RETOBOS EMPLUMADOS
PINO PÁEZ
Inflación con bolsa pero sin valores
En la gesta, ingesta e injerencia de alcohol, la paráfrasis shakesperiana devino, de vino, estribillo: Beber o no beber, he ahí el vil lema, ancestrales hamletean los súbditos de Su Majestá El Pomo, cada que la cruz sin ambulancia incrementa la intimidad de su chilladero y los mil diablos se cuelan por el resuello.
Cómo alistarse con los prófugos del chínguere
Desertar del brindis combina proeza e huida a costa de una sed que llega más allá de la garganta; para un briago que se respete, esto es, que la botella represente un rito, una cotidiana devoción… fugarse del vidrio y del imperio de su contenido es un terrible desafío, un duelo de luto sitibundo, un cargamento de terrosidad y ferretería que sobre la entraña y las ideas avienta todos los castigos en alud.
Algunos abstencionistas recomiendan la más efectiva de las recetas: desayunar, comer y cenar omelets, sin embargo, ante la crisis resulta difícil adquirir el nutriente oval. También está la sugerencia de desintoxicarse en retiros pomadosos, pero el pero tan pleonástico y reiterativo continúa: sólo serán socorridos los que tengan lana a trasquilar hasta las desforestaciones del calvario.
Doble A es la alternativa más viable, aunque los bolsillos estén tan secos como la crudeza de levantarse con el espíritu más abatido que una palomita acabadita de ejecutar en la impiedad de una resortera. Muchos filmes de ficción y documentales muestran y demuestran que en Alcohólicos Anónimos está la posibilidad muy tangible de fugarse del pisto. Hugo Hiriart, autor de Galaor, hizo un libro de gratitud a AA en cacofónica vocal al triple, recontando su exitosa deserción del alipús. Joseph Kessel, creador de la novela Bella de día que Luis Buñuel llevara a la pantalla y, antes, fuese ligadísimo colaborador de medios impresos con el también francés y editor George Suarez, primer periodista en ser condenado a muerte por su alineamiento al nazismo en Vichy. El señor Kessel, asimismo, redactaría un ensayito donde reseña la salida triunfal de ex militantes de La Gárgara.
Saca la resaca
La interrogación retorna, retoña, el cómo se enterca: ¿Cómo terminar con la resequedad fatal del día posterior que pesa un sacrilegio de arenal, que deja deshidratadas carne y ánima en minúscula deidad destartalada, y el motín milenario de aquellos satanaces que siguen haciendo de la lengua un chamoy, y de la campanilla una herrumbre imposible de tañer?
Y de nuevo la recetada omleleteada… aunque de nuevo también lo efectivo, al chas-chas de resultados es AA, afirman y reafirman médicos y juidos mariscales del sotol. Alcohólicos Anónimos tiene también sus críticos, le señalan una especie de martirologio excesivamente individual, sin incluir a los sobrios magnates que se han enriquecido con ajenas borracheras, esa mea culpa de uno nada más que ha derivado, en siglas que Doble A denuncia le son plagiadas… a imponer castigo por vía crucis auténtico, por vía de la tortura, ¡por ví’a de Dios! abstenciones a fuerza de encierros y palizas, de inquisitoriales prácticas que en muerte han redundado, y en la crueldad macabra de los “logros” expresan: “No hay abstemio más radical que un cadáver”.
Cruda epístola sin cruz
Lo que nadie le quita a Doble A es el maravilloso descubrimiento de que la sed puede desaparecer si los sedientos en coloquio comparten la resequedad aquélla, es decir, la tragedia sólo puede ser derrotada o aminorarse si quienes la padecen, mutuamente, en charla de hermanos, despliegan sin ambages el dolor. Así se ha conquistado el bálsamo sin placebo, la fraternidad sin máscaras entre seres heridos, cura las heridas en estadios superiores a una redundancia, la cura sin el suplicante ¡cúramela! de quienes sin sacerdote ruegan por la absolución en el glu-glu.
William G. W., más conocido con el hipocorístico de Billy en AA de la que es cofundador, en una cartita que en 1961 enviara al doctor Carl Gustave Jung, una temporada el psicoanalista más consentido de Sigmund Freud, prácticamente le otorga al destinatario la creación -en forma indirecta- de Alcohólicos Anónimos, pues uno de sus clientes, fenecido y coorganizador de AA- siguió los consejos del especialista para abandonar al uvero destilado, buscó “…un ambiente religioso”, integrándose a una iglesia episcopal.
El remitente, quien hizo exactamente lo mismo que su amigo, agradece en un parrafito al señor Jung, a otros dos médicos, a una agrupación bautista, a William James de quien leyó Variedades de una experiencia religiosa… la orientación para evadirse de las acuosas y acuciosas murallas del licor. “Así que a usted (…) nosotros los AA debemos este inmenso beneficio”.
Carl G. Jung le respondió en otra misiva, publicado el carteo en la antología El alcoholismo en México, editada por el Fondo de Cultura Económica en 1977, bajo la recopilación de Armando Javier Guerra Guerra, sí, dos veces Guerra como Doble A, en que el especialista recordando las circunstancias patológicas de aquel paciente, redactó que ”Su deseo vehemente de alcohol era el equivalente a un bajo nivel, de la sed espiritual de nuestro ser por la integridad, expresada en lenguaje medieval, la unión con Dios”.
Luis Buñuel.
Culmina el doctor Jung su epístola no devuelta, sí de vuelta, con algo similar a epígrafe o apotegma como para sellar que, en efecto, por él, el ex trovo trovador aquél, como Lázaro luego de una laica cruz, se levantó: “… alcohol en latín, spiritus, y se utiliza la misma palabra para describir las experiencias religiosas más altas como para el veneno más depravador, una fórmula útil, por lo tanto es spiritus contra spiritum…”.
Por cierto que si don William G.W. leía aquella obra de James para surtir a patines el ego, un colega del doctor Jung en la Asociación Alemana de Psicoterapia (en la que don Carl G. estaba relacionado) en 1936, en degolladora plenitud nazi, Matthias Göring, primo de Hermann Göring, mandamás de la Gestapo, recomendaba a su clientela la lectura de Mi lucha, de Hitler, más que para expiar pecados, para espiar los “pecados” de antinazis.
Hay de piedras a piedras y de pedernales a pedernales
Así como hay piedras preciosas y piedras nomás para apedrear, también hay de pedernales a pedernales, aunque etimológicamente pétreos todos sean… hay una distancia irremontable entre don Jelipe y Victoriano Huerta respecto a la Borrachita de Tata Nacho y la Tequilera de la grandiosa, de la Gran Diosa, Lucha Reyes; no hay veredas que hagan converger a los Empédocles sin filosofía George Bush y Fabiruchis, con la póstuma dialéctica de “En el último trago nos vamos”, del gran José Alfredo Jiménez y el dual existencialismo sartreano de “Pulque para dos”, de los también grandiosos Xochimilcas.
Abundan los causales que explican el beber y escasean las fórmulas para desertar del tanguarniz. Es complicado zafarse de esa efectiva liquidez sin fortuna, es casi labor de próceres enfrentar la cruz con el solitario aliciente de unos chilaquiles.
Sólo el bebedor que decide allegarse la sequía… comprende lo que aturden los eriales, la ausencia de espejismos, la evaporación de los oasis en la magnificencia de los sorbos, la sed antigua que se renueva entre una gritería de polvorones en espiral, la gota gorda del sudor en fuga contra la gota gorda rezagada en los viñedos.
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