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Edición 297
Escrito por Manuel Magaña Contreras   
Sábado, 19 de Enero de 2013 12:32

DEFINICIONES
MANUEL MAGAÑA CONTRERAS
(Eclusivo para Voces del Periodista)

ESTATUA EN LA ALAMEDA DE HUMBOLDT

Fue un espía que contribuyó
a mutilar a México en 1848

 

LA COLOCACION EN TERRENO del bosque de Chapultepec,  de la estatua de Heydar Alliyew,  jefe de la KGB soviética, torturador  u dictador  de Azerbaiyán y, por tanto, figura contraria a la vocación democrática de México, es pecata minuta en comparación con la ofensa al pueblo mexicano de poner en el lado poniente de la Alameda Central, una escultura del sibarita  Alejandro Humboldt, quien espíó en México en 1803 y entregó al presidente Jefferson de los Estados Unidos todos los secretos militares, de inteligencia, económicos fronterizos, mapas y de límites fronterizos  -una vez que el vecino país del norte compró la Louisiana en 1803-, como elementos para invadirnos y arrebatarnos  más de la mitad de nuestro territorio.

e l siniestro espía.
El siniestro espía.

DE LO ANTERIOR, SE DEDUCE que los gobernantes perredistas no conoce la historia de México y la Historia Universal  y por eso se presentan dos casos seguidos uno del otro, en que se rinden honores a sujetos descalificados.

(Exclusivo para Voces del Periodista)

En el caso de Alejandro de Humboldt, un estudio  del catedrático e investigador Juan A. Ortega Medina, realizado en Ciudad Universitaria  el año 1965, y publicado a título de introducción en Estudio de Humboldt  sobre la Nueva España, revela con abundancia de datos, la forma en que el sibarita utilizó a profesores y estudiantes del Colegio de Minería -apoyado en la recomendación de Carlos IV de España (el que modeló para la estatua de El Caballito), para obtener lo suficientes datos sobre la realidad política, económica, social, cultural, militar, fronteriza, de inteligencia, etcétera.

Cinco gobiernos en el error.

El estudio del investigador Ortega Medina se publica en  el libro Ensayo Político Sobre el Reino de la Nueva España, editado en la colección “Sepan Cuantos...”, por la editorial Porrúa. Dicho trabajo de investigación se publica al principio de dicha obra,  en calidad de estudio preliminar.

Error inaudito  es que dicho individuo, conocido en su tiempo por sus costumbres licenciosas,  reciba honores en la Alameda Central, desde la época de Rosario Robles Berlanga, quien fue quien inauguró la estatua en el lado poniente de la Alameda  durante su interinato como jefa del GDF;  y que en su momento, Andrés Manuel López Obrador, como jefe del GDF, haya permitido que continuara la efigie en el popular paseo.

Alejandro Encinas también dejó pasar la terrible ofensa y error contra el pueblo de México. Marcelo Ebrard Casaubón no solamente refrendó el inmerecido honor al sibarita Humboldt, sino que, con motivo de a remodelación de la Alameda, colocó la efigie en un lugar más visible. Mancera,  actual jefe del GDF, no ha corregido el yerro, hasta ahora.

El investigador y catedrático universitario de la UNAM, Juan A. Ortega Medina, señala en su  “Estudio Preliminar” sobre Humoldt, que este sujeto -avalado por la recomendación de Carlos IV de la dinastía de Los Borbones- que durante el año 1803, una vez que EU compró la Luisiana a Napoleón,  estuvo en la Nueva España cuando ésta empezó a verse en la difícil situación de tener frontera con el vecino país.

Se estima que la presencia del espía Humboldt estuvo ligada directamente con esa adquisición territorial del vecino país del norte, pero la ambición de crecer territorialmente más, llevó a la administración de Jefferson al proyecto de arrancar secretos de Nueva España,  con miras a la futura invasión 1846-1847.

Llevó los secretos a Washington

Textualmente, el investigador universitario  dice que “Humboldt, quien se había pasado  cosa de un año -1803-,  en la teocrática Nueva España y que había convertido, para su provecho,  al Colegio de Minería  en un centro asiduamente por todos los sabios  del virreinato, supo reunir, en torno a su persona una brillante pléyade de  jóvenes estudiantes  con los cuales se dio a levantar  y delinear mapas  y cartas del país;  se dedicó a recolectar innumerables  datos de información, oficiales, y a copiar y extractar en los archivos  importantísimos documentos públicos, entre los cuales no fueron  pocos los de carácter muy reservado. Pues bien, tras dicho año de ópima y fructífera  cosecha de materiales y fuentes... el sagaz  viajero marchó  a Cuba,”, de donde se dirigió posteriormente a los EE. UU.

Asienta el investigador que el sibarita Humboldt le escribe al presidente Jefferson (24-07-1804)  para que lo recibiese. Jefferson le contesta en sentido positivo (28-05-1804). Jefferson recibe la información obtenida por el espía Humboldt y lo invita a una cena en la mansión presidencial.

Destaca el investigador Ortega Medina que   “Al día siguiente, el suizo  Alberto Gallatin, secretario del Tesoro,  invitó a Humoldt a su casa, y éste pudo mostrar al tesorero, al secretario de Estado  J. Madison y a otras personalidades sobresalientes de entonces, algo del asombroso tesoro informativo  y cartográfico que llevaba consigo. La mesa del despacho del anfitrión  quedó totalmente cubierta  con los mapas, planos y cartas de la Nueva España y Humboldt  permitió con generosidad  que Gallatin  copiase algunos fielmente”.

Sobre la peligrosidad de Humboldt en cuanto espía, el dato lo revela el hecho de que en Sudamérica, concretamente en  el punto  conocido como San Carlos del Río Negro, las autoridades portuguesas y brasileñas recibieron instrucciones de apresar al sibarita  y confiscar sus instrumentos y papeles “en el momento que traspasase  la raya fronteriza con Venezuela”.

Sobre este hecho, el investigador Ortega Medina hace referencia  a las versiones que han corrido a través de los siglos y en las cuales se dice que “... nuestro viajero  tuvo que ser rescatado  de las manos de los soldados portugueses   o brasileños, gracias  a la habilidad y dotes diplomáticas  del padre FR. Fernando Zea, que convenció al oficial extranjero”.

Es todo un caso de ignorancia o de mala fe, el que cinco autoridades del gobierno capitalino  no hayan detectado que Humboldt es, por su participación como espía a favor del expansionismo  del “destino manifiesto”, una de las figuras más ingratas y ofensivas para el pueblo mexicano.

Si es por ignorancia, la situación es terrible y contraproducente  en perjuicio de los derechos del mexicano a conocer su historia. Si es por mala fe, entonces las cosas se ponen peor, porque eso quiere decir que la corrupción ha llegado hasta el terreno de lo cultural. Por la prevalencia de nuestro patrimonio histórico y por justicia, debe cesar la ofensa de una estatua a Humboldt en la Alameda,  porque se trata de uno de los individuos que mayor daño han hecho a México, al colaborar para que perdiéramos, en 1848, más de la mitad del territorio mexicano.

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