Las
megatoneladas de bióxido de azufre del Popo amagan a la capital
EL POPOCATEPETL, uno de los
principales emisores de bióxido de azufre en el mundo, se ha convertido en
riesgo ambiental para la capital mexicana,, según estudios realizados en la Universidad Nacional
Autónoma de México.
El bióxido de azufre, como es archisabido en el Distrito
Federal, es uno de los precursores del
ozono, elemento que contribuye a la creación de las frecuentes precontingencias ambientales en la Zona Metropolitana
de la Ciudad
de México (ZMCM), donde conviven más de 20 millones de habitantes diseminados
en as 16 delegaciones políticas capitalinas y los aproximadamente 38 municipios
conurbados mexiquenses en los que, según algunas fuentes conectadas con medios
oficiales, circulan diariamente unos cinco millones de automotores que gastan
gran parte de los 48 millones de litros de combustibles que diariamente se consumen en la ZMCM, lo que significa otra fuente importante productora de bióxido
de azufre que, en temporada pluvial produce la temible “lluvia ácida” o “cáncer
de las canteras” enm edificios virreinales y destruye el bronce y el cobre de
herrerías y conjuntos escultóricas en la Ciudad de México.
Los daños a la vista, al aparato respiratorio y a la piel
de los seres humanos y de animales, causa severos trastornos, se afirma en estudios referidos al tema.
Demasiada contaminación
Según estudios que se realizan con rigor científico, el
Popocatépetl tiene 18 años de reactivación
volcánica. Se calcula que, a la fecha, habrá arrojado más de 30 megatoneladas de bióxido de azufre;
es decir, 30 millones de toneladas de este
temible contaminante precursor
del ozono, lo que explica el por qué de
las frecuentes precontngencias
ambientales en la Ciudad
de México, durante los años más recientes.
A lo largo de los últimos años, con motivo de la
construcción de los controvertidos “segundos pisos” que han contribuido al
crecimiento del número de automóviles en circulación, la contaminación
ambiental se ha disparado.
Durante el sexenio de Marcelo Ebrard, la entonces
secretaria del Medio Ambiente, Martha Delgado Peralta, nada pudo hacer por
reducir el incremento de las sustancias que envenenan la atmósfera capitalina,
porque ella mismo no se opuso, como debió hacerlo, al incremento de “vías
rápidas” que han alentado el crecimiento desorbitado del parque vehicular tanto
en el Distrito Federal, como en la zona conurbada del Estado de México.
Ahora estamos pagando las consecuencias con una persistente
contaminación favorecida también por la quema diaria de 48 millones de litro de
combustibles principalmente a nivel de industria y de movilización vehicular.
El Programa Integral Contra la Contaminación Ambiental
(PICCA) señala que el transporte de
carga que utiliza mayoritariamente diesel en sus unidades, es el que mayores
volúmenes de producción de bióxido de azufre lanza a la atmósfera capitalina
diariamente.
Crecimiento anárquico
El problema de las expulsiones de bióxido de azufre de parte del
Popocatépetl, es algo que rebasa la capacidad del hombre.. Por tanto,
humanamente hablando, no hay solución. Estamos a merced de lo que diga la
naturaleza. El Instituto Interdisciplinario de Planeación Urbana Regional
(INPLUR), que fundara el arquitecto y urbanista Carlos Reyes Navarro, ya
fallecido, atribuía al crecimiento anárquico de la capital mexicanas
el origen de muchos de sus principales problemas, como la insuficiencia en el
abasto de agua potable, la excesiva quema de combustibles, la desordenada
disposición de la capital mexicana que obliga a sus habitantes a viajar
diariamente, de uno a otro extremo de la gran urbe, por razones de trabajo,
educación, salud, etcétera, en vez de que se procediera a la construcción de
zonas autosuficiente en lo económico, principalmente para no verse en la
necesidad de sumarse al pendularismo
que trae a los capitalinos todos lo días de un extremo a otro, con abuso en el
uso de medios de transporte y pérdida de tiempo, económicas y de fatiga, etcétera.
Es asombroso el crecimiento del parque vehicular en el
Distrito Federal a partir de 1952, cuando el Regente de Hierro Ernesto P. Uruchurtu empezó la “modernización” de la Ciudad de México y esta urbe, de alma provinciana
como era, fue transformada en la megalópolis que ahora es, con todas sus
enormes desventajas.
Según los datos oficiales del entonces Departamento del
Distrito Federal, en ese año de 1952 circulaban
en el DF, además del sistema de Tranvías, 78 mil 104 automóviles; cinco mil 515 camiones de
pasajeros; mil 700 de carga, para totalizar 104 mil 925 unidades. Se antoja
increíble esta información, pero es totalmente fidedigna. En 1940, la
Ciudad de México tenía una población de un millón 757 mil 530
habitantes, según el censo oficial, y, en 1950, después de a Segunda Guerra
Mundial en que se dio lugar a muchas personas procedentes de diversos países
del mundo, así como a provincianos mexicanos, la población se elevó a tres
millones 500 mil personas.
Así empezó el crecimiento anárquico que ha generado,
entre otros problemas, el de la contaminación ambiental, junto con el gradual
agotamiento de recursos naturales como el agua
potable, que se tiene que extraer de diversas entidades de la República para abastecernos
del vital elemento. A la fecha, estamos en los linderos de una población
cercana a los 10 millones de habitantes y la mancha urbana crece y crece, tanto
horizontal, como verticalmente hablando.
Costosa contaminación ambiental
Debe reiterarse que no hay poder humano que pueda parar
las exhalaciones del Popocatépetl, con sus millones de toenadas de bióxido de
azufre. Lo que humanamente sí se pude hacer es evitar que crezca todavía más la
capital mexicana, porque, de acuerdo con los estudios del Instituto
Interdisciplinario de Planeación Urbano Regional, podemos ser víctimas de un ecocidio.
Todos deseamos un medio ambiente libre de sustancias
contaminantes que dañan gradualmente la salud del ser humano. Pero, por lo que
se ve, no se adoptan las medidas a nuestro alcance para evitar ese mal.
Dolores Barrientos,
representante en México del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), afirmó
recientemente que durante los últimos 25 años
el deterioro ambiental se ha acelerado a escala mundial y aclaró que
México no escapa a tan preocupante situación. Las pérdidas por deterioro
ambiental equivalen, según dicha funcionaria, al siete por ciento del Producto
Interno Bruto.
De no frenarse el incremento de vehículos en circulación
en la Zona Metropolitana,
que son aproximadamente unos cinco millones diariamente, las exhalaciones de bióxido
de azufre del Popocatépetl, pueden ser “la gota que derramó el vaso” en la Zona Metropolitana,
donde las precontingencias
ambientales son cada vez más frecuentes, como preludio de problemas mayores que
pueden presentarse si continúa la irresponsabilidad en el grave problema de la
contaminación ambiental en la
Ciudad de México.
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