Es cuestión de instinto: A la primera tentación, los hombres de la “transición democrática” sacan el Gustavo Díaz Ordaz que llevan dentro. Y nos tememos que podríamos ser injustos con el nativo de San Martín Texmelucan porque, a fin de cuentas, él asumió toda la responsabilidad ética, moral, social y política por los terribles sucesos de 1968.
A propósito de aquel terremoto político, José López Portillo dejó escrito: “En 1968, puestos en el escaparate mundial por la olimpiada, nuestras realidades fueron exhibidas por las nuevas generaciones, inconformes ante los frutos de nuestro movimiento social y la persistencia lacerante de algunas de las lacras, con más vehemencia ha combatido.
“Ahí se abrió la etapa, que todavía nos alcanza, de las denuncias apocalípticas que cimbraron nuestro ser nacional y nos obligaron a modificación y autenticidad. Nos fueron útiles, sobre todo aquellas abiertas, responsables y legales; pero a fuerza de reiterarse, a veces se vuelven estériles; devienen moda o búsqueda de prestigio hueco (…).
“Tiempo es ya de exigirnos madurez y con la misma fruición intelectual con que se denuncia, acometer acciones útiles. Ni tenemos todos los defectos, ni cargamos todas las culpas del mundo. Lo importante, lo valiente, es hacer todo mejor; cumplir con nuestras responsabilidades todas, grandes y pequeñas como única manera de estar en paz con uno mismo y con los demás. Rechacemos ya, a los profetas del desastre, que siembran vientos, porque nos negamos rotundamente a cosechar tempestades”.
Ese mensaje lo inició López Portillo con esta oración: En 1978, de la crisis de conciencia que nos estremeció hace diez años, hemos devenido a la conciencia de la crisis.
Para 1978, el impulso de la gran Reforma Política diseñada por el entonces secretario de Gobernación, don Jesús Reyes Heroles, culminaba con la promulgación de la Ley de Amnistía. El régimen estimuló la institucionalización de las corrientes políticas e ideológicas que incluso había apelado a la lucha armada y liberó a los presos políticos.
No es posible pedirle a los actuales gobernantes recordar aquellas generosas acciones de Estado. Entonces, estaban ansiosos de sus papillas Gerber que a la larga, les impidieron desarrollar el amor por la lectura. Sobre todo de la Historia nacional.
Iniciamos estas notas el sábado 21 de mayo. Manifestantes plantados en la calle Bucareli de la Ciudad de México habían sido levantados por fuerzas del orden. Se instalaron en la Plaza de Santo Domingo. Un operativo policiaco-militar los expulsó de la ciudad.
Revisamos estas notas el 25 de mayo. Por la mañana, llegamos a la redacción transitando la Avenida Juárez. Frente al Hemiciclo que exhibe el busto de aquel prócer que proclamó que “El Derecho ajeno es la paz”, los oradores denuncian que el inicio del mitin se aplaza porque los federales, apoyados por activos armados por Miguel Ángel Mancera, impidieron el paso de compañeros convocados al evento de ese día.
Para esas horas, el Centro Histórico de la Ciudad de México está sitiado por batallones de granaderos. Y eso es que, desde 1978, tomamos conciencia de la crisis.
No se debe comer la torta antes del recreo
Como resabio del cristianismo primitivo actuante en las catacumbas, todavía hasta hace unos años, sobre todo en el medio rural, las abuelas recomendaban no festejar vísperas.
Al uso popular, la recomendación adquirió el sentido de no celebrar un buen éxito de un plan que todavía estaría por pasar la prueba del ácido y el desenlace podría no ser el esperado para el celebrante.
Verbigracia: Comprometer la aplicación de un deseado premio mayor de la lotería o de una gran bolsa de pronósticos deportivos; esperanza que invariablemente no cumple con las expectativas de los ilusos y termina en una recurrente frustración, sobre todo porque el que reparte y comparte, se queda con la mayor parte.
Más ilustrativa es la especulación globalizada en el mercado bursátil, donde audaces corredores prometen las perlas de la virgen a los inversores y terminan dejándolos en cueros.
Ahora, todo se juega en los mercados de futuro, castillos de arena de los que los incautos pagan tiempo compartido por condominios en los que nunca les llega su turno. Es el caso del petróleo, granos, etcétera.
Del jauja petrolero a los socavones secos
Una acusada tendencia en el actual sexenio federal, centralista y centralizador, es hacer de cada nuevo anuncio y hasta de un enunciado, resultados consumados que se esperarían de cada nuevo proyecto público sólo hasta ser concluido.
Es que la imaginación cuántica de los tecnócratas teje fantasías que superan las portentosas hazañas de Harry Potter.
Es el caso, por ejemplo, de los abundantes beneficios que se prometieron a los mexicanos con la legislación de las grandes reformas “transformadoras”, que se quedaron atorados a la hora de la instrumentación administrativa de tales iniciativas.
