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Edición 295
Escrito por Jorge Guillermo Cano   
Viernes, 07 de Diciembre de 2012 15:00

APUNTE

JORGE GUILLERMO CANO
(Excusivo para Voces del Periodista)


Los negocios que vienen


Cuando había empresas paraestatales en México la privada iniciativa no dejaba de criticar, satanizar incluso, la ineficiencia, ineficacia, dispendio y corrupción imperante en aquel sector.


cano

Razón había, en efecto, pero luego que el gobierno negoció privatizar lo privatizable, que prácticamente ya es casi todo, los iniciativos privados demostraron que se trataba, con ellos, de la misma gata y ni tan revolcada.

Ineficiencia, ineficacia, pésimo servicio, corrupción y administración de los privilegios es lo que impera en lo privatizado.

Los bancos, nacionalizados y después desnacionalizados (ahora en la correspondencia literal, viendo a la extranjería que de ellos se ha posesionado en sociedad con los autóctonos) es muestra palpable de ello.

La ganancia prometida al pueblo con las privatizaciones, de lo que sea, no se ha visto por parte alguna y sí la reiteración de las viejas prácticas leoninas del gran capital con la complicidad gubernamental.

La historia está llena de referentes al canto y es perversa, en estricto.
A los mexicanos no le ha ido bien cuando los gobiernos hacen “tratos” privatizantes con la iniciativa del capital rampante.

No se requiere ser experto en historia económica para constatarlo y uno esperaría que los gobernantes y “representantes populares” lo supieran sin sombra de duda.

Si lo saben y lo ocultan interesadamente o si son unos ignorantes, mal andamos. En cualquiera de los casos no debieran estar donde están.

De petroleros

En los tiempos que corren la cuestión del petróleo tiene un denominador común, en pro o en contra: la privatización. Lo que está en juego es evidente: el petróleo sigue siendo el pilar económico del país. Actualmente, hay una producción diaria de más de 3 millones de barriles y se exportan de más de un millón 700 mil barriles diarios.

Matices al margen, la apertura de Pemex al gran capital se traduce en privatización, aún cuando la intensidad de entrada no sea la de las franquicias conocidas.

El pretexto es la necesidad de altas inversiones para la exploración de yacimientos y la diversificación del mercado con la materia prima mexicana.

Pero resulta que Pemex tiene una base de investigación tecnológica importante a nivel mundial.

Urgen respuestas

¿Por qué, entonces, no se hace cargo de la planeación estratégica correspondiente, con la ventaja de que sería producto, y propiedad, del esfuerzo mexicano?

¿Por qué, en todo caso, no se adquieren los equipos, que están en el mercado, para la exploración de aguas profundas y la adaptación tecnológica se hace con base nacional?

Si se escoge el camino de la entrega ¿Cuánto se daría a ganar a las empresas privadas como resultado de la “reforma energética”?

Temas del debate

Por otra parte, la confusión tiende a imponerse en la llevada y traída reforma; argumentos encontrados y razones que parecen de peso (y que de pesos han de ser) se esgrimen a favor o en contra.

Ante ello, lo que procede es: primero, abrir un debate nacional lo suficientemente amplio y diverso; recuperar las experiencias históricas de las asociaciones con el capital transnacional; evaluar las potencialidades de PEMEX y calcular el costo-beneficio de las alianzas probables, pero con base en el interés general.

Si no se hace, no se puede acusar de “catastrofistas” a quienes advierten, precisamente con base en la experiencia histórica, que detrás de la “reforma energética” se estaría tejiendo un latrocinio descomunal al patrimonio nacional.

Menos, si se cierran y así se niegan los espacios de la discusión y del debate razonado.

Desde luego, un problema es que muchos pretendidos apóstoles del petróleo, de todas las etiquetas partidocráticas, son personajes descalificados que lo mismo pueden abanderar lo contrario en otra coyuntura (como ya lo han hecho, por cierto).

La tal Constitución

Y de primer orden es que nuestra llamada “carta magna” establece, en su artículo 27, que “corresponde a la Nación el dominio directo de todos los recursos naturales de la plataforma continental y los zócalos submarinos de las islas; de todos los minerales o substancias que en vetas, mantos, masas o yacimientos, constituyan depósitos cuya naturaleza sea distinta de los componentes de los terrenos… los combustibles minerales sólidos; el petróleo y todos los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos”.

En cierto tipo de recursos se pueden otorgar concesiones, de conformidad con las leyes, pero “tratándose del petróleo y de los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos o de minerales radioactivos, no se otorgarán concesiones ni contratos, ni subsistirán los que en su caso se hayan otorgado y la Nación llevará a cabo la explotación de esos productos, en los términos que señale la Ley Reglamentaria respectiva”.

Primero, entonces, habría que reformar la Constitución y borrar lo anterior.

Un camino conocido

Como lo ha documentado el propio Banco Mundial, México es el segundo país privatizador de América Latina. En los noventa el gobierno mexicano transfirió a particulares activos por más de  31 mil millones de pesos, la quinta parte de la venta registrada en el periodo en toda Latinoamérica y la tendencia continuó.

Pero los supuestos beneficios de la privatización (como no sea para el capital) no se ven por parte alguna, el empleo disminuyó y la inversión neta también.

La ganancia privada, que no general, se ilustra con el caso de los bancos. Se reconoce en el plano internacional que los banqueros extranjeros (a pesar del pésimo servicio que prestan) ganan más en México que en sus propias matrices. En la actualidad su rentabilidad se calcula por encima del promedio mundial.

Así las cosas, y si la experiencia sirve de algo, nada bueno se avizora con la privatización del petróleo mexicano, aún cuando se disfrace de “concesiones” y “permisos”, en “los términos del reglamento”.

Detrás del buen fin…

No es gratuito que los principales impulsores del llamado “Buen Fin” hayan sido los bancos ofertando pagos a plazos en la compra de mercancías. Las ventas, según reportes de las 246 cámaras de comercio y organismos empresariales que participaron, rebasaron los 140 mil millones de pesos, informó la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo.

Casi la mitad de las compras durante el Buen Fin se hicieron con tarjeta de crédito cuyas comisiones, de una u otra manera, rondan el 50 por ciento anual.

Las promociones de ventas “sin intereses” y la previa oferta de tarjetas con una flexibilidad inusual ocasionaron el endeudamiento de un amplio sector de la población que, muy probablemente, con los gastos de fin de año y la “cuesta de enero” no podrá cubrir los pagos y caerá en insolvencia.

A lo mejor de eso se trata. Los rescates bancarios han sido el mejor negocio en este país.

Tamborazos

-Cuando aparece esta edición de Voces toma posesión Enrique Peña Nieto. De lo anecdótico y circunstancial (lo nuevo, en el fondo, no tiene lugar) ya habrá tiempo, por aquello de que la forma suele ser fondo.

-La ciudad de Culiacán, capital de Sinaloa, en la plena anarquía mientras las autoridades se la pasan en giras de relumbrón inocuo. Como sucede en el estado, todo.

-Sin solución a la vista (todos se hacen de la vista gorda) continúa la violación a la Constitución por parte del gobierno en los llamados “retenes”, mismos que propician la criminalidad en lugar de combatirla efectivamente. En la tierra de Beltrones, abundan.

-Abusos, humillaciones a la ciudadanía, transgresión sistemática de los derechos, es la constante. En Sinaloa, una “comisión de derechos humanos” con vocación de ornamento. A ver hasta cuándo. ( Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla ).

 



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