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Edición 311
Escrito por Armando Sepúlveda Ibarra   
Lunes, 04 de Noviembre de 2013 22:00


El miedo a la 

Revocación de Mandato

                    

 

 “El poder entontece”. 
Nietzsche

Quizá ninguno de los gobernantes de la época reciente hubiera concluido su periodo constitucional o al menos las primeras camadas y, de seguro, el país tuviera ahora mejores políticos o menos peores, si la sociedad dispusiera de la figura de revocación de mandato para cortarles sus pasos depredadores.



Luis Echeverría.


Quién dudaría que también, a juzgar por los hechos, muchos políticos nombrados por elección habrían pisado las cárceles en calidad de huéspedes distinguidos, si hubiera leyes que de veras castigarán con rigor dislates, corrupción, ineptitudes y otros abusos de la alta burocracia, sobre todo cuando han hundido al país en la pobreza, la desesperación y la incertidumbre.

Pero nada tontas ni suicidas, esas camarillas hacen y retuercen las leyes a modo para juzgarse a sí mismas con benevolencia de diplomático si alguna vez, por venganzas entre grupos, han de sentarse en el banquillo de los acusados. Cuando mucho sacarán un ligero raspón que amonesta o, a lo sumo, inhabilita al pícaro por algunos años para volver, después del perdón, al agasajo de las nóminas gordas, tipo magistrado de la Corte o secretario del Gabinete, o acercarse a los puestos donde fluyen los dineros mal habidos.



López Portillo.


Como un plus a esas calamidades atávicas agréguele usted la ineptitud y la corrupción que simbolizan como penoso ícono la política a la mexicana, equiparable con la fama de la policía en cuanto a mañas y conductas al margen de la legalidad, como bien testimonian los estudios y las encuestas elaboradas por mexicanos y organismos internacionales.

Aquí sí nadie salva la reputación: ninguno de los tres poderes goza del mínimo prestigio y, cuando a la gente encuestada le preguntan por sus virtudes y defectos entre sus miembros,  todos coinciden en vincularlos a la corrupción. 

Junto a la revocación de mandato podría legislarse la reelección de gobernantes y diputados por un período más, con el propósito de volver profesionales a los políticos mexicanos, aunque con dicha figura es difícil que la gente volviera hoy a votar por algunos de los huéspedes de palacios de gobierno, ayuntamientos y del Congreso de la Unión, porque sus actuaciones sirven más a sus intereses personales y de sus grupos o mafias que a los de la sociedad.



Carlos Salinas.


Alguien con suma curiosidad, alarmado por la corrupción entre la poco prestigiada clase política mexicana, preguntó “¿qué pasaría si México incorporara como en países mitológicos las penas de amputar una o ambas manos a los políticos y burócratas corruptos?” Y volvió a interrogar concluyente: “¿Sería el país con políticos y burócratas mancos y tuncos, con sus salvedades?”

Por el gobierno han pasado infinidad de personajes deshonestos ocultos bajo un disfraz de democráticos y puros, de moralistas y reformadores y de iluminados y salvadores de la humanidad, que han sabido engañar por un tiempo a la ignorancia o buena fe del mexicano para enriquecerse con el uso indebido del poder y, como cada sexenio, retroceder más aún en los aspectos económico, político y social a extremos inconcebibles e insoportables como en la actualidad.

 Nadie ha podido poner a alguno de los gobernantes, siquiera por un momento, detrás de las barandillas, salvo cuando durante el foxismo llamaron a un envejecido Luis Echeverría a cuentas por los desaparecidos políticos y, contra la esperanza de mucha gente defensora de los derechos humanos y familiares de las víctimas que creían que venían los tiempos de la justicia, dejaron al ex presidente absuelto de todo y lo devolvieron a sus aposentos de San Jerónimo casi con un usted perdone, compañero.



Ernesto Zedillo


Años después Ernesto Zedillo malbarató los ferrocarriles y otras empresas de gobierno y nadie supo a dónde fueron a parar esos dineros y a quiénes y a cuántos beneficiaron y, como se sabe, el mediocre ex mandatario ha enfrentado la acusación de ser el responsable intelectual de la matanza de indígenas de  Acteal el 22 de diciembre de 1997 junto con su por entonces secretario de Gobernación, Emilio Chuayfett, actual secretario de Educación Pública.

Ni a Carlos Salinas han tocado con el pétalo de una rosa, aun cuando también privatizó Teléfonos de México, los bancos y numerosas paraestatales más y poco se conoce qué utilidad dejó al país, ni dónde creó bienestar para la sociedad, menos por aquello de que, como lo denunciaron el ex presidente Miguel de la Madrid y el hoy presidente de la Bolsa Mexicana de Valores, Luis Téllez, “se robó la mitad de la cuenta secreta de la Presidencia”, aquella fortuna que su hermanito incómodo sacó del país con transferencias bancarias a favor de sus seudónimos.



Emilio Chuayffet.


