Cuando Tartufo
tocó a las puertas del PAN
Abraham García Ibarra
No extraña ya el método oblicuo que, desde que se instituyó la partidocracia para extinguir la voz de las bases sociales y electorales, el establishment mediáticoaplica para calificar el comportamiento de las burocracias de los partidos políticos.
Verbigracia: En pleno y aturdidor delirio propagandístico montado desde lo alto en torno a las más recientes contrarreformas constitucionales -las de Telecomunicaciones y petrolera para el caso-, se ha puesto en primer plano el escándalo teibolero en que fueron balconeados conspicuos legisladores del PAN, como si esos espectáculos arrabaleros, en un primer momento privados, fueran realmente noticia excepcional.
Algunos panistas de cierta jerarquía han sacado a cuento el supuesto de una “doble moral” en la que han caído dirigentes y militantes azules, haciendo disimulo de que -desde que el partido se embarcó en un pragmatismo mendaz-, la moral es un principio no sólo devaluado sino abandonado, junto con todo el equipaje doctrinario que le legaron a esa formación política sus padres fundadores.
Concupiscencia a galope
La concupiscencia carnal de muchos panistas, es moneda vieja que acuñaron en el clásico Tartufo, si bien se la guardaban en el closet para no empañar la imagen pública de su franquicia, que blasonaba de ser “el partido de la gente decente”, celosa de la moral y las buenas costumbres.
La vía del relativismo moral, la pavimentaron y la transitaron los panistas desde que decidieron en la década de los ochenta, primero, mudar al neopanismo y más tarde a su autoproclamada condición de Bárbaros del norte, santo y seña con el que arribaron finalmente a la terminal de la inmoralidad plena. La concupiscencia sensual pasó galopante al terreno material.
Pongámonos en dos cuadrantes contrastantes: Cuando la Reforma Política (1977-1978) codificó a los partidos políticos como entidades de interés público e instituyó los subsidios dinerarios a los partidos, algunos militantes del panismo histórico -que moraba entonces a título gratuito en un ruinoso edificio de las calles de Serapio Rendón de la Ciudad de México- declararon expresamente su rechazo a la aceptación de esos recursos, advirtiendo que serían el caldo de cultivo de la corrupción interna.
Desde donde amigo vengo…
No se cerraba ese diferendo cuando, por un lado, fuentes externas ubicaron al PAN en la lista de receptores de donaciones en dólares de la Fundación para la Democracia (agencia creada por el gobierno de Ronald Reagan) y fuentes internas del propio partido denunciaron la gestión de apoyos de la alemana Fundación Konrad Adenauer.
El reblandecimiento del caparazón moralista del PAN se hizo visible en su bancada acreditada en 1988 ante la Cámara de Diputados de la LIV Legislatura federal, que procesó la usurpación presidencial de Carlos Salinas de Gortari, de la que derivó la Alianza estratégicaque consistió en la permuta de reconocimiento de “legitimidad de gestión” por las después afamadas concertacesiones electorales.
Adicción al fruto del árbol prohibido
En el primer periodo legislativo de esa cámara se observaron evidencias de que algunos diputados azules eran vulnerables al soborno a la hora de las votaciones requeridas por la mayoría priista.
Más grave aún: En esos calientes meses, activa aún la resistencia del candidato presidencial Manuel de Jesús Clouthier del Rincón contra el fraude electoral, fue del dominio público que agentes del salinismo elevaron la mira y tentaron al empresario sinaloense con sustanciosa oferta de compensación en efectivo por un monto equivalente al gasto total de su campaña electoral.
Ya entrados en gastos, en la medida en que el PAN fue ganando espacios en los Congresos estatales y gobiernos municipales -por ejemplo, en el Estado de México, donde se expandió vertiginosamente la llamada mancha azul-, legisladores y alcaldes no se pusieron remolones para compartir fondos de partidas secretas que hasta entonces el gobierno estatal reservaba para los priistas. Colocados en los cargos ejecutivos, empezaron a disponer de las tesorerías públicas a su arbitrario e impune placer.
Vicente Fox, el modelo para armar
El modelo a armar lo representó más tarde en Guanajuato Vicente Fox, a quien la Federación de Cámaras de Comercio del estado acusó de echar mano sobre presupuesto público para financiar la campaña interna del PAN, a fin de alzarse con la candidatura presidencial en 2000.
El propio Fox gustaba de hacer alarde de los recursos económicos que obtenía del extranjero, “hasta de Rusia e Irlanda” (país el segundo donde estaba en exilio voluntario Salinas de Gortari). Lo del escándalo de Amigos de Foxno hizo más que confirmar lo que siempre fue un secreto a voces.
Lo que nos dejó la Docena trágica
Basta con hacer una revisión a vuelo de pájaro de las Cuentas Públicas del sexenio de Fox para documentar todas las trapacerías cometidas durante su administración, en la que la corrupción se elevó al cubo. En el periodo de la Docena Trágica azul, ha sido la Auditoría Superior de la Federación de la Cámara de Diputados la que a ha dado cuenta del saqueo del erario público, con especial apetito sobre la renta petrolera.
Que entre los sexenios de Fox y Felipe Calderón la deuda pública haya alcanzado la histórica suma de casi siete billones de pesos, nos da el retrato hablado de la insaciable rapacidad de los chacales azules. ¿Quién se acuerda ahora de los misteriosos abonos por casi medio millón de pesos que se acreditaron a cada una de las cuentas bancarias de los senadores panistas hace apenas quince meses?
Que ahora las buenas conciencias se den un baño de cenizas porque media docena de diputados panistas se gastó unos cuantos miles de dólares en una tropical orgía en Puerto Vallarta, no son más que ganas de darle estatus institucional a la hipocresía, sobre todo si se sabe que entre los legisladores garañones están los que dieron cartas de naturaleza a los moches para financiar la campaña reeleccionista del chihuahuense Gustavo Madero Muñoz, quien actúa ahora como el padre aquél que cada mañana llega tambaleante de la casa de mala nota al desayuno hogareño y dicta a sus hijos matinales lecciones de moral. (AGI)
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