El miedo a la Revocación de Mandato
“El poder entontece”. Nietzsche
Quizá ninguno de los
gobernantes de la época reciente hubiera concluido su periodo constitucional o
al menos las primeras camadas y, de seguro, el país tuviera ahora mejores
políticos o menos peores, si la sociedad dispusiera de la figura de revocación
de mandato para cortarles sus pasos depredadores.
Luis Echeverría.
Quién dudaría que
también, a juzgar por los hechos, muchos políticos nombrados por elección
habrían pisado las cárceles en calidad de huéspedes distinguidos, si hubiera
leyes que de veras castigarán con rigor dislates, corrupción, ineptitudes y
otros abusos de la alta burocracia, sobre todo cuando han hundido al país en la
pobreza, la desesperación y la incertidumbre.
Pero nada tontas ni
suicidas, esas camarillas hacen y retuercen las leyes a modo para juzgarse a sí
mismas con benevolencia de diplomático si alguna vez, por venganzas entre
grupos, han de sentarse en el banquillo de los acusados. Cuando mucho sacarán
un ligero raspón que amonesta o, a lo sumo, inhabilita al pícaro por algunos
años para volver, después del perdón, al agasajo de las nóminas gordas, tipo
magistrado de la Corte o secretario del Gabinete, o acercarse a los puestos
donde fluyen los dineros mal habidos.
López Portillo.
Como un plus a esas calamidades atávicas
agréguele usted la ineptitud y la corrupción que simbolizan como penoso ícono
la política a la mexicana, equiparable con la fama de la policía en cuanto a
mañas y conductas al margen de la legalidad, como bien testimonian los estudios
y las encuestas elaboradas por mexicanos y organismos internacionales.
Aquí sí nadie salva
la reputación: ninguno de los tres poderes goza del mínimo prestigio y, cuando
a la gente encuestada le preguntan por sus virtudes y defectos entre sus
miembros, todos coinciden en vincularlos
a la corrupción.
Junto a la revocación
de mandato podría legislarse la reelección de gobernantes y diputados por un
período más, con el propósito de volver profesionales a los políticos
mexicanos, aunque con dicha figura es difícil que la gente volviera hoy a votar
por algunos de los huéspedes de palacios de gobierno, ayuntamientos y del
Congreso de la Unión, porque sus actuaciones sirven más a sus intereses
personales y de sus grupos o mafias que a los de la sociedad.
Carlos Salinas.
Alguien con suma
curiosidad, alarmado por la corrupción entre la poco prestigiada clase política
mexicana, preguntó “¿qué pasaría si
México incorporara como en países mitológicos las penas de amputar una o ambas
manos a los políticos y burócratas corruptos?” Y volvió a interrogar
concluyente: “¿Sería el país con políticos
y burócratas mancos y tuncos, con sus salvedades?”
Por el gobierno han
pasado infinidad de personajes deshonestos ocultos bajo un disfraz de
democráticos y puros, de moralistas y reformadores y de iluminados y salvadores
de la humanidad, que han sabido engañar por un tiempo a la ignorancia o buena
fe del mexicano para enriquecerse con el uso indebido del poder y, como cada
sexenio, retroceder más aún en los aspectos económico, político y social a
extremos inconcebibles e insoportables como en la actualidad.
Nadie ha podido poner a alguno de los
gobernantes, siquiera por un momento, detrás de las barandillas, salvo cuando
durante el foxismo llamaron a un
envejecido Luis Echeverría a cuentas por los desaparecidos políticos y, contra
la esperanza de mucha gente defensora de los derechos humanos y familiares de
las víctimas que creían que venían los tiempos de la justicia, dejaron al ex
presidente absuelto de todo y lo devolvieron a sus aposentos de San Jerónimo
casi con un usted perdone, compañero.
Ernesto Zedillo
Años después Ernesto
Zedillo malbarató los ferrocarriles y otras empresas de gobierno y nadie supo a
dónde fueron a parar esos dineros y a quiénes y a cuántos beneficiaron y, como
se sabe, el mediocre ex mandatario ha enfrentado la acusación de ser el responsable
intelectual de la matanza de indígenas de
Acteal el 22 de diciembre de 1997 junto con su por entonces secretario
de Gobernación, Emilio Chuayfett, actual secretario de Educación Pública.
Ni a Carlos Salinas
han tocado con el pétalo de una rosa, aun cuando también privatizó Teléfonos de
México, los bancos y numerosas paraestatales más y poco se conoce qué utilidad
dejó al país, ni dónde creó bienestar para la sociedad, menos por aquello de
que, como lo denunciaron el ex presidente Miguel de la Madrid y el hoy
presidente de la Bolsa Mexicana de Valores, Luis Téllez, “se robó la mitad de
la cuenta secreta de la Presidencia”, aquella fortuna que su hermanito incómodo sacó del país con transferencias bancarias a favor de sus
seudónimos.
Emilio Chuayffet.
