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Edición 323
Escrito por Pino Páez   
Miércoles, 27 de Agosto de 2014 08:46

 

De Cano decano

el trajín de Trajano

Pino Páez

 

Foro romano

 

 

Analizar un libro posee un caudal de tupidísimas corrientes, una, en donde más la lectura se zambulle, radica en inferir lo que no está explícito, lo que inspira y hace reflexionar; tal ocurre sin ocurrencia con Jorge Guillermo Cano Por el Foro de Trajano, antología personal de 40 textos que no siegan ni ciegan con ese ni con ce, tampoco ponen ojeares en cuarentena, casi medio centenar de cuentos sin descuento donde la pluma con vuelo y tinta o de relatos y digresiones como el autor los clasifica, en que la caudalosa memoria es géiser irrumpido en algarabía, o lágrima que sopesa de sal todas las ausencia, o aguamiel que se diluye en un reflejo pero jamás en sequedad.

 

Los inicios del cuentario tienen muchos vertederos


Por el Foro de Trajano la obra se intitula, además de ser uno de los escritos inserto en los merodeos del centro; Trajano fue emperador no de chocolate en prolegómenos de la nueva era, Trajano conlleva la dialéctica derruida del imperio que crece al consuno de su inminente achaparramiento; Trajano se asoma enaltecido en Coplas de muerte a mi padre, de Jorge Manrique, ésas que acoplan la vida al río que culmina en lloradera en el estuario, o despunta de punta a punta en el libro primigenio de Roger Vercel: Notre pére Trajan (Nuestro padre Trajano), paternidad en novelístico debut; anda el Trajano de don Jorge en revuelos de prosa por lares italianos, hay diálogos que van de la “libre empresa” que libérrima y ubérrima de mercado marcado destaza comunidades, a la casi visitada Torre de Pisa inclinada como la Borrachita de Tata Nacho (que por cierto Cano toca con César sin Bruto ni manoseo) embriagada de historia en su declive; ganas dieron de arrojar una moneda en ítala fontanita… y la reflexión aquélla que evoca y no revoca, conduce a La dolce vita, el film de Federico Fellini, con Anita Ekberg, con ¡Anota Ekberg!, mojándose de sensualidad en una piletota, mientras los cinéfilos aúllan toda la humedad en la paradójica sacralidad de los pecados; en la misma fuente pero con otra cinta -El jeque blanco- Giulietta Masina, esposa de don Fede, también empapó su anatomía, aunque aquí los espectadores sólo recibieron salpicaditas de ternura.

En La Dolce Vita está Pérez Prado con la pizca monumental de El cerezo Rosa, instrumentalización original del catalán Louiguy, letrada por un galo y un inglés, que cantara la afamadísima parisina Edith Piaf, (mantuvo romántico clinch con Marcel Cerdan, primer púgil francés en ganar un campeonato mundial), versión sin perversión que don Dámaso elevara a confines de genialidad con el mexicano Rafael “Chino” Jaime que se adormecía tocando de grandeza la corneta, sin doble sentido mas con la tonalidad de mirífico vendaval.

El trajín de Trajano podría iniciar desde el principio como pleonástico recomienda don Perogrullo, haciéndola de copiloto en El Plymouth gris, donde un personaje inquiere acerca de ser feliz, mismo cuestionamiento en lo novelado, en lo no velado, de La feria de las vanidades, de William Thackery y cuya respuesta, en esencia, la delineó el ensayista peruano Manuel González Prada al sentenciar que “El hombre es un puñado de polvo que las circunstancias congregan y las circunstancias dispersan”.

Onde la mirada pone y propone



Jorge Guillermo CanoEl autor propone pero el lector dispone, sin sacrilegio ni cita re-citada de receta, y empieza sin jeremiadas con el verbo ido y oído de Así hablaba Jeremías, allí la filosofía sin Nietzsche ni Zaratustra abarca la plenitud del desamparo en confesión sin confesionario: “… valgo una chingada en este mundo desgraciado”, y luego muy rulfiano perora sin gases en perorata que “… hay algo que me agrada y es el encabronado ruido del silencio”.