Su inocultable influencia hoy entre los altos mandos del nuevo PRI, a pesar de que goza del repudio popular, le permitió colocar a una docena de incondicionales en puestos clave en el gobierno de Peña Nieto: A su cuñado José Antonio González Anaya en la dirección general del IMSS, a su vocero José Carreño Carlón, en la dirección del Fondo de Cultura Económica; a los coordinadores de las bancadas priístas en el Senado, Emilio Gamboa Patrón, en la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones, y en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, María de los Ángeles Moreno; al director de la Comisión Federal de Electricidad, Francisco Rojas Gutiérrez, y hasta su sobrina Claudia Ruiz Massieu Salinas como secretaria de Turismo.

Su hermano Raúl, a quien sólo falta que nombren ministro de justicia, fue arropado y exonerado por una Corte que en otros tiempos opuestos presidio nada menos que Don Benito Juárez. ¿Creen que el Benemérito de las América hubiera condecorado, con toga y ribete y toda la pompa, a un delincuente de la talla de Arturo El Negro Durazo o hubiera dejado en libertad al narcotraficante Rafael Caro Quintero?

Tampoco juzgaron a Díaz Ordaz por la matanza de Tlatelolco; inclusive le dieron de premio en el régimen lopezportillista de la embajada en España a la caída del dictador Franco, aun con las protestas de importantes sectores ofendidos.



Vicente Fox.


Entre la frivolidad de López Portillo y Miguel de Lamadrid, que hicieron papilla la economía y endeudaron de manera criminal a México acaso por la eternidad, emerge el neoliberalismo y comienza desde 1982, con la complicidad de los gobernantes, a devastar al país en lo económico, político y social hasta postrarlo en la ruina actual por donde el gobierno del nuevo PRI camina sin vacilación decidido a entregar el petróleo a las transnacionales, si los rediles legislativos y la sociedad lo permiten o continúan unos de cómplices y la otra durmiendo.

¿Qué ley o juez ha llamado a Vicente Fox para que responda por sus corruptelas y las de sus hijastros, o en general de su gobierno corrupto y de los fraudes electorales como el de 2006 y de las trapacerías permitidas a Elba Esther Gordillo y otros delincuentes camuflados como políticos? ¿O también al gris y dipsómano Felipe Calderón por desangrar al país con más de cien mil muertos y miles y miles de desaparecidos durante sus seis años de jugar a la guerra y por enraizar la corrupción en todos los niveles de gobierno y cerrar los ojos ante versiones de que uno que otro secretario de su gabinete compraron quién sabe con qué ahorritos mansiones en Suiza?



Lo negro del negro.


¿Alguien con autoridad ha pedido explicación formal al señor Peña Nieto sobre por qué, en menos de un año, su errática política desplomó la economía a 1.2 dos por ciento en los primeros nueve meses de 2013 (falta la puntilla: la última caída trimestral acaso a menos de uno por ciento) si proyectaba un  PIB de 3.5 por ciento; por qué disparó el desempleo, alentó la fuga de capitales, levantó con protestas a distintos sectores inconformes con sus reformas estructurales, toleró más corrupción generalizada en las esferas de los gobiernos federal, estatal y municipal -por todo trámite las burocracias del nuevo PRI muerden o extorsionan a los contribuyentes  y según es el sapo es la pedrada y, para ejemplos, siguen de punteros el estado de México y el perredista Distrito Federal- donde el diezmo por asignar obras y contratos a constructoras y otros prestadores de servicios subió a 15 por ciento voluntario a fuerza -- como las entidades más corruptas).



El Partenón del negro Durazo.


Impávidos los neopriístas que decían “saber cómo hacerla” miraron sin mover un dedo cómo subieron los índices de secuestros y extorsiones del crimen organizado contra empresarios y establecimientos comerciales y cómo los asesinatos rebasaron los trece mil en sus primeros nueve meses de gobierno? ¿Ya olvidaron los mexicanos la arrogancia con que los señores del nuevo PRI integrado desde la cabeza por un gabinete con una edad promedio que ronda los jovencísimos 65 años, decían que ellos sí sabían cómo hacerlo y que los demás políticos opositores, meros aficionados, eran sus aprendices?

La figura de revocación o ratificación de mandato a partir de, por ejemplo, el primer año o, para darles un poco más de margen, a la mitad del período del gobernante, combatiría la infaltable improvisación, el autoritarismo, la negligencia, la corrupción y la falta de profesionalismo de los políticos mexicanos de todos los partidos.

Quién sabe cómo andaría el país y su desacreditada clase política si tuviéramos un sistema político profesional y democrático con rendición de cuentas a la sociedad, en vez de avalarse entre ellos sus desvíos y rapacerías por las cuales cada generación pare nuevos ricos con los dineros del pueblo después de hundir un poco más a México en la pobreza y la ignorancia y, como novedad, en la violencia y la inseguridad.



Algunas humildes propiedades.


Nietzsche tenía sus dudas sobre la democracia y creía más en la aristocracia. Y su maestro Schopenhauer decía que la democracia parecía un tianguis donde cada quien podría escoger desde lo mejor a lo peor. ¿Cómo le ha ido al mexicano cuando va de tianguis?

Así que hoy es oportuno bordar sobre la revocación de mandato, aunque a la mediocridad de los políticos mexicanos le tiemblen las corvas por temor, así como la reelección en la esperada reforma política, si el país quiere cambiar.

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