ARMANDO SEPULVEDA IBARRA
La Ilusión Espera aún los Milagros
Conforme avanza el tiempo se aleja de los soñadores la ofrecida ilusión de cambiar al país de las crisis, la pobreza, la violencia y la corrupción, por otro de milagrosos escenarios de progreso, riquezas y justicia para todos, como si por aquellas fechas de sus promesas los hacedores hubieran imantado con el poder de mando una varita mágica tipo Merlín El Mago que pensaban salvaría a México de la fatalidad con sólo agitarla ante los antiguos demonios y los quijotescos entuertos por venir.
Hasta el día de hoy todo ha sido, por desgracia, un largo y bonito sueño que, con la crudeza de un brusco despertar a la realidad que abruma la vida de las mayorías empobrecidas, amenaza con un desenlace con tintes de pesadilla para los hombres simples con autoridad en el partido de gobierno que apenas ayer se regodeaban por adelantado en el triunfalismo electorero de 2015, con base acaso en una nueva compra masiva de votos para sus candidatos.
Paraísos de mentiritas
Arrogantes con su retorno al poder, con la promesa fácil de lanzarla y segura de anidarse a la esperanzada y flaca memoria de los mexicanos, los hombres del nuevo PRI venían con la oferta pontificia de regalar los paraísos terrenales de siempre a quienes desearan creerles y quisieran gozarlos, un poquito después de las elecciones de 2012, en cuanto tuvieran las riendas en sus manos; pero al mes de agosto de 2014 sólo arrastran sus gastados espejismos y sus frases de charlatanes o profetas de carpa, a lo mejor para tejer nuevas marañas y embelecos para sus creyentes, aunque ya ni sus más fieles aplaudidores (Forbes, Foro de Davos y otros tiburones engolosinados con la reformitis al vapor y los tesoros nacionales) apuestan a sus palabras o al menos a su futuro.
Para aquellos hombres de buena fe que todavía esperan con paciencia de filósofo estoico un espectacular repunte de México, como ofrecían las campañas y la retórica posterior que avalaba a ciegas el éxito de las reformas, acaba de llegarles otro obsequio de los empoderados: el séptimo recorte del año al pronóstico oficial de crecimiento económico, para desplomarse del inicial 3.4 a 2.56 por ciento a reserva de que continúe la tendencia por el resto de 2014, cuando decían con engoladas voces de adivinos y perdonavidas que comenzaríamos a extasiarnos ante tantas riquezas que lloverían sobre la humanidad de los mexicanos. Hace un año el PIB cayó a menos de uno por ciento y aumentó el desempleo y la pobreza y, después de un fracaso tras otro, toda la volatilidad de la economía se recibe con la misma inercia, con ruegos al cielo para que vengan ya los milagros que encierran las reformas laboral, educativa, fiscal, política, de telecomunicaciones y energética. Recién estrenado como ministro del año, el señor Luis Videgaray, para intentar escabullirse del fracaso, arrojó culpas al entorno mundial, a la recesión en Estados Unidos y a otros facinerosos de la globalidad, menos a los desatinos domésticos. Ni en la mediocridad del sexenio de Felipillo Calderón, por igual corrupto y violento, hubo traspiés de aquel tamaño e inclusive, con su guerrita y todo, la economía creció 3.9 por ciento en 2012.
Esperanzas estiradas al máximo
La realidad trastorna y deshace el optimismo oficial con las cifras de estudios y encuestas de expertos independientes y organismos empresariales, que ventilan el aumento de la inseguridad y la violencia, de la miseria y la economía informal (ya genera 25 por ciento del PIB), de la corrupción en los tres niveles de gobierno y los poderes legislativo y judicial. Ha de ser más grave y preocupante para los señores del poder reflejarse ante la sociedad con menos credibilidad y poca aceptación ciudadana luego de agotarse los discursos de las promesas incumplidas y de pretender estirar más la esperanza del pueblo. Tampoco concitan ya el aval de algunos actores del gran capital nacional que esperaban más para sus insaciables bolsillos.