Su inocultable influencia
hoy entre los altos mandos del nuevo PRI,
a pesar de que goza del repudio popular, le permitió colocar a una docena de
incondicionales en puestos clave en el gobierno de Peña Nieto: A su cuñado José
Antonio González Anaya en la dirección general del IMSS, a su vocero José
Carreño Carlón, en la dirección del Fondo de Cultura Económica; a los
coordinadores de las bancadas priístas en el Senado, Emilio Gamboa Patrón, en
la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones, y en la Asamblea Legislativa
del Distrito Federal, María de los Ángeles Moreno; al director de la Comisión
Federal de Electricidad, Francisco Rojas Gutiérrez, y hasta su sobrina Claudia
Ruiz Massieu Salinas como secretaria de Turismo.
Su hermano Raúl, a
quien sólo falta que nombren ministro de justicia, fue arropado y exonerado por
una Corte que en otros tiempos opuestos presidio nada menos que Don Benito
Juárez. ¿Creen que el Benemérito de las América hubiera condecorado, con toga y
ribete y toda la pompa, a un delincuente de la talla de Arturo El Negro Durazo o hubiera dejado en
libertad al narcotraficante Rafael Caro Quintero?
Tampoco juzgaron a
Díaz Ordaz por la matanza de Tlatelolco; inclusive le dieron de premio en el
régimen lopezportillista de la
embajada en España a la caída del dictador Franco, aun con las protestas de
importantes sectores ofendidos.
Vicente Fox.
Entre la frivolidad
de López Portillo y Miguel de Lamadrid, que hicieron papilla la economía y
endeudaron de manera criminal a México acaso por la eternidad, emerge el
neoliberalismo y comienza desde 1982, con la complicidad de los gobernantes, a
devastar al país en lo económico, político y social hasta postrarlo en la ruina
actual por donde el gobierno del nuevo
PRI camina sin vacilación decidido a
entregar el petróleo a las transnacionales, si los rediles legislativos y la
sociedad lo permiten o continúan unos de cómplices y la otra durmiendo.
¿Qué ley o juez ha
llamado a Vicente Fox para que responda por sus corruptelas y las de sus
hijastros, o en general de su gobierno corrupto y de los fraudes electorales
como el de 2006 y de las trapacerías permitidas a Elba Esther Gordillo y otros
delincuentes camuflados como políticos? ¿O también al gris y dipsómano Felipe
Calderón por desangrar al país con más de cien mil muertos y miles y miles de
desaparecidos durante sus seis años de jugar a la guerra y por enraizar la
corrupción en todos los niveles de gobierno y cerrar los ojos ante versiones de
que uno que otro secretario de su gabinete compraron quién sabe con qué ahorritos mansiones en Suiza?
Lo negro del negro.
¿Alguien con
autoridad ha pedido explicación formal al señor Peña Nieto sobre por qué, en
menos de un año, su errática política desplomó la economía a 1.2 dos por ciento
en los primeros nueve meses de 2013 (falta la puntilla: la última caída trimestral
acaso a menos de uno por ciento) si proyectaba un PIB de 3.5 por ciento; por qué disparó el
desempleo, alentó la fuga de capitales, levantó con protestas a distintos
sectores inconformes con sus reformas
estructurales, toleró más corrupción
generalizada en las esferas de los gobiernos federal, estatal y municipal -por
todo trámite las burocracias del nuevo
PRI muerden o extorsionan a los contribuyentes y según es el sapo es la pedrada y, para
ejemplos, siguen de punteros el estado de México y el perredista Distrito
Federal- donde el diezmo por asignar
obras y contratos a constructoras y otros prestadores de servicios subió a 15
por ciento voluntario a fuerza --
como las entidades más corruptas).
El Partenón del negro Durazo.
Impávidos los neopriístas que decían “saber cómo
hacerla” miraron sin mover un dedo cómo subieron los índices de secuestros y
extorsiones del crimen organizado contra empresarios y establecimientos
comerciales y cómo los asesinatos rebasaron los trece mil en sus primeros nueve
meses de gobierno? ¿Ya olvidaron los mexicanos la arrogancia con que los
señores del nuevo PRI integrado desde
la cabeza por un gabinete con una edad promedio que ronda los jovencísimos 65
años, decían que ellos sí sabían cómo
hacerlo y que los demás políticos
opositores, meros aficionados, eran sus aprendices?
La figura de
revocación o ratificación de mandato a partir de, por ejemplo, el primer año o,
para darles un poco más de margen, a la mitad del período del gobernante,
combatiría la infaltable improvisación, el autoritarismo, la negligencia, la
corrupción y la falta de profesionalismo de los políticos mexicanos de todos
los partidos.
Quién sabe cómo
andaría el país y su desacreditada clase política si tuviéramos un sistema
político profesional y democrático con rendición de cuentas a la sociedad, en
vez de avalarse entre ellos sus desvíos y rapacerías por las cuales cada
generación pare nuevos ricos con los dineros del pueblo después de hundir un
poco más a México en la pobreza y la ignorancia y, como novedad, en la
violencia y la inseguridad.
Algunas humildes propiedades.
Nietzsche tenía sus
dudas sobre la democracia y creía más en la aristocracia. Y su maestro
Schopenhauer decía que la democracia parecía un tianguis donde cada quien
podría escoger desde lo mejor a lo peor. ¿Cómo le ha ido al mexicano cuando va
de tianguis?
Así que hoy es
oportuno bordar sobre la revocación de mandato, aunque a la mediocridad de los
políticos mexicanos le tiemblen las corvas por temor, así como la reelección en
la esperada reforma política, si el país quiere cambiar.
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