En los corolarios de cada narración hay fotos al tema eslabonadas, porque la vida es un flash que discursea, que se apaga más pronto que una vela en los náufragos y chilladores veleros del pabilo, por eso el docente y periodista imágenes imagina, y Jeremías hace una red que hila sin pescador que “oye los ecos de la noche que están por todas partes”, precisamente en Los ecos que se difuminan de una cordillera frente a la soledad de un espejo, o Entre libros siguen cayendo libros redundantes “(…) grandes, ligeros y pesados. Se acomodan sobre mi cuerpo como si aletearan y se acercan a mi boca”; a Guy de Maupassant, a él más que a su personaje, los objetos levitan, no le evitan, en el cuento Le Horla, mesas, sillas, candelabros, portarretratos… lo asedian en aquelarres de vértigo comulgado; después en Un plan perfecto, de Cano, alguien “En realidad se siente un don nadie”, uno que quiere inmolar a su jefe, pero no se anima, y desanimado se amuela, en rasgos de parangón con Un extraño en la escalera, película de Tulio Demichelli con Arturo de Córdova, Silvia Pinal, José María Linares Rivas y Andrés Soler… matar o no matar parecer o perecer en una hamletiada.

En Un plan perfecto el protagonista quizá se crea y recrea Ulises que para engañar al cíclope Polifemo se parapeta en el mayúsculo pseudónimo de Nadie, el John Doe, el ninguneado Juan Nadie que estelarizara Gary Cooper, o sin pantalla ni proyector Jean Doe, o Juanita Nadie con que en la vida real y en la muerte más real todavía… en la morgue así etiquetaran a la poeta e independentista puertorriqueña Julia de Burgos, creadora del poema La ruta de mí misma, versos en que présaga versificó su deceso en una isla: Murió en el repleto aislamiento de una banqueta, en Nueva York, cerquita de la isleña estatua antorchada; en el anfiteatro -por su cadáver ignoto y no reclamado- le pusieron Jean Doe, algo así como Juana Desconocida… hasta que años después a sus restos los recuperaron, llevándolos a Puerto Rico, situación que no aconteció con José María Heredia, el poeta nacional de Cuba, definido de tal forma por sus coetáneos, entre éstos José Martí; apenitas salido de la adolescencia llegó a México el jovencito Heredia, perseguido por involucrarse en la independencia de su país; aquí se convirtió en asesor de Guadalupe Victoria, el primer presidente mexicano, luego fue consejero de Santa Anna, creó el Instituto Científico y Literario de Toluca, actual Universidad Autónoma del Estado de México, donde Ignacio Ramírez, el gran Nigromante, aseverara que “Dios no existe” a lo cual el militar español Gómez Orozco ripostara “Muera la ciencia y la literatura” casi un siglo antes de que el fascista hispano Astray Millán esputase “¡Muera la inteligencia!”; posteriormente José María cantó la palinodia que nada tiene de trova ni poesía, es retractación pública en pos de algo… o de alguien, en el caso del trasgo isleño se trataba de visitar a su mamá en La Habana, le permitieron verla y al retornar a México, moriría sin que se sepa dónde su cuerpo yace, aunque ya se sabe dónde la estrofa de su espíritu se halla.

“… ser nadie es la fórmula de la existencia”, apunta el autor en La importancia de ser nadie, lo que remite al juego cabezal de Oscar Wilde en The importance of being earnest, en la lúdica reinterpretación o prefabricada anfibología de ser honesto o Ernesto, como en estos lares se le tradujo; nadie igualmente pulula en el circular de la indigencia, la que ni de reojo se avista, pese a que la laicidad de Dios está en los ojos rebosantes de mar vencido conque el indigente mira la desolación de su propia tempestad, como en otro acápite la mujer añosa y desvestida ve pasar el mundo desde un malecón, pese a que el mundo a ella no la mire por el desperdicio de tantas retinas que despilfarran los obsequios de la luz; de nuevo el silencio de viejo se presiente, ulula un mistral que no cupo en los ramales, que no cupo en ningún abrazo.