Esa es una expresión de la subcultura demagógica que la modernidad no ha desterrado. José López Portillo, al calor del espejismo petrolero, conminó a los compatriotas a prepararse para “administrar la abundancia”.
Miguel de la Madrid listó en su plataforma de campaña un catálogo de ideas-fuerza, que denominó Siete tesis. La más conmovedora, fue la de la Sociedad igualitaria. Arrancó su sexenio con la declaración de una Economía de guerra condensada en las afamadas “medidas dolorosas, pero necesarias”.
Con Carlos Salinas de Gortari se patentó el viaje a la postmodernidad y el lanzamiento de México como jugador de las Grandes Ligas del Primer Mundo. Ahora, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal/ ONU), en no pocas evaluaciones sitúa a México al nivel par de las economías de América Central. “Él sí sabe cómo hacerlo”, fue la presentación del candidato presidencial suplente Ernesto Zedillo Ponce de León, quien puso como primera prioridad del discurso de campaña el bienestar para tu familia, oferta hecha añicos por los devastadores impactos del maquinado Error de diciembre de 1994.
Siete por ciento de crecimiento anual del Producto Interno Bruto (PIB), fue la carta de Vicente Fox Quesada. Primero como Japón, luego como Alemania solía ofrecer cuando declaraba que a la de México le faltaban unos cuantos dólares para ser la octava economía del mundo. La renta petrolera empezó a esfumarse en manos de la rapaz burocracia y sus socios de la empresa privada.
El hijo desobediente, Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa expectoró que rebasaría por la izquierda a Andrés Manuel López Obrador. Disfrazado de Jinete en la tormenta, todavía a punto de terminar el sexenio pretendía embarcar a los extranjeros en su Buque de gran calado, que terminó perforado en su línea de flotación. En fin…
Carlos Salinas de Gortari culpó de haber descarrillado su proyecto (de 25 años, según la prolongación anunciada por miembros de su gabinete) a Zedillo Ponce de León. Vicente Fox cargó la responsabilidad del fracaso de su economía de la tamalera -la de los changarros, que acabaron en narcotienditas- al Congreso de la Unión, dominado en sus dos legislaturas federales por los priistas que, según él, había echado de Los Pinos.
Por supuesto, Calderón tuvo como coartada la crisis financiera internacional, incubada en los Estados Unidos, cuyos impactos en México fueron diagnosticados por su gobierno como un “simple catarrito”.
En los meses recientes, Salinas de Gortari ha optado por un bajo perfil. No así Fox, que hace futurismo exaltando la candidatura independiente de su ex canciller Jorge Castañeda. Calderón está en el centro de la arena de 2018, tratando de imponerle al PAN la candidatura de su esposa, Margarita Zavala Gómez del Campo.
Es que estamos en la etapa de aprendizaje
A medio sexenio, Enrique Peña Nieto, refiriéndose a la fallida instrumentación administrativa de la Reforma Energética, explicó sus dificultades afirmando que sus operadores estaban en la etapa de aprendizaje.
Sólo tres datos como corolario de más de seis sexenios de neoliberalismo:
Bajo los auspicios del Instituto Mexicano de Competitividad, están circulando los resultados de una maciza investigación por los que se sabe que la corrupción cuesta a los mexicanos casi 800 mil millones de pesos al año. Ese es el signo que identifica a la Economía criminal.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) acaba de dar a conocer los resultados de su Índice de Tendencia Laboral de la Pobreza para el primer trimestre de 2016: Ese índice aumentó en ese periodo 1.1 por ciento para alcanzar el 41.7 por ciento de la población. En números absolutos respecto del total de habitantes serían más de 51 millones de mexicanos víctimas de ese empobrecedor fenómeno, con el millón 64 mil personas que se sumaron de enero a marzo de 2016.
Dicho índice se estructura con el costo de la canasta básica alimentaria contra el ingreso laboral de las familias. El porcentaje apuntado líneas arriba corresponde a familias que no pueden pagar la canasta básica con el pago que reciben por su trabajo.
La ecuación de esa realidad es bastante sencillo: En el periodo analizado, el ingreso laboral por persona se estancó en dos mil 46 pesos; igual al de hace doce meses. Como se sabe, propiamente desde el sexenio de Salinas de Gortari se aplica una política de topes salariales que sigue vigente.
Ese es el dato que retrata las estructuras de la desigualdad socioeconómica en México, según lo ha denunciado casi sistemáticamente la Cepal/ ONU. Desde hace un año, el gabinete económico, cuya cabeza de sector es el secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, lanzó en México un producto añejo que desde los tiempos de la presidencia de Jimmy Carter fue novedad en los Estados Unidos: La planeación operativa de las grandes corporaciones privadas con base en la fórmula base cero; esquema trasladado a la administración pública.
A galope ya los ajustes del presupuesto de 2015, el Ejecutivo envió al Congreso de la Unión la Ley de Ingresos y Presupuesto de Egresos de la Federación para 2016, bajo el esquema base cero, que implicó la revisión de algunos programas federales, la compactación de otros y la desaparición de algunos más. Hacienda se quedó con 851 programas, 22.4 por ciento menos que el año antecedente.
