RETOBOS EMPLUMADOS PINO PÁEZ (Exclusivo para Voces del Periodista)
Crudelísimo cronicario
LA RESACA ES MAR que incompleto se retira, huye llevándose toda la brisa; y el lenguaje con que Dios-dio nueva tesitura a los ahogados; y el aroma del cual se aspiran redenciones;y los marítimos jugueteos del horizonte bautizándose una nueva policromía… Deja la oceánica escapatoria infortunados maldecires de sal;y en el puerto sólo yertas golondrinas, sin pañuelos ni organillero que en parvada acompañen al adiós; y las fragatas reducidas a polvorienta zapatería, con los únicos pies del resacado, quien así calza un sequísimo chapotear a sus naufragios.
¡Aguas con las ídem!
Benigno Santos Bojalil, fue hasta el desgañitamiento aconsejado por sus Pares del Glu-Glu… acerca de que en las terribles admoniciones de la cruz, no bebiera agua, que aplacara los calderos que en el gaznate de los crudos flamean una diablez, con la líquida piedra hecha de brandis y de ron, o con “la pastilla” revitalizadora -mezcal y glicerina agitados con squirt-, con que los especialistas de “El Gran Quemón”, apaciguaban los gañotes incendiados de su clientela.
Benigno, pese a ser un trovo-trovador de cacofónica experiencia en los menesteres del infle y del gallináceo canturrear… no creía en las consecuencias advertidas por los Mariscales del Sorbo. Ceñíase a médicas prescripciones: tomar agua,muchagua, hidratarse absorbiendo diluvios. Para los especialistas, iletradas patrañas de superstición eran las tesis hinchadoras, empanzonadora falsedad en chorreaderos de tinaco, fanática fabulación de albergar un hipopótamo en la cintura.
Santos, en las puniciones de Crudelia, ingería jarros y más jarros de agua o, cuando la sed redoblaba sus apremios de chamusquina, se embecerraba a la llave del fregadero sin gargarear en absoluto, como si se tratara del depositario de las póstumas menstruaciones de la nube.O, de plano, en temporadas de aguacero, salía, situándose bajo los tormentosos escupires de las gárgolas, como si el chaparral a su sed estuviera destinado.
Bojalil, en algún pasado meridiano asaz siniestro, llegó tinacalmente chorreado de angustia con los Mariscales del Chínguere, ¡sus mejillas simulaban resguardo de piscina donde grosores de morsa chacoloteaban deperfil!, ¡en sus licuefactibles ojillos se contenían lágrimas de humanidad entera!, ¡la nariz inflamada más aún que la de Bergerac y más voluminosa todavíaque un chile relleno… amenazaba con estornudar una tragedia!, ¡su estómago gruñía una marejada literal!, ¡chorros y chorros de mar muerto, vivísimos como zombis de oleaje amotinados contrael gordo y el flaco intestinal, hacíanles chillar anegaciones!
Benigno Santos Bojalil, en el centro de una fraterna circunferencia, recibía los afectos entristecidos de los Hermanos del Alipús, nadie le reprochó su acuática desobediencia, se limitaban a orar contritos una cruzque les astillaba su rezar. Benigno lloró y por los cuencos transpiró todo un Mediterráneo. Santos esputó y morsas de cristal diluido pendían de su escupitina. Bojalil liberó al gordo y al flaco aquéllos… y un linfático hipopótamo fluyó hasta fenecer doliente y oliente en un charquito.
Benigno-Acuoso obtuvo responsos de piedra y de pastilla en un gargarear de pésames. Santos en la santificada evocación deun canto gregoriano por los Tenores del Chinchol, Bojalil fue trapeado de amistad y sus restos exprimidos dentro de una pachita de Bacardí en homenaje e indicación de que el agua mata, matagua en ingeridas ingerencias de la cruz.
