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Edición 297
Escrito por Armando Sepúlveda Ibarra   
Sábado, 19 de Enero de 2013 12:19

DESLINDES
ARMANDO SEPÚLVEDA IBARRA


REFORMA POLITICA

E ILUSION DE ALTERNATIVA

Falta aún igualdad y libertad para elegir


AHORA QUE LA INFAMADA CLASE POLITICA se abigarra en el cacareado Pacto por México a iniciativa del gobierno de Peña Nieto, e intenta otra reforma política, es oportuno recordarles a todos los protagonistas que el país les debe el  descomunal atraso del sistema político mexicano en sus aspectos de democracia real, igualdad de condiciones y libertad de elegir a sus representantes, al margen de la simulación y la ilusión de alternativa con que los partidos y gobernantes manipulan los comicios y a la sociedad.

Armando1

COMO ES SABIDO, los tímidos ensayos legislativos y de gobierno por democratizar al país más allá del alegre discurso y la torcedura de algunos avances en las leyes del ramo, desde los regímenes priistas hasta los panistas, sólo han sido útiles para consolidar la partidocracia y arraigar a las burocracias de los partidos en las jugosas nóminas, en los zarpazos a los multimillonarias subsidios o participaciones, y en el reparto entre sus catervas de candidaturas y otras posiciones.

Aun cuando el Instituto Federal Electoral fue creado con la intención de ciudadanizar el manejo de las elecciones, al poco tiempo de haber comenzado a funcionar los partidos y el gobierno volvieron a quitarle a la sociedad el control del IFE con la imposición de sus fieles en las altas burocracias, desde el presidente al resto de los consejeros.

En sus inicios, con José Woldenberg al frente, el IFE camino con independencia del gobierno y de los partidos, en el tramo de 1997-2003, pero la ambición de imponerse a las decisiones ciudadanas y avasallarlas en su provecho, condujo a los partidos a apropiarse de los mandos y contaminar las decisiones e incluso los procesos electorales con indolencias calculadas, como los de 2006 y 2012, aquellas elecciones que, como las fraudulentas de Salinas de Gortari, dejaron huellas de división, rencor e inconformidad entre la utilizada sociedad.

Quizá el tiempo pueda desvanecer las tristes por penosas y hasta ridículas imágenes de Juan Carlos Ugalde y Leonardo Valdés Zurita que los mexicanos guardan en la memoria cuando dieron la cara para justificar con inocultable candor sus enmarañadas cuentas de los votos en las respectivas elecciones presidenciales.

Para nadie es un secreto que unos y otros consejeros del IFE, sean o no sus presidentes, obedecen a los intereses de los partidos que los impusieron en simulados procesos de elección en la Cámara de Diputados. Aquí se reparten las cuotas del IFE con arreglados votos de diputados que tampoco representan a la sociedad y, como es fama, han alcanzado la curul con engaños, con la compra de sufragios o por la cómoda vía plurinominal: la senda natural de quienes es difícil ganen por mayoría y, sin embargo, se vuelven luego pastores de sus bancadas.

La reforma política debería comenzar por la casa de los protagonistas con reglas claras para democratizar a los partidos y sus cúpulas, así como sus procesos internos y usos y costumbres, para escoger a sus candidatos a puestos de elección que, por muchos años, se han manejado como botín de camarillas que dicen representar a la sociedad, cuando ni a sus militantes toman en cuenta.

Al menos cada tres años se dan espectáculos dignos de circo con las visibles maniobras de los grupos para acaparar las candidaturas, sobre todo las más fáciles, las plurinominales. Y la gente de a pie ve y escucha como los mandamases en turno en el PRI,  el PAN y el PRD (comandado por los capitanes de los cochineros electorales conocidos como los chuchos, aventajados estudiantes de las mañas  priistas y alumnos de Aguilar Talamantes, antaño satélite del priato, nada más y nada menos), acomodan a sus leales y los lanzan a embaucar la nobleza y dejadez de los electores con el señuelo de las promesas y el reparto de despensas, playeras, cubetas y escobas compradas con los impuestos de los ciudadanos para abusar de la precaria economía de millones de mexicanos sumidos en la pobreza por la incapacidad o voluntad de los mismos actores políticos.

Ni qué decir de los feudos de caciques que se han adueñado de partidos, presupuestos y candidaturas como los González Torres, en el PVEM; los Gordillo, en el Panal; los Anaya, en el otrora salinista PT, y los Dante Delgado, en Movimiento Ciudadano; todos aferrados a vivir y engrosar sus bolsillos con las increíbles e inmorales cantidades de dinero que les otorga el IFE como apoyo a la democracia.

Una reforma política de veras tendría que desbaratar las redes de complicidades y demás corruptelas hacia el interior de los partidos, para darles un baño de ética y democracia, e incluso que el erario dejara de financiar con  recursos aportados por la ciudadanía mediante sus impuestos, el modus vivendi de muchos políticos que, con los subsidios del IFE, pasean como reyes entre la pobreza de sesenta millones de mexicanos arruinados por los gobiernos neoliberales.

Basta con saber que este año 2013 los partidos recibirán aportaciones o subsidios por tres mil 710 millones de pesos, para llamar la atención de quienes redactarán los borradores de propuestas para la reforma política sobre el criminal despilfarro de recursos en un país con enormes rezagos sociales que, como paradoja, alberga a varias decenas de los hombres más ricos del mundo, inclusive al número uno.

En todo caso, los convocantes han  de incluir las opiniones y propuestas de estudiosos y personajes de la sociedad civil, así como el sentido común de la gente, sobre cómo debería México abrirse paso hacia una democracia real donde tuvieran menos influencia los grupos de poder económico que, a todas luces, vienen inclinando la balanza hacia los candidatos que garanticen la continuidad de sus privilegios y han convertido, a su vez, a los políticos en sus dóciles servidores.

Armando2

A la distancia de los tiempos, ahora cobra más validez la tesis de  Tocqueville sobre  “el deber primero que hoy se impone a quienes dirigen la sociedad” y que, para el pensador francés, consistía en el remoto año de 1831, cuando concibió su obra central La democracia en América, en “instruir la democracia; reanimar, si se puede, sus creencias; purificar sus costumbres, regular sus movimientos; sustituir poco a poco su inexperiencia por la ciencia de los asuntos públicos, sus instintos ciegos por el conocimiento de sus verdaderos intereses; adecuar su gobierno a épocas y lugares, modificarlo según las circunstancias y los hombres”. (“…un mundo completamente nuevo precisa de una ciencia política nueva”)”.

Cuando los prohombres del IFE se regodean hablando de “la democracia en México” en comilonas al estilo de Pantagruel, con sus “míseros” sueldos superiores a los doscientos mil pesos mensuales más gastos de representación (¡faltaba más!), olvidan o ignoran que el ejercicio democrático en el país, como en otros rubros, adolece de igualdad de condiciones y libertad de elegir a candidatos en realidad seleccionados por la sociedad.

Todo se resume hasta hoy, a la llamada ilusión de alternativa, el típico escenario donde las cúpulas de los partidos, con su enjundia democrática, piden a los ciudadanos que elijan a su presidente entre Peña Nieto, López Obrador y Josefina Vázquez, pero a nadie más si ninguno les gustara. Dicho de otro modo, les imponen candidatos y los invitan a votar para redondear el engaño y hacerles creer que como sociedad eligieron a su autoridad, cuando en realidad escogieron al escogido.

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