la guillotinaron a los 50 añitos de resollar, cuando Luis XV ya era un irrecordable numerito de dígitos romanos y Luis XVI, sin enojos ni neuralgia, perdióla cabeza, desprovisto de analgésico, metáfora o algún salvador escondrijo de avestruz.

De una Samaritana del Jadeo… a otra Samaritana del Pujido

Antes y después de las Juanas “enluisiadas”, abundan las Pontífices del Arrumaco Alquilado: de Graciela Olmos, La Bandida, que en México fungió de mamá grandota, con burdelitos de mucha bohemiay más inspiración horizontal… a Micaela Villegasque en el Perú colonial arrancó bufidos de líquida absolución hasta de un virrey apellidado Amant, quien en un rapto de ira por su fracaso en alguna de las acciones del pasional ajetreo… gritó ¡”Perricholi!” a la Esteta del Bamboleo, al no poder pronunciar “¡Perra Chola!”, sin imaginar que del racista término lo cholo perduraría, incluso en calidad de estandarte contraescupidores del prejuicio.Perricholi -y desinencias al estilo perricholismo- se tornó sociológica definición, pieza teatral y novelística que, bajo diferente tintay oleaje,se ha manejado en sucesión de décadas, por señalar algunos, el peruano Luis Alberto Sánchez y el estadounidenseThornton Wilder, quienes abordaron la barcaza de re-histórica re-creación, cual náyade que al mismísimo Poseidón remojaba en venidero apaciguamiento sus sacratísimas escamas…

De la decimonónica actriz y cantante Lola Montez(de nombre primigenio Rosana Gilbert)que al káiser Luis I de Baviera, de bávaro, bárbaro y exangüe lo dejaba en nocaut efectivo sobre el cuadrilátero de un imperativo-emperador colchón… a la igualmente actriz y cantante, intérprete prodigiosa de la ópera verdiana La Martina: la cuasi morganática “Tigresa” que-en el Maximiliano lecho del Castillo de Chapultepec- hacía rugirimperios, improperios e imperiosascondenaciones de placer a don Gustavo Tlatelolco, quien, reconocido por la felina majestuosidad del acolchonado traqueteo, regaló a su Extractora de Pecados, la camota imperial de doña Carlotita…

De MataHari, nombrada primeramente Margaretha G. Zelle, danzarina, que más que la danza del vientre, ponía en tremor dual los bailongos del ombligo, y la cual en sus presentaciones sacara licántropos aullidos del respetable… terminaría en un paredón sin expiar por espiar, y con leyendas a tutiplén, como las del escritor guatemalteco Enrique Gómez Carrilloautor del cuentario Alucinaciones, de quien más de un contemporáneo suyo, afirma se inventó un romance con esta trágica mujera la que le fabricaron  “espionajes” entre el ardid de los siete velos que prodigaban un heptasílabo de acoplamiento de sabrosísimo torbellino… a la Santa de Gamboa que se volvió Especialista en Disecar Tumefacciones, en las deshidratadoras non sanctas clínicas del taumatúrgico frotar; hay un aborto en la novela que las Santas cinematográficas no reprodujeron, pese a que el muy conservador don Federico publicó su novela en el porfiriato, y el ojo hermoso de doña Carmelita, no permitía que entraran camellos lujuriosos en el neón de su purísima retina.

Del condicionado cuchi-cuchi de doña Josefina… a la empantaletada clausura de Lisístrata, bajo el candado abstencionista de don Aristófanes.De La guerra de las gordas de Novo… a Ese obscuro objeto del deseo buñueliano, fincado en novela de Pierre Luys, negativa cruel e impía de una Deidad del Cachondeo de dar lo más sublime de su boscosa lobreguez.

Agua espiada, no expiada

Si a Mata Hari la fusilaron dizque por espiar, a Tiresias sin dizque ni dique, Venus lo dejó ciego por mirarla bañándose en la desnudez de una constelación. Y, como si la máxima negrura tuviese todavía más bulbos a fundir…Juno agregó tinieblas a su tiniebla, porque aquél sostuvo que en la fricción de los cuerpos, la mujer más olimpos que el hombre disfruta, máxime cuando discurre y escurre la paz de los mares a pujiditos conjugados. A la bíblica Susana dos viejitos la espiaron en los acuáticos horarios del aseo. El par de ancianos querían con ella desempolvar agravios contra uno de los 10 mandamientos, empero, el profeta Daniel se interpuso y, en lugar de un lujurioso manjar de chopitas, sin indirectas recibieron pedradas que hasta la muerte descalabran. Buñuel utilizó una fílmica Susana, una Docta Profesional de los Desagües,en la apetecible exquisitez de Rosita Quintana, que a efebos y carcamanes forzaba a pensar los enigmáticos teoremas de la humedad. Un santurrón happyend selló la cinta de don Luis, lo que no obstruyó que los cinéfilos también susanísticamente tuvieran que discurrir y escurrir una enigmática sinfoníapautada en honor de la Quintanota.

Don Gervasio, cuyos demás apelativos nunca fueron sabidos, al son de los pro-Susanas, se hizo notable y noticia por su proclividad en acechar a una Hechicera del Lije, bajo el íntimo diluvio de una ducha. Ni la senectud, ni las reumas, ni la fatiga reptilínea de parapetarse en su azotea abastecido de poderosísimos binoculares, hacían recular la polvorienta libidinosidad del azoteadobetabelito.

A quien desde su altura merodeaba don Gervasio, era a La Lupota, una mayúscula Sacerdotisa de la Posición del Misionero, quien lo mismito que la apócrifa Lilith, alardeaba por los alaridos que obtenía de su devotísima clientela.

La Lupota era vecina de don Gervasio en unos multifamiliares de la Narvarte. A las dos en punto de cada madrugada, tras oficiar la copiosa tarea del derretir… la Especialista de los Vaivenes se duchaba, sin descorrer la persiana de su nítida ventanita, sin darse cuenta que un avejentado insomne la devoraba bajo el lloviznar de su regadera: cascadita de asepsia que cascados ojillos atisbaban desde las trincheras de una cima.

Don Gervasio desapareció, comentan condóminos que en las trifulcas de su éxtasis… no se derritió, pero sí espolvoreó sus póstumos pecados, pues en la azotea, junto a unos binoculares, fue hallado un montoncito de finísimos terrones: testimonio de un Neptuno que de la playa sólo pudo sudar su arena.

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