Recortar todo, menos el pago de nómina burocrática
La crítica de los detractores de esas medidas es en el sentido de que se castiga la inversión publica productiva, sin reducir significativamente la carga del gasto corriente, que protege básica y puntualmente el pago de la nómina salarial de la burocracia. Muy cara, improductiva y, desde luego, ineficaz.
Para 2016, la Secretaría de Hacienda estimó un crecimiento del PIB de entre 2.3/ 3.6 por ciento. Al correr del primer semestre, lo ha bajado a 2.2/ 3.2 por ciento. Agentes del sector privado nacional y análisis del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial bajan todavía más, así sean centésimas, esa estimación para este año.
En esas andamos cuando la semana pasada, Hacienda anuncia nuevamente, ahora para el año próximo, que se hará otra “revisión a todas las estructuras y a todos los programas presupuestales para reasignar recursos económicos de los menos eficientes a los más benéficos para la población”. Se subraya: “Aquellos programas que beneficien de mejor manera a la ciudadanía”. Por supuesto.
Eso es lo que viene. De lo que ha pasado, pocos se resignan a aceptar aquello de: De lo perdido, lo que aparezca. Por la sencilla razón de que no aparece.
Un Plan B, ¿para qué?
Todo lo que hacen y dicen los expertos en econometría incrustados en el sector público federal, es que lo que rompió el optimista esquema de 2012-2013 fue la crisis de los precios petroleros.
La cuestión es que una crisis de precios petroleros, tan grave y disolvente como la de la década de los setenta -a fuer de ser prefabricadas-, siempre está en los cálculos de los países productores, proveedores y consumidores.
Frente a esa fatal perspectiva, nuestros sagaces planificadores, interrogados sobre si tenía en mente un Plan B, con su proverbial arrogancia contestaban que no era necesario.
Era que, como lo reconoció el propio presidente Peña Nieto, estaban pasando por una etapa de aprendizaje. Si tal era el caso, ¿por qué no se les becó en Nigeria o el Congo para que terminaran sus posgrados?
En declive las expectativas de las reformas “transformadoras”, desde hace al menos dos años analistas extranjeros, particularmente de La City de Londres, declararon pasado el mexican moment y que la nueva crisis de México era de confianza en sus instituciones. Incluso, algunos funcionarios mexicanos acusaron recibo y reconocieron esa crisis de confianza.
En reciente entrevista con La Jornada, la publicación interrogó a Peña Nieto: ¿A qué atribuye la polémica que causó su expresión sobre el mal humor social?
El mandatario respondió: “Lo expresé porque he recogido algunos comentarios. Pareciera que el tema lo abordara por vez primera, pero otros lo han hecho. Solamente lo recuperé. He estado en eventos en los que líderes de organizaciones empresariales han dicho que pareciera haber malestar, mal humor. Sin embargo, cuando se les pregunta, oye, ¿te está yendo mal en tu pequeño negocio, en tu negocio grande? ¿Estás en problema? A todos, en términos generales, les está yendo bien”.
Algún colaborador del Presidente no le está informando o lo está mal informando. Hace apenas unos meses, los medios electrónicos e impresos destacaron las declaraciones de las cámaras de los hombres de negocios en las que sostuvieron que más de 40 mil empresas mexicanas tenían dificultades para su sobrevivencia. Una de las causas: Los grandes adeudos del gobierno a proveedores de bienes y servicios.
Las mismas cámaras empresariales y la banca de desarrollo, con datos que confirman las encuestas del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), con frecuencia mandan señales de alarma por la continua “mortandad” de empresas medianas y pequeñas, fenómeno convertido en epidemia. Suman miles las “muertas”.
La mejor dieta: Consumir los plásticos
De la pobreza laboral registramos antes el dato; esto es, de la falta de ingreso familiar para adquirir una canasta básica. Si bien con sordina, instituciones de banca y crédito no dejan activar las señales de alarma: Sólo en 2015, los que gastan con cargo a los plásticos, acumularon más de 101 mil millones de pesos en cartera vencida.
En el recuento contable, se dice que esa cartera vencida equivale sólo a entre 2.6 y 5.6 por ciento del monto total de las operaciones contratadas a crédito. Si son más de 101 mil millones de pesos en cartera vencida: ¿Serían entre dos y cinco billones de pesos los financiados con los plásticos que garantizan incluso créditos a cuenta de nómina? Es pregunta. Si erramos, alguien con manejo diestro de sumadora digital nos puede sacar de dudas.
En su momento, cuando Felipe Calderón hablaba de la guerra, “que vamos ganando, aunque no lo parezca”, remitía su optimismo a un “simple problema de percepción”. Por lo visto, el mal humor social carece de razones “duras”. Todo es cuestión de percepción. Es que la gente no sabe leer en las matrices insumo-producto. ¡Qué pena!
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