No disecan calendarios los aleros del tintero


Jorge Guillermo Cano, se informa en los proemios, publicó su primer libro tras unos 50 abriles de transportar a los resuellos, Por El Foro de Trajano es el segundo en la salida, que se desea sean muchas en titipuchal de paraderos; Raymond Chandler uno de los maeses de la novela negra, dejó ya mayorcito la gerencia de un emporio de seguros, para palpar a fondo la seguridad de la escritura; el nobel Asturias publicó tardecito pero nunca en el retraso; lo mismito que Henry Miller, el de los trópicos que cachondean; William Wharton, el conocido y reconocido novelista de Birdy que al cine llevara Alan Parker rebautizada acá en Alas de libertad… puso su manuscrito en la imprenta casi sexagenario y luego redactó cerca de una docena más de libros bien librados; el legendario cineasta, también estadounidense, Raoul Walsh que fílmico personificara a un juvenil Pancho Villa y éste asimismo y a sí mismo se interpretase… produjo su novela La cólera de los justos ¡después de 80 almanaques bien arremolinadamente cumpliditos!; a esa edad Hendrik Witbooi encabezó la heroica resistencia de los harares, en lo que ahora es Namibia, contra los genocidas germanos, en los que al frente se encontraba Von Trotha, el que estuvo en la multiimperial invasión contra China, el fundador de los “Freicorps” que a los nazis sirviera de referente para sus SS, SA, Gestapo… al que Hitler pusiera su apelativo en la principal avenida de Berlín, nombre que duró duro ¡hasta 2004! en la infamia de una criminal nomenclatura; Dolores Jiménez Muro, cuñada del poeta Manuel José Othón a sus seis décadas de hermoso existir se enfrentó al magnicida Huerta y fue parte redactora de varios manifiestos revolucionarios como el de Tacubaya y el Plan de Ayala del enorme Zapata que aún cabalga su actualidad contra los mercaderes del dizque “Pacto por México” que en realidad es un Impacto contra México.

En Así se siente un interlocutor cuestiona “¿Qué chingados te pasa cuando consumes esa mierda?”, no se refiere a copeteados cucuruchos del retrete, sino a la coca con cola y coca de nieve seca que Vicente Fox representaba cocacoludo… o de cocaína que igualmente transportaba, según Jeffrey Davidow ex embajador de los yunaites en México anotara en su ensayo El oso y el puerco espín, donde los gringos son el plantígrado y nosotros los marranos; ahí rememora que en Estados Unidos los cherifes detuvieron un camión de la empresa de don Vicente cargadísimo de coca, no de la cola, de la empolvada nievecita que tanto periquean los literales aspirantes; no hubo ningún cargo contra el dueño del transporte, desde antes de la banda tricolor y los botines en Palacio, era, como acertadamente lo definiera Hugo Chávez, “Un cachorro del imperio” y a las crías en Guantánamo no se entamban; en solar azteca deambuló el catedrático de Estados Unidos, Timothy Leary, ferviente apologista del LSD, como del peyote lo fuera Ken Kessey, autor de One flew over de cuckoo’s nest traducido sin pájaro ni albur en Atrapado sin salida; el fotógrafo chicaguense -gentilicio de Chicago sin frijoles- Edward Weston admiró en probaditas los hongos de la grandiosa, Gran Diosa, María Sabina y el también chicaguense tampoco enfrijolado, Theodore Roszak, escribió sobre la contracultura que cocos y motorolos son marxistas supervoladores y bolcheviques sicodélicos; de nota en nota y de mota en mota cómo se denota.

En corolario de ASOMBRO SOMBRÍO Por el Foro de Trajano, están dos frases en distintos relatos: Las violetas de Urcelay en el cual “Yo tuve un ruiseñor que llegó a suspirar” remite a las “Manos manchadas con sangre de ruiseñor” en La amorosa iniciación, del lituano Oscar Wladislas de Lubics Milosz, donde la vida descalabra a campanadas de doliente corazón y al cinematográfico Pan negro, del catalán Agustí Villaronga en que una chica todavía instalada en la pubertad revela que el nido del ruiseñor es el pubis femenino, descubrimiento de bellísimo bosque en un bosquejo.
Y en la otra narración, Una de buscar…, la interrogante de “¿Qué es, entonces, lo que buscamos”, guía la reflexión rumbo al suizo Blaise Cendrars quien recomienda: “Perdre, perdre, tout, mais laisser place a la trouvaille”, algo así como “Perder, perderlo todo, pero dejar siempre un espacio para la búsqueda”; es posible extraviar en un dédalo el recorrido, menos las plantas que legarán un hurgamiento en la huellas nunca desencaminadas del sembradío.
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