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Edición 299
Escrito por Armando Sepúlveda Ibarra   
Domingo, 17 de Febrero de 2013 17:29

DESLINDES
ARMANDO SEPÚLVEDA IBARRA

Terminará el romance PRD-Peña Nieto

cuando vengan las reformas estructurales

A MENOS QUE SUCEDA UN MILAGRO al estilo de la política a la mexicana con el mágico y socorrido toque de la simulación kafkiana, el ardiente romance de la facilita cúpula del PRD con el nuevo PRI y el gobierno de Peña Nieto zozobrará en cuanto comience la discusión de veras sobre las espinosas reformas energética y fiscal y, para entonces, terminará la luna de miel para tristeza de los neopriístas conocidos como Los chuchos. (En mi tierra la llaman chucho al mejor amigo del hueso.)


Armando

CUANDO LLEGUE AQUEL MOMENTO crucial para la continuidad del Pacto por México, en el que se da este inaudito idilio entre el agua y el aceite, Los chuchos (Ortega, Zambrano y compañía de seudo izquierdistas  que han usurpado los empeñosos trabajos de Rafael Aguilar Talamantes y otros satélites del viejo PRI con su descarado apego a los intereses del gobierno), tendrán así la ansiada disyuntiva de rendir para siempre al partido del sol azteca o afiliarse al partido tricolor, con el eventual padrinazgo de Salinas de Gortari para redimirlos.

Más allá de la servil actitud de los cabecillas del PRD para con el régimen peñista, o la estrategia oficialista de pepenar actores políticos que alguna vez navegaron con las banderas de progresistas y, de repente, cedieron a la tentación de figurar en las nóminas del gobierno con jugosos sueldos, las anunciadas reformas energética y fiscal abrirán un apasionado debate nacional que volverá a remarcar las diferencias irreconciliables entre los mexicanos sobre los proyectos de gobierno de la derecha representada por el PRI y el PAN, y de la izquierda o corriente liberal tripulada en algún tiempo por un conciliador Cuauhtémoc Cárdenas, y ahora por el muchas veces belicoso Andrés Manuel López Obrador.

Por todos los ángulos el gobierno de Peña Nieto y sus ecos sumisos como las dirigencias priistas, saturarán los oídos de los mexicanos con sus falaces argumentos para intentar la privatización de Petróleos Mexicanos, y ser un fiel intérprete de las consignas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, que ansían repartir entre el gran capital el principal recurso de la nación.

A esta campaña habrán de sumarse las grandes corporaciones transnacionales y domésticas que desde siempre han puesto sus voraces apetitos económicos sobre el codiciado pastel del petróleo mexicano, para quedárselo en su provecho.

A estas alturas ya comenzaron a escucharse voces oficialistas, con mensajes falseados, acerca de la ambición de privatizar Pemex, con frases que rozan el infantilismo, como la de “inyectarle capital privado” a la empresa para modernizarla y rescatarla de su ejercicio con pérdidas, cuando todos saben que la paraestatal es la más rentable del país y uno de los consorcios más importantes del mundo con capacidad para continuar caminando solo y sin ayuda de nadie, lejos del dadivoso gran capital que, con las garras afiladas, espera engullirse la riqueza nacional con el visto bueno de un gobierno impugnado y que, al final de un proceso de dudosa transparencia, fue electo sólo por una minoría respecto a la suma de los votos limpios y los lavados por sus incondicionales del IFE capitaneados por Leonardo Valdés Zurita, correveidile del PRI.

La entrega del petróleo que el presidente Lázaro Cárdenas recuperó para la nación con su histórico decreto expropiatorio del 18 de marzo de 1938, ha venido dándose en forma gradual en tiempos recientes con la participación de empresas extranjeras en la exploración de yacimientos y en otras asignaciones de contratos para el usufructo de los energéticos, así como la renta de embarcaciones y plataformas a costos multimillonarios y las innumerables concesiones de servicios y proveeduría a otras compañías.

Inclusive, se ha cedido a extranjeros la vigilancia y el mantenimiento de los edificios como, por ejemplo, la torre central de Pemex, donde el 31 de enero pasado hubo el estallido de dudoso origen que suscitó la muerte de 37 personas y la desesperada premura de la Procuraduría General de la República por declarar que “no fue un atentado”, sino la “explosión de gas metano”, sin ofrecer a los crédulos reporteros que asistieron a la conferencia de prensa los peritajes ni la versión directa de los peritos, ni mucho menos de dónde escapó aquel criminal combustible.

(Algunos expertos mexicanos han rebatido el boletín oficial y puesto en entredicho la historia contada por el mismo procurador general Jesús Murillo Karam, aun cuando el rector de la UNAM, el priísta José Narro Robles, saliera un día después, de manera oficiosa, a salpicar a la prensa con versiones de tercera mano sobre las conclusiones de los peritos de la máxima casa de estudios, cuyas identidades la opinión pública desconoce: que dice que le dijeron en una plática que “fue un estallido de gas metano”.)

En contra de la férrea decisión neoliberal de privatizar a Pemex y entregárselo al saqueador capital transnacional, existen proyectos alternos analizados por estudiosos mexicanos con otra visión de país y con intereses más propios de nación, como la de quitarle a la empresa la gigantesca loza de las contribuciones fiscales que capta el erario y dejarle recursos suficientes como para que reinvierta ingresos en planes de exploración y extracción de crudo, así como en la apertura de refinerías que procesarían los combustibles y le darían su valor agregado en el mercado internacional. A la par habría un ahorro enorme de recursos si el gobierno combatiera en serio la arraigada y nefasta corrupción que mina la economía de Pemex, tanto entre altos funcionarios como en medianos hasta la burocracia, con el saqueo hormiga, como por igual en el sindicato petrolero que manipula el corrupto Carlos Romero Deschamps, aquel lidercillo que fue utilizado  por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari en 1989 para destronar y poner tras las rejas a otro pícaro como Joaquín La Quina Hernández Galicia y ha sido, hasta la fecha, protegido por los gobiernos en turno, incluyendo a los panistas.

Otro de los frentes que abrirá el gobierno de Peña Nieto moverá muchas conciencias y estómagos, porque tratará nada más que de aumentar el Impuesto al Valor Agregado (IVA) hasta 21 ciento, si es posible y, lo más grave para la inmensa mayoría de los mexicanos atrapados hoy en la pobreza, aplicarlo a alimentos y medicinas, con la obvia sangría para los más desamparados.

Aquí es donde terminará el romance de la cúpula del PRD con el PRI y el gobierno, porque las fuerzas vivas del sol azteca junto con sus adherentes que resultarían lesionados con los deseos de transformar el IVA en un arma contra el pueblo o los opositores a privatizar Pemex, sumarán sus esfuerzos para echar a Los chuchos de un liderazgo espurio arrebatado con fraudes electorales inspirados en sus enseñanzas del viejo PRI.

Y la población podrá defenderse o unirse a cualquiera de ambos proyectos sólo con su unidad frente a las intenciones que trae el gobierno respecto a Pemex y el IVA, porque los partidos representan sólo los intereses de sus dirigentes.

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