Crudelia re-bis y re-bizca
¿Cómo que a don Enriquito ya le dieron la grandota?¿Quién alburea? ¿Por qué contra lo turbio de la esfera encajan los vericuetos de su doble sentido? ¿Será por ello que me hallo sediento de verdades? ¿A eso se debe que vea doble este desierto? ¿No dejarían por lo menos una porción de cristalito en algún recóndito espejismo? ¿Por qué dual la tragedia se manifiesta? ¿Quién me trepó estos breñales de bruma a los dorsales? ¿Más macaneros? ¿Más muerte? ¿Más sed?
¿Cuándo tapizarían las banquetas de un destino que conduce al extravío? ¿Veo dos beodos? ¿Mi amnesia se refracta en estos anteojos derrumbados? ¿Cuál dueño se habrá desecho-deshecho de la mirada? ¿Este silbido tan empañado y siamés será el diabólico vendaval de lúgubres hermandades?
¿Debido a qué todo adquiere peste salinera? ¿Qué mar se habrá quemado? ¿Otra vez el de Villaurrutia? ¿Dónde están los laicos arcángeles descabezando las estatuas que olvidó el iconoclasta? ¿Quién le untaría más smog a los imecas?
¿Qué fue de los exvotos sufragados a Juditas? ¿Los desviarían a urnas forradas de sacrilegio? ¿Lo cambiarían por una torta sin matraca? ¿Se los administrarían en blasfemia Sor y Ana?¿Por qué sólo la desolación se reproduce? ¿Alguien podrá barrer de este erial la deshidratación que arde una gritería?
Qué desiertos brotan del profeta ¡Qué de ciertos!
Arengabael hombre en la potestad de una plazoleta, la concurrencia pronto le formó un hemiciclo sin héroe y sin estatua, un casi humano redondel que únicamente dejaba la espalda sin mirares ni miramientos.
Hablaba acerca de una extraña religión que brota de una oración sin gramática ni misal, un orar-perorar con el solitario fin de mencionar a los desiertos, que de la labia caigan las fojas interminables de una inmensidad sin nadie, ni siquiera con el náufrago empolvado de tebaida, del peor desacompañamiento para un ser cuya alma se le fue cual pichón fugado, sólo la carne sola, y el pensamiento desanimado y el arengar aquél a fin-afín deque otros se sumen a la nada encarnada, desalmada, exenta de cualquier verso que logre mitigar esta piel que arde una peletería, estos muslos que estacionados persiguen la huyente ánima, estas manos gordamente encerdadas, manos-marranísimas de obesidad y mugre espiritual, manos-timbonas que gruñen por la inutilidad de una caricia.
Los circunstantes no atinaban a cuál circunstancia el predicador pretendía llegar. Oían y veían su desértico parlamentar, la tierra fina y amarillenta que irrumpía catártica del dátil de sus labios, la recurrencia de abordar a los poetas que nunca arriban, que nunca, bajan, que nunca están… a Góngora y sus inasibles Soledades, a Lope que solito se embarca a otras soledades de donde viene y adonde va, a San Agustín que se alzaba en bardo… y en obelisco se izaban las bardas, al confesar sin otra confesión que otro desierto… que ya no aguantaba la pesada-pesadumbre de su alma colmada de heridas, “¡Al menos él tenía alma y ánimos para recopilar el desplumadero del espíritu!, ¡alma qué estibar sin más puerto que su mismo cargamento!¡Al menos él tiene de más el increíble Revoloteo Lacerado de una Porción de la Trinidad!”.
A los presentes inquiría en un interrogar de apostolado: “¿Y ustedes, en qué portal evaporado han acurrucado sus ánimas, por qué la dejan sola resoplando sus arrullos? ¡Húrganse una estrofa en su letargo y saquen del marasmo su paloma!”.
Qué desiertos le fluían, qué de ciertos los finísimos terrones, ámbar, membrillescos, matiz de anemia en la tierra pronunciada, búsqueda de alma y de poemas… y de dioses que acabaran con tanto manantial de arena.
Un escucha se compadeció de tanto terregal profetizado y, sin poesía pero con prosa aterciopelada de nitidez convidó al colectivo altruismo con la frase inolvidablemente solidaria de “¡Ese güey tray el alma perdida en una crudota, hay que hacer una coperacha pa’la caguama, paque ya no echen tanta tierra sus habadas!”.
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