Urdangarin entre rejas REGINO DÍAZ REDONDO
“Obama está obligada a investigar las torturas de Bush en Guantánamo y otros lugares”. Juan E. Méndez. (ecluido durante 18 meses). El País.
MADRID.- LOS PUTITANOS dicen que es oprobioso e insultante. Hay quien lo tilda de cinismo y de complicidad con la nobleza; otros se limitan a sonreír y pasar página; los más lo consideran delictivo sin paliativos que requiere cárcel, ni fianza ni arrepentimiento.
Debe Iñaki Urdangarin estar entre rejas. Debió estarlo desde hace mucho tiempo. Pero este viejo señor (el tiempo) camina con lentitud y el yerno del rey está libre y muchos dudan que reciba el castigo que merece.
Son tan numerosas las pruebas contra él (doña Cristina está nerviosa) que el sumario de su juicio tendrá ya miles de cuartillas acumuladas, difícilmente legibles, porque no hay quien se moleste en hacerlo.
O no quiere que para el caso es lo mismo.
Ya no se vale bromear sobre este escabroso y vergonzoso asunto. Es una mácula más en la historia real -por afinidad- de este país borbónico y sufrido.
El consorte incómodo.
Tome nota el lector: La subsecretaria de Presidencia durante el mandato de Francisco Camps (¿lo recuerdan?) en la Comunidad Valenciana, detuvo, motu proprio afortunadamente, 123 facturas del Instituto Nóos por valor de dos millones de euros porque no se justificaban los servicios. Eran una entelequia creada por el esposo de la Infanta para abultarse la cartera.
Llevamos un año leyendo y constatando el fraude cometido por el duque de Palma (los títulos se reparten como buñuelos) sin que nada ocurra. Y, lo peor es que quizás no haya resultados (positivos para él, claro) hasta el año que viene.
Bueno, no falta mucho, unos meses. Llegan las navidades y el frío de la crisis y del medio ambiente lo alargarán más por lo que no hay trazas de poner las cosas en su lugar.
Doña Isabel Villalonga -aún queda gente seria y responsable- se pasó meses anotando las anomalías en las facturas y no las pagó. Mostró al juez José Castro su libreta y le dijo que “hubo engaños” y que esos cobros eran indebidos, injustificados y no procedían.
La opinión pública -de alguna forma nos tenemos que llamar- está indignada. Pero ni quien haga caso. “No hay que malgastar el tiempo en algarabías”, dijo el presidente del gobierno.
Para él, las algarabías son los latrocinios de Iñaki, de Francisco Camps y de Jaume Matas y las abiertas manifestaciones de los catalanes en la Diada, donde sus próceres, Artur Mas, Jordi Pujol, Durán i Lleida y otros conspicuos personajes se declararon independentistas, lanzaron la Senyera, y proclamaron, en un encuentro multitudinario nunca antes visto, que “Cataluña debe ser un país más de la Unión Europea”.
Pues que lo sea. Hemos llegado a un punto en el que “no hay marcha atrás”, expresó Joan Tardà de Izquierda Republicana por Cataluña, arrellanado en su asiento de “Al Rojo Vivo”, y en su curul de la Cámara de Diputados. Perdón, del Real Parlamento, de las Cortes, como pomposamente se denomina al Congreso.
En la manifestación de Barcelona quedó claro el fervor separatista de los catalanes. Curiosamente enarbolaron pancartas en alguna de las cuales se apuntaba: “Catalonia a New European State”.
Al fin el inglés en la península, aunque sea en un futuro Estado libre asociado al neoliberalismo de la Unión Europea. Algo así como Puerto Rico con Estados Unidos. Brillante porvenir.
Pero ¿ya saben qué moneda utilizar? Ah, mister Artur, piense rápido. Pida a sus expertos que de inmediato comienzan a usar un papel moneda distinto para no confundirlo con el que utiliza España.
Y esto ocurre porque don Mariano Rajoy, pese a ver el tinglado que se montó, se limita a pedir “prudencia”. Y escurrió el bulto. Por lo que el país tiene un principio de neumonía.
Según una encuesta de las centenas que se publican a diario, el 49 por ciento de los catalanes está por la independencia (llámelo por su nombre, separatismo) de España y el 48 en desacuerdo.
Nunca antes, mucho menos con Franco que utilizó las bayonetas y las pistolas para evitarlo, en la historia de España los catalanistas se mostraron tan cainistas con el resto de la nación (digo que es el resto de España porque el territorio ocupado pertenece al reino peninsular).
La familia real.
Para ir por partes: quieren ser miembros de la UE sin ser aún Estado. Saldrán de ella, más bien no entrarán, ya lo anunció la troika. Así que vayan con calma amigos de CIU y de ERC, no brinquen como chapulines. Tienen fortaleza y madurez suficiente para observar y cumplir con su alta misión encomendada.
No adelanten vísperas. No alteren el orden cívico y no manipulen a los jóvenes.
Por cierto, esa reivindicación la hizo hace muchas décadas el presidente Charles De Gaulle en su visita a Quebec cuando gritó a los cuatro vientos “Vive le Quebec libre”. Se lo recuerdo porque ustedes quizá no habían nacido o estaban con pantalón corto.
Además, recuerden que al héroe de la resistencia francesa no le dio resultado. Todavía Quebec es canadiense. Aunque acaba de despertarse un movimiento independentista hace muy poco.
Para nadie pasa desapercibido que esta euforia desatada contra España, a la que odian e insultan, ocurre en el peor momento económico y social de la nación entera.
Es el origen de todo. Como la Generalitat ve que el gobierno de Rajoy se muestra reacio a rescatar a Cataluña -¿pero es que tiene muchas deudas una Comunidad tan productiva y trabajadora?- utiliza la presión puntual para burlarse de los que sólo duermen la siesta, tocan las castañuelas, matan toros, caminan con mantón de Manila, beben vino y no trabajan.
Los señores independentistas no deseaban llegar a este extremo. Pero vamos a ver, si son buenos, lo que pasa es que estos hispanos son unos vagos y no tiene remedio. Ellos, fenicios y cartagineses (¿les suenan los nombres, señor Mas?) no pueden soportar a andaluces ni extremeños. Es gente menor, según dicen. Y una carga para la próspera y laboriosa Cataluña.
Tan distinguidos individuos, insoportables sujetos, diría yo, están a punto de darle la puntilla a un toro enamorado de la luna.
Lo mismo que Iñaki, noble pobre o pobre noble, que se pasea por las calles barcelonesas con su sempiterna humildad, de la mano de Cristina y come en chinguiritos de a 12 euros por persona.
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