La ausencia de una estrategia política efectiva y de consensos con todos los actores, con la voluntad de equilibrar los beneficios y los costos de las reformas entre todos y limitar o desechar los intereses personales y de grupo y los despojos de los recursos de la nación, ha puesto al nuevo PRI en aprietos y en peligro de achicarse y perder el dominio y el mayoriterio camaral antidemocrático en las elecciones de 2015, porque volvió con sus vicios ancestrales de aprobar cambios constitucionales sin aceptar ni discutir razones, a base de comprar votos legislativos propios y de opositores de derecha e izquierda maiceados con millonadas de pesos, equiparables a los “cañonazos de 50 mil pesos” con que la escuela de la corrupción de Alvaro Obregón domesticaba en sus tiempos a contrarios, según documentan diputados de la oposición real.
El desprestigio de los diputados y senadores del PRI y PAN y sus comparsas y de los chuchos del PRD, ya opacó al de los policías y ladrones y otros bribones de oficio y, como de costumbre, caminó aceitado con el reparto de una talega de más de 400 millones de pesos que sirvieron como cencerro de los pastores camarales para cebarlos con los dineros del contribuyente y unificar sus deslumbrantes mentes, a cambio de votar las reformas estructurales sin leerlas ni mucho menos estudiarlas, para vergüenza de los constituyentes de 1917 y el repudio de las actuales y futuras generaciones.
Robos a la nación
A juzgar por los resultados las susodichas reformas nada bueno han traído al país, ni un empleo siquiera, salvo más recelo, desconfianza y repudio de los distintos sectores. Estarían contentos sólo los beneficiarios de siempre: los grandes capitales domésticos y transnacionales a quienes el gobierno ha dado ventajas para eludir al fisco y apropiarse de los recursos de la nación.
Por ejemplo la reforma laboral que, decían los del nuevo PRI, crearía miles y miles de empleos hasta saturarnos, sirvió para quitar a los trabajadores buena parte de sus conquistas y proteger a los empresarios de las luchas sindicales. A la fecha nada se sabe de ventajas de la reforma educativa: prevalece el charrismo sindical corrupto, el corporativismo, la mediocridad en la educación, la incapacidad del señor Emilio Chuayffet al frente de la SEP, el ataque a los derechos de los maestros y las protestas de los inconformes contra la política del gobierno. El mamotreto bautizado como reforma hacendaria desalentó la inversión, el ahorro y la creación de empleos al volverse además persecutoria y, ¡oh sorpresa!, conservó los privilegios del gran capital con la devolución de impuestos bajo un régimen consentidor. Una reforma política con limitaciones fortalece a la corrupta y antidemocrática partidocracia y deja intactos los medios para consolidar los venideros fraudes electorales; la de telecomunicaciones acuna los deseos del monopolio de Televisa y mantiene intocables sus manipuladores tentáculos, mientras la energética, aprobada con el rechazo de la mayoría de los mexicanos, abre las puertas al despojo de los recursos energéticos del país por el capital privado nacional y extranjero y crea un clima de incertidumbre respecto a cómo se digerirá el suceso cuando la gente se dé por enterada de que perdido la riqueza común y, al mismo tiempo, la renta petrolera que ha servido para sostener los programas de salud, educación y servicios, ya no ingresará a las arcas públicas.
¿Mover a México?
¿Adónde fue a parar la oferta del nuevo PRI de llevar a los mexicanos a vivir en el celestial país ideal de La República de Platón? Por aquella época electorera sobraban las palabras y el romance y estaban ocultos los intereses personales y de grupo. Faltaban, sin embargo, ideas y talento y voluntad de servir a los demás, en vez de servirse la mesa para unos cuantos comensales. Ya los clásicos advertían, a propósito de la actual coyuntura política, social y económica del país y la recurrente promesa de catapultar a los mexicanos a las riquezas y al primer mundo, que en todas las etapas de la vida los hombres han sido víctimas de la ilusión. Así que si algunos esperan todavía aquellos milagros propios de los santos para cuando se mueva México, un sano consejo sugeriría que aguardaran sentados, o correrían el riesgo de cansarse más